Helena permanecía de pie en la plaza vacía, con el eco de las palabras del encapuchado aún resonando en su mente. El pueblo de San Albino parecía ahora un reflejo de su propia confusión: fragmentado, cubierto por un aire pesado y teñido de un rojo inquietante. El silencio era tan profundo que cada respiración parecía un grito.
Sabía que no podía quedarse allí mucho tiempo. Algo la estaba observando desde las sombras, y aunque no lo veía, podía sentir su presencia como una presión constante en su pecho.
"El ciclo debe completarse."
Helena repasaba esas palabras mientras caminaba hacia la única dirección que parecía segura: la vieja casa de su abuela. Cada paso era un recordatorio del peso que cargaba. Sabía que el tiempo se agotaba y que la elección que debía tomar sería definitiva.
Cuando llegó a la casa, la puerta estaba entreabierta, pero no recordaba haberla dejado así. Entró con cautela, sosteniendo el cuchillo que había encontrado en su mochila, y cerró la puerta tras de sí. La oscuridad dentro era sofocante, pero algo parecía llamarla desde el interior, un susurro que se deslizaba por las paredes como si tuviera vida propia.
El reloj de péndulo seguía marcando el tiempo, aunque parecía más lento que antes, como si el propio mecanismo estuviera al borde de detenerse. Helena se acercó y lo observó de cerca. Su reflejo en el vidrio no era normal; su rostro aparecía distorsionado, con ojos brillantes y una sonrisa que no era suya. Retrocedió un paso, pero el reflejo permaneció fijo, mirándola incluso cuando ella ya no estaba frente a él.
—Helena… —El susurro se hizo más claro, pronunciando su nombre con un tono gutural y distante.
Giró sobre sus talones, buscando el origen de la voz, pero no había nadie. Entonces lo sintió: una vibración bajo sus pies. Provenía del sótano.
Helena dudó. Todo su instinto le gritaba que no bajara, que abandonara ese lugar antes de que fuera demasiado tarde. Pero algo más, una fuerza que no podía explicar, la empujaba hacia las escaleras.
Con el cuchillo en una mano y una linterna en la otra, comenzó a descender. Cada escalón crujía como si estuviera a punto de romperse, pero el sonido no era solo madera: había algo más mezclado, un eco que no pertenecía a ese mundo.
El sótano era aún más oscuro de lo que recordaba. Las paredes de piedra estaban cubiertas de moho, y el aire era tan denso que le costaba respirar. Al fondo, vio una mesa, y sobre ella, algo brillaba tenuemente. Era la llave.
Pero no estaba sola.
Una figura emergió de las sombras, alta y delgada, con movimientos que parecían desarticulados, como un títere sostenido por hilos invisibles. Sus ojos eran pozos de oscuridad, y de su boca salía un sonido que no podía describirse como humano.
Helena retrocedió, apretando el cuchillo con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos. La figura dio un paso hacia ella, y aunque no hablaba, su presencia transmitía un mensaje claro: "No tomes la llave."
El reloj de péndulo sonó una vez más, y el tiempo pareció detenerse. Helena sabía que estaba en el centro de algo mucho más grande de lo que podía entender. Si tomaba la llave, cruzaría un límite del que no habría retorno. Pero si no lo hacía, sabía que nunca encontraría las respuestas que buscaba.
Con un grito que rompió el silencio, Helena avanzó y tomó la llave. La figura emitió un chillido ensordecedor, y la habitación comenzó a colapsar. Las sombras se alzaron como una marea negra, y Helena corrió hacia las escaleras, sintiendo que algo la perseguía.
Cuando llegó a la planta superior, la casa estaba completamente diferente. Las paredes estaban cubiertas de símbolos que brillaban con un rojo intenso, y el reloj marcaba la medianoche, aunque el péndulo ya no se movía.
Helena sabía que había desatado algo. El ciclo estaba en marcha, y ahora no había forma de detenerlo.
—Elena… —La voz del encapuchado resonó una vez más, pero esta vez, parecía más cercana—. Has tomado la llave. Ahora, enfréntate a las puertas.
La llave brillaba en su mano, y aunque estaba aterrada, algo dentro de ella sabía que el final se acercaba. Pero ¿sería un final para ella, o para todo el pueblo?
Helena ha cruzado otro umbral, pero lo que desató en el sótano ahora la acecha. ¿Qué pasará cuando las puertas se abran? El abismo parece más cerca que nunca, y las sombras no tienen intención de dejarla escapar.