La invitación llegó esa misma noche, pero no como algo físico. No fue una carta ni un mensaje. Fue una sensación. La sensación de que había algo más allá de lo que conocíamos, algo que esperaba ser descubierto. Y aunque el miedo me recorría, algo en mi interior, esa chispa de curiosidad y deseo, me impulsó a seguirlo.
Lian me llevó a un lugar oculto, un laberinto en el que las paredes parecían moverse, como si estuvieran vivas. Las sombras se retorcían, y a cada paso, sentía que el terreno debajo de mis pies cambiaba. Era un lugar fuera del tiempo, un lugar donde nada parecía tener sentido, pero todo tenía un propósito.
“Este es el Laberinto de los Deseos”, dijo, su voz resonando con una gravedad que me hizo temblar. “Cada uno de nosotros tiene un deseo profundo, un anhelo oculto en lo más profundo de su alma. Y este lugar revela esos deseos, para bien o para mal.”
Mi corazón latía con fuerza. La pregunta era: ¿estaba preparada para enfrentar lo que deseaba realmente?