El sol se alzaba en el horizonte, brillando con fuerza sobre la playa, pero Isabella no podía disfrutar de su calidez. Desde la revelación sobre el compromiso de Mateo, su mundo había cambiado radicalmente. La conexión que una vez sintió como un refugio ahora la llenaba de confusión y dolor. Mientras caminaba por la orilla, el sonido de las olas parecía burlarse de su turbulencia interna.
“¿Qué debería hacer?” se preguntó en voz alta, sintiéndose sola en su lucha. “No puedo seguir así, pero alejarme de él duele más de lo que puedo soportar.”
Con el corazón pesado, decidió que era hora de hablar con Mateo. Habían pasado días desde su última conversación y, aunque él había respetado su deseo de espacio, Isabella sabía que no podía evitar el tema por más tiempo. Era hora de tomar una decisión que definiría su futuro.
Cuando llegó a su estudio, se sentó en su caballete, pero la pintura que había comenzado no la inspiraba. Su mente estaba en otro lugar. Finalmente, tomó su teléfono y le envió un mensaje a Mateo.
"Hola, Mateo. ¿Podemos vernos hoy? Necesito hablar contigo."
La respuesta llegó rápidamente. "Claro, Isabella. ¿A qué hora?"
"A las tres en el café de la playa."
Isabella sintió un nudo en el estómago mientras se preparaba. Sabía que la conversación sería difícil, pero era un paso necesario. A medida que se acercaba la hora, su corazón latía con fuerza, y las dudas la invadían.
Al llegar al café, el aroma del café fresco y el sonido de las olas atrás la envolvieron, pero la ansiedad no la abandonaba. Se sentó en una mesa al aire libre, mirando el horizonte mientras esperaba a Mateo.
Cuando él llegó, su sonrisa iluminó el lugar, pero Isabella no podía corresponderle. “Hola, Isabella,” dijo Mateo, sentándose frente a ella. “Me alegra verte.”
“Hola, Mateo,” respondió ella, sintiendo que su voz se quebraba. “Gracias por venir.”
La tensión en el aire era palpable, y ambos sabían que había un tema importante que abordar. “¿Cómo has estado?” preguntó Mateo, tratando de romper el hielo.
“Ha sido difícil,” admitió Isabella, sintiendo que el nudo en su garganta se apretaba. “Desde nuestra última conversación, he estado pensando mucho en lo que significa todo esto.”
Mateo la miró, sintiendo que la preocupación se apoderaba de él. “Yo también he estado pensando en nosotros. Quiero que sepas que mi compromiso no cambia lo que siento por ti.”
“Pero sí lo hace,” interrumpió Isabella, sintiendo que la frustración la embargaba. “No puedo ignorar que hay otra persona en tu vida. Eso lo cambia todo.”
Mateo se quedó en silencio, sintiendo que las palabras eran más pesadas de lo que había anticipado. “Lo sé. Pero no quiero perder lo que tenemos. Eres importante para mí, Isabella.”
Isabella sintió una punzada en el corazón. “¿Y qué hay de lo que yo quiero? No puedo seguir aquí, sintiéndome como una opción secundaria. Necesito ser honesta conmigo misma.”
“Lo entiendo,” dijo Mateo, sintiéndose angustiado. “Pero no quiero que te alejes. Lo que hemos compartido ha sido especial, y no quiero perderlo.”
“¿Y qué pasa si eso significa perderme a mí en el proceso?” preguntó Isabella, su voz temblando. “No quiero ser una parte de tu vida que siempre esté en la sombra. Necesito claridad.”
Mateo tomó un respiro profundo, sintiendo que la presión aumentaba. “Isabella, no quiero que tomes una decisión apresurada. Estoy atrapado entre mis sentimientos por ti y mis responsabilidades. No sé qué camino tomar.”
“Quizás eso es exactamente lo que necesito,” respondió Isabella, sintiendo que las lágrimas comenzaban a asomarse. “Un tiempo para pensar, para aclarar mis sentimientos. No puedo estar en una relación que siempre será un secreto o una carga.”
“¿Estás diciendo que quieres alejarte?” preguntó Mateo, su voz llena de desánimo.
“Quizás sí,” admitió Isabella, sintiendo que el dolor era abrumador. “No quiero perderme en este amor que no puede ser completo. Necesito proteger mi corazón.”
Mateo la miró, sintiendo que el mundo se desmoronaba a su alrededor. “Isabella, no quiero perderte. Eres la persona más increíble que he conocido, y no quiero que esto sea un adiós.”
“Pero si no puedo tenerte completamente, ¿qué sentido tiene seguir adelante?” preguntó Isabella, sintiéndose atrapada en un torbellino de emociones. “No puedo ser la persona que te espera mientras tú estás atado a otra.”
“Entiendo,” dijo Mateo, sintiendo que la tristeza lo envolvía. “Pero también quiero que sepas que lo que siento por ti es real. No quiero que pienses que no importa.”
“Lo sé,” respondió Isabella, sintiéndose conmovida. “Pero necesito tiempo para descubrir lo que quiero. No puedo seguir así, en esta incertidumbre.”
“Entonces, ¿qué hacemos ahora?” preguntó Mateo, sintiéndose impotente. “¿Debo dejarte ir?”
Isabella sintió que su corazón se rompía. “No quiero que esto termine. Pero también sé que necesito protegerme. Quizás un tiempo separados nos ayude a ambos a entender lo que realmente queremos.”
Mateo asintió, sintiendo que la tristeza lo invadía. “Si eso es lo que necesitas, lo entenderé. Pero quiero que sepas que siempre estaré aquí para ti. No importa lo que pase.”
“Y yo para ti,” dijo Isabella, sintiéndose conmovida. “Esto no es fácil, pero creo que es lo mejor para ambos.”
Ambos se miraron en silencio, sintiendo el peso de la decisión que estaban tomando. El café y el mar se desvanecieron en el fondo mientras se concentraban en su mundo.
“Quizás deberíamos tomar un tiempo sin vernos,” sugirió Isabella, sintiendo que era lo más sensato. “Necesito un espacio para reflexionar.”
“Lo haré,” prometió Mateo, sintiéndose triste. “Pero quiero que sepas que siempre estaré aquí si decides volver. Eres una parte importante de mi vida.”
“Lo sé,” respondió Isabella, sintiéndose aliviada pero triste. “Esto no es fácil para mí, ni para ti. Pero creo que es necesario.”