Meses después de aquella noche, Clara había regresado a la vida cotidiana, pero el mundo ya no parecía el mismo. Sus amigos intentaban apoyarla, aunque ninguno comprendía del todo lo que había sucedido en la mansión. Para ellos, aquella experiencia era solo un recuerdo nebuloso, casi como un sueño. Pero para Clara, la experiencia seguía viva y vibrante, como una sombra que la acompañaba en cada paso.
Desde entonces, Clara se había vuelto retraída y evasiva. Ya no hablaba sobre aquella noche ni del sacrificio que había realizado. Su vida diaria transcurría con aparente normalidad, pero en sus ojos había una tristeza profunda, una carga que solo ella entendía.
Un Recuerdo Persistente
Cada noche, al cerrar los ojos, Clara sentía la presencia de los espíritus que había liberado. En sus sueños, volvía a la mansión, caminando por sus corredores oscuros, escuchando los susurros que llamaban su nombre. Los fantasmas ya no la perseguían, pero sus ecos permanecían. Las voces eran suaves, como un recordatorio de que la mansión nunca dejaría de ser parte de ella.
Una tarde, Clara decidió regresar a la colina desde donde se podía ver la mansión en la distancia. El lugar, deshabitado y silencioso, parecía inofensivo bajo el cielo gris, pero algo en el aire le resultaba inquietante. Desde allí, observó la estructura abandonada, sus paredes cubiertas de hiedra y sus ventanas como ojos oscuros que la observaban en silencio.
La Marca de la Mansión
Mientras miraba la mansión, Clara sintió una presencia familiar. Era como si una parte de ella hubiera quedado allí, atrapada en aquellos pasillos interminables y secretos oscuros. Pasó su mano por el colgante que había llevado aquella noche; aún lo llevaba consigo, aunque el objeto había cambiado. Ahora, la plata parecía opaca, y la superficie reflejaba una sombra persistente que solo ella podía ver.
En su mente, Clara escuchó un último susurro, suave y triste, que parecía provenir de la misma mansión.
"Gracias."
Sabía que los espíritus descansaban, y que su sacrificio había traído paz a aquellas almas atrapadas. Pero también comprendía que ella siempre cargaría con una parte de la mansión, como una cicatriz invisible que la marcaría para siempre.
Un Eco Infinito
Mientras el viento soplaba alrededor de ella, Clara se dio la vuelta y comenzó a alejarse de la mansión. Aunque el sacrificio había terminado, el recuerdo viviría en su mente, resonando como un eco interminable. Ahora, cada vez que caminaba bajo la luz tenue de la luna o escuchaba el crujido de una puerta, un escalofrío le recorría la espalda, recordándole que la mansión y sus secretos oscuros jamás la abandonarían del todo.
Y, en lo profundo de sus pensamientos, Clara comprendió una verdad aterradora: algún día, la mansión volvería a llamar a alguien más.