Ecos del Abismo

Capítulo 5: Ecos del pasado

La casa estaba en silencio, pero no era el tipo de silencio que da paz. Era un vacío inquietante, un peso que se sentía en el aire, como si algo estuviera conteniendo la respiración. Helena permaneció en el suelo, con la llave oxidada en su mano, todavía caliente. La luz tenue que había iluminado las marcas en las paredes había desaparecido, pero los símbolos seguían vibrando, como si estuvieran vivos bajo la superficie.

Algo estaba observándola. Lo sentía.

Se puso de pie lentamente, sus piernas temblando, y salió de la habitación. El corredor estaba oscuro, más que antes, y las sombras parecían moverse en los bordes de su visión. Un susurro débil la llamó desde la sala, casi imperceptible.

"Helena..."

Su nombre flotó en el aire como un hilo de humo. Giró la cabeza hacia el sonido, y ahí estaba: el libro que había ignorado en su primera entrada. Ahora estaba cerrado sobre la mesa, pero las inscripciones en su cubierta parecían brillar con un rojo apagado. Era como si el libro la esperara.

Con el corazón latiendo con fuerza, se acercó y extendió la mano. Apenas tocó la cubierta, un frío intenso recorrió su brazo, como si el libro estuviera drenando su calor. Lo abrió.

Las páginas estaban cubiertas de símbolos similares a los que había visto en las paredes, pero más complejos, más oscuros. En una de ellas, un dibujo llamó su atención: una figura humana rodeada por sombras, con una llave en una mano y un espejo en la otra.

Debajo, una inscripción en un idioma que no entendía comenzó a transformarse ante sus ojos, las letras reorganizándose hasta formar una frase:

"El sacrificio es inevitable."

Helena retrocedió, pero el libro pareció aferrarse a ella, las páginas pasando rápidamente, revelando escenas de muerte y desesperación. En todas ellas, aparecía la misma figura... y esa figura era ella.

Un golpe seco resonó en el piso superior. Helena dejó caer el libro y miró hacia las escaleras. El sonido se repitió, más fuerte esta vez, como si alguien estuviera golpeando la madera con furia.

"¿Quién está ahí?" gritó, aunque no esperaba una respuesta.

El golpe se detuvo. Un susurro profundo y gutural llenó el aire, no desde arriba, sino desde todas partes.

"No deberías haber venido."

La voz la envolvió, y las luces parpadearon. Algo descendía por las escaleras, una sombra sin forma, más oscura que la propia oscuridad. Helena sintió el frío invadiéndola, más profundo que cualquier miedo que hubiera sentido antes.

Corrió hacia la puerta principal, tiró del pomo con desesperación, pero no se movió. La sombra seguía acercándose, sus pasos resonando como si toda la casa estuviera caminando con ella.

De repente, una mano fría y esquelética se posó en su hombro. Helena gritó, girándose, pero no había nadie. La sombra ya no estaba. En su lugar, el espejo pequeño que había encontrado en el baúl estaba ahora en el suelo frente a ella.

Cuando lo levantó, el reflejo mostró algo que no podía ser real: ella misma, pero con ojos vacíos y una sonrisa torcida, como si no fuera ella... sino algo que la habitaba.

"Todo ya comenzó, Helena," dijo su reflejo, antes de romperse en un millar de pedazos.




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