Ecos del Corazón Sombrío

Susurros de la Sombra

La mañana siguiente llegué a mi casa con la mente nublada, como si hubiera estado bajo un hechizo. No podía quitarme la sensación de que algo en mí había cambiado para siempre, algo que no podía comprender, pero que era tan real como el aire que respiraba. Cada rincón de la casa me parecía extraño, ajeno. Como si la vida siguiera su curso, pero yo ya no formaba parte de ella.
A pesar de que las horas pasaban, mi mente no dejaba de regresar a esa figura, a esos ojos brillantes, a su toque. Algo dentro de mí, una voz que no lograba identificar, me decía que él estaba cerca. Que no se había ido. Pero cuando me miraba en el espejo, veía una chica normal, una chica perdida en su vida, atrapada en la rutina. Nada parecía real, pero todo lo era.
Y entonces comenzaron los susurros.
Al principio, fueron solo fragmentos, como si alguien murmurara a lo lejos, algo que no lograba entender. Pensé que era el estrés, tal vez una consecuencia de no haber dormido bien, pero cada noche se intensificaban. A veces, despertaba en medio de la noche, el sonido de voces cercanas que no venían de nadie en la habitación. Otras veces, las sombras en mi habitación parecían moverse por su cuenta. No eran sombras comunes. No eran normales. Había algo… vivo en ellas.
La inquietud me devoraba, pero, al mismo tiempo, había algo fascinante en todo eso. Era como si cada susurro, cada sombra, me acercara más a él, al lugar que me esperaba. No entendía lo que sucedía, pero no podía evitar sentir que mi alma ya no me pertenecía. Él, esa presencia, lo estaba reclamando todo.
Comencé a escuchar su voz, suave, pero firme, dentro de mi cabeza. “Ven a mí”, decía. Las palabras no eran solo un mandato. Eran un llamado profundo, un anhelo imposible de ignorar. Cada vez que me acostaba, sentía que él estaba allí, al borde de mis pensamientos, esperando que lo llamara. “Ven a mí”, repetía, y aunque temía, no podía rechazarlo.
En mi mente, sentía que algo dentro de mí estaba despertando. Era como si una puerta secreta en mi alma se abriera lentamente, y las sombras que ahora me rodeaban no fueran más que una extensión de esa oscuridad que estaba comenzando a descubrir. ¿Era él el que me estaba llamando, o era yo quien deseaba ir hacia él?
No sabía cómo detenerlo. No quería detenerlo. El miedo se desvanecía, reemplazado por una necesidad profunda de comprender todo lo que estaba sucediendo. Sabía que no podía regresar a mi vida anterior. El viaje había comenzado, y ahora solo quedaba seguirlo, dondequiera que me llevara.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.