Ecos del Invierno

Capitulo 6: Lo que no se dice

El aula estaba en silencio.
No había clase esa tarde. El profesor Kim se había retirado temprano —algo inusual pero no cuestionado—, dejando una tarea para la próxima sesión. Los demás alumnos se habían ido también, sin mucha conversación, como si una bruma espesa envolviera sus pensamientos.
Solo quedaban Hae-won y Joo-ri.
Ella permanecía sentada, con los codos apoyados en el pupitre, la mirada fija en la nada. A su alrededor, la quietud del aula era tan perfecta que parecía muerta.
Hae-won fingía revisar su cuaderno, aunque no leía nada. Solo la observaba.
—¿Estás bien? —preguntó con voz suave.
—Depende de lo que signifique "bien" aquí —respondió ella, sin mirarlo.
Hae-won cerró su cuaderno. El sonido seco del papel rompió el silencio como un cuchillo.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Ya lo hiciste.
—Entonces... ¿puedo preguntarte otra cosa?
Esta vez ella sí lo miró. Sus ojos estaban enrojecidos, pero no por llanto. Más bien por cansancio, por contenerse.
—Depende de la pregunta.
Hae-won respiró hondo.
—Tú no actúas como los demás.
Joo-ri no respondió al instante. Bajó la mirada y jugueteó con un hilo suelto del uniforme.
—¿Y cómo actúan los demás?
—Como si... no sintieran nada. Como si fueran personajes que alguien escribió y ellos simplemente obedecieran.
Un pequeño temblor recorrió las manos de Joo-ri.
—¿Y tú?
—Yo sé que esto no es real —confesó Hae-won—. Sé que algo está mal. Pero no sé qué es. No sé cómo llegué aquí, ni desde cuándo estoy atrapado en esta rutina.
—No digas esa palabra —susurró ella—. No la digas.
—¿Cuál? ¿"Atrapado"?
Ella negó lentamente con la cabeza. Se acercó a él apenas unos centímetros, y bajó aún más la voz.
—Todo lo que decimos, todo lo que hacemos, es observado. Lo sabes, ¿verdad?
—Lo imagino.
—No lo imaginas —murmuró—. Lo sabes. Solo que no quieres admitirlo. No del todo.
—Entonces dime tú.
Joo-ri dudó. Miró la pizarra, como si buscara cámaras invisibles. Luego desvió la vista al techo.
—Yo... no soy nueva aquí. O sí, pero no de la forma en que crees.
—¿Qué quieres decir?
—A mí me "transferieron" a este colegio. Así me dijeron. Pero antes estuve en otro lugar. Otro escenario —dijo esa última palabra con una amargura profunda—. Un apartamento. Una familia falsa. Como esta. Como todos.
Hae-won sintió un escalofrío recorrerle el cuello.
—¿Recuerdas tu vida antes?
—Sí —dijo ella, bajando la voz aún más—. Y también recuerdo cómo terminó. Recuerdo cómo me quitaron todo. Mi verdadero nombre. Mi familia. Mi colegio. Mi ciudad. Y luego... me metieron en un guion.
—¿Un guion?
Ella lo miró fijamente.
—¿Nunca lo sentiste? Como si todos estuviéramos en una serie. Como si cada uno tuviera un papel que repetir una y otra vez. La hija adorable. El hijo rebelde. El abuelo sabio. El nerd, el gracioso, el profesor amable…
—...la chica lista y perfecta.
Joo-ri sonrió apenas.
—Sí. Esa.
—Pero tú no puedes fingirlo bien, ¿verdad?
—No. Porque yo aún me acuerdo de lo que se siente ser real.
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Ambos se quedaron en silencio. No había campana. Nunca había timbres. Solo terminaban la jornada cuando alguien decía que era hora de irse. Otro detalle artificial que los rodeaba.
Hae-won se inclinó ligeramente hacia ella, con el corazón latiéndole más rápido de lo normal.
—¿Alguna vez intentaste escapar?
—No —respondió con dureza—. Pero vi lo que le hicieron a alguien que lo intentó.
—¿A quién?
—No sé su nombre. Estaba en mi escenario anterior. Un “hermano mayor”. No real. Pero... lo arrastraron fuera. A la fuerza. Y después de eso, desapareció. Lo borraron de todos los “recuerdos” del guion.
—¿Crees que está muerto?
—No —susurró—. Creo que está en otro escenario.
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Cuando salieron juntos del aula, la “luz natural” no había cambiado. Siempre era tarde, pero no oscurecía nunca. El mismo frío, la misma bruma. Afuera, ni un sonido. Ni un coche. Ni pasos. Solo el camino que los llevaba de regreso a sus respectivas casas... falsas.
—Hae-won —dijo Joo-ri antes de separarse—. No le digas a nadie lo que te conté. Ni siquiera a los demás del aula. Por ahora, no confíes en nadie.
—¿Y tú?
Ella se giró para mirarlo por última vez.
—Yo estoy rota. Pero tú aún no. Eso es útil.
Y se fue.
Él se quedó solo.
Mirando la nada.
Sabiendo que, en ese momento, alguien, en algún lugar… estaba tomando nota de cada palabra.




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