Ecos del Abismo

Capítulo 8: La luz bajo la tierra

El descenso al Quinto Piso fue distinto.
No había sangre en las paredes, ni ecos de lamentos.
Solo silencio… y un leve aroma a incienso.

Kael bajaba detrás de Darik, con la espada de Osur al costado. Avarn lideraba el paso sin decir palabra, como si supiera a dónde iba.

—¿Este lugar también está lleno de monstruos? —preguntó Kael, rompiendo el silencio.

—No —dijo Avarn—. Este lugar… aún respira.

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Al llegar al fondo de la escalera, el pasillo se abrió en una enorme bóveda de piedra, iluminada por faroles colgados en raíces cristalizadas. A lo lejos, se alzaban estructuras de metal antiguo, carpas hechas de piel endurecida, tiendas y torres improvisadas.

Una ciudad.

Una ciudad viva.

—¿Qué… es esto? —susurró Kael.

—La llaman Askaram, la Última Trinchera —explicó Darik, sorprendido—. Se rumoreaba entre mercenarios… pero nadie confirmaba si existía.

Figuras encapuchadas caminaban entre los puestos. Guerreros con armaduras rotas, niños cubiertos de vendas, ancianos con ojos brillantes. Algunos los miraban con cautela, otros con resignación. Había forjas, puestos de alquimia, tiendas de grimorios, e incluso un tabernáculo silencioso donde se oía música tenue.

Avarn se detuvo frente a una forja custodiada por una mujer calva, cubierta de tatuajes rúnicos.

—Esta es Kaedra. La herrera del piso muerto. —dijo Avarn.

La mujer los miró de arriba abajo.

—Tu espada está astillada, niño —dijo, dirigiéndose a Kael—. Te servirá contra necrófagos, pero no contra las cosas que se arrastran más abajo.

Kael se sonrojó un poco.

—No tengo mucho oro…

Darik abrió una pequeña bolsa de tela oscura. Dentro, las monedas negras del Abismo recogidas tras los combates.

—Usa tu parte. Aquí es mejor gastarlo que morir abrazado a él.

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Durante las siguientes horas, los tres exploraron Askaram.

Kael entró a una tienda regentada por un enano de voz ronca llamado Molmug, quien le vendió una espada corta forjada con hierro nulo, más liviana pero capaz de cortar magia básica. También encontró una capa con hechizos de evasión tejidos en los bordes.

[Kael ha adquirido: Espada Nula +1]
[Kael ha equipado: Capa de Retiro Sombrío]

Darik, por su parte, reforzó su armadura con placas bendecidas por una sacerdotisa ciega llamada Zelma, y consiguió una habilidad encantada:
“Ira Silenciosa”, que aumentaba su fuerza cuanto más herido estuviera.

[Darik ha adquirido: Placas de Fe Quebrada]
[Nueva habilidad: Ira Silenciosa]

Avarn solo pidió a Kaedra que afilara su lanza. Rechazó todo lo demás.

—No necesito nada más que filo y silencio.

Kael lo observaba con curiosidad.

—¿Por qué no te quedas aquí? Es… seguro.

Avarn negó con la cabeza.

—Nada aquí es seguro. Solo es un descanso antes del siguiente infierno.

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Al caer la noche, los tres se reunieron en una taberna subterránea con mesas de piedra y antorchas encantadas. Un anciano llamado Teorin, con un brazo mecánico, les sirvió un estofado de carne que Kael decidió no preguntar de dónde venía.

—¿Qué hay más abajo? —preguntó Kael, mirando su nuevo equipo.

Teorin se encogió de hombros.

—El Sexto Piso. Se le llama El Eco Roto. Nadie que ha bajado regresa igual… si regresa.

—¿Y qué hay al final de todo esto? —añadió Darik.

—Dicen que hay una verdad. O una bestia que la devora. A estas alturas… nadie distingue.

Kael guardó silencio. La ciudad lo tranquilizaba, pero también lo hacía sentir pequeño.
Muy, muy pequeño.

Avarn se levantó.

—Mañana partimos. No podemos dormirnos aquí.
La mazmorra cambia.
Y si nos quedamos… tal vez Askaram nos absorba.

Kael bajó la mirada a su espada nueva.

Estaba más fuerte, sí.
Pero también… más cerca del abismo.




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