El grupo avanzó por los corredores del Sexto Piso. La presencia de Selene hacía que el aire se sintiera un poco menos pesado, aunque la oscuridad no dejaba de acechar desde los rincones. Kael no podía evitar mirarla de reojo: su postura, sus movimientos, incluso la forma en que sostenía la espada…
Todo en ella hablaba de alguien que había atravesado demasiadas batallas.
Avarn fue el primero en romper el silencio.
—No eres una simple aventurera. Esa técnica… no la he visto en ningún reino de la superficie.
Selene caminó sin voltear.
Por un instante Kael creyó que no respondería.
Pero finalmente habló.
—No provengo de la superficie.
Kael casi se detiene.
—¿Qué quieres decir?
La caballera se giró ligeramente, dejando ver sus ojos grises, duros como el acero.
—Hace años, este lugar… esta mazmorra… era mi hogar.
Darik frunció el ceño.
—Imposible. Nadie puede vivir aquí sin volverse loco.
Selene apretó los puños, el metal de sus guanteletes rechinando levemente.
—Mi orden, La Guardia Albaestigia, tenía una misión: mantener sellada la puerta más profunda del Abismo. Nuestros antepasados lo hicieron durante generaciones. Vivíamos aquí, entrenábamos aquí, moríamos aquí… todo para asegurar que el horror final nunca despertara.
Kael trago saliva.
—¿Entonces qué pasó? ¿Por qué ya no quedan más de ustedes?
Selene bajó la mirada por un momento. No era tristeza lo que mostraba, sino culpa.
—Un traidor.
Uno de los nuestros rompió parte del sello.
La corrupción se extendió como fuego. Algunos caballeros se transformaron en bestias, otros… simplemente se dejaron morir. Solo unos pocos escapamos.
Yo fui una de ellos.
—¿Cómo escapaste? —preguntó Darik, entre sorprendido y tenso.
—Sellé mi propio corazón con una runa vinculante —dijo mientras tocaba el centro de su pecho, donde brilló un tenue resplandor azul—. Eso impide que la corrupción me toque… pero también me quita algo cada día.
Avarn asintió lentamente, como si entendiera más de lo que decía.
—Estás muriendo desde entonces.
Selene sonrió con amargura.
—Sí. Pero aún me queda tiempo para cumplir lo que juré:
matar al traidor y terminar lo que mi orden empezó.
Kael sintió un escalofrío.
—¿Y sabes dónde está ese traidor?
Selene detuvo su paso.
Señaló el descenso oscuro que aguardaba al final del pasillo.
—Más abajo. Mucho más abajo. Cada piso que bajan… nos acerca a él.
Pero antes…
Sacó su espada lentamente.
El brillo azul iluminó el techo corrompido, donde sombras se movían como insectos.
—…tendremos que sobrevivir al guardián de este piso.
Un rugido surgió desde lo profundo, como si algo enorme hubiese despertado.
El suelo vibró.
Los muros temblaron.
Y un viento caliente sopló desde la oscuridad.
Darik alzó su escudo con rapidez.
—¡Eso viene hacia aquí!
Avarn ajustó su agarre sobre el arma.
—Prepárense. No será un simple monstruo.
Kael sintió su corazón acelerar… pero esta vez no por miedo.
Por primera vez, podía sentirlo:
era parte de un grupo, parte de una historia más grande.
Selene avanzó al frente, con paso firme.
—Cuando lleguemos al jefe del piso… no retrocedan.
Ese monstruo fue creado a partir de los caballeros caídos de mi orden.
Es mi responsabilidad enfrentarlo…
Miró a Kael, Darik y Avarn.
—…pero su destino también será decisión de ustedes.
El rugido volvió, más cercano.
Más fuerte.
Kael tragó saliva y levantó su espada.
—Entonces vamos.
No pienso dejar que mueras sola.
Selene sonrió, apenas perceptible.
—Bien dicho, Kael.
El piso entero pareció retumbar ante la llegada de la criatura.
Y juntos, los cuatro se adentraron en la oscuridad…
donde el jefe del Sexto Piso los esperaba.