Ecos del multiverso: El camino del guardián

Capitulo 1- Ecos de lo desconocido

El aire crepitaba con energía mientras Eldric caminaba por las ruinas de un mundo moribundo. Fragmentos de estructuras flotaban en el vacío, restos de una civilización que alguna vez había prosperado. Su rostro estaba marcado por la fatiga, pero sus ojos brillaban con determinación.

—Llego tarde —murmuró para sí mismo, su voz flotando en el silencio inquietante.

Sacó un pequeño dispositivo de su abrigo, el cual emitió una tenue luz azul. Al mirar el holograma, observó cómo las líneas de energía intermitentes se entrelazaban. Una de ellas parpadeaba con una intensidad inquietante, tan fuerte que parecía querer tragar la luz misma.

—Ella sigue en movimiento...

Guardó el dispositivo con rapidez y alzó la vista. Las estrellas en el cielo oscuro parecían alinearse de una manera extraña, como si un hilo invisible las conectara. Un hilo que se había comenzado a deshacer.

El rostro de Eldric se endureció. Sabía que lo que estaba en juego era más grande de lo que cualquier civilización podría comprender. La presencia de ella estaba involucrada, y aunque aún no entendía su papel, sabía que el equilibrio de los mundos descansaba en las manos equivocadas.

Desde la oscuridad, el sonido del crujir de los edificios quemados era ensordecedor. Las llamas devoraban las estructuras mientras la figura encapuchada corría entre las sombras. La ciudad que había llamado hogar ardía, y nadie sabía por qué. Un caos inexplicable se había desatado y con el, una sensación creciente de que el tiempo mismo se había vuelto impredecible.

Se deslizó entre dos callejones estrechos y contuvo la respiración. Pasos resonaron cerca. Un grupo de soldados con armaduras negras inspeccionaba la zona. La figura los observó con cautela desde su escondite, su corazón latiendo fuerte.

—No puede haber ido lejos —dijo uno de ellos.

No fue mi culpa. No entiendo por qué me siguen.

Apretó los puños, ignorando la voz que la instaba a huir más rápido. Aunque lo deseaba, algo dentro de ella la mantenía firme, como si el destino de todo estuviera a punto de cambiar.

En ese instante, una sensación la envolvió, una certeza de que el futuro estaba a punto de volverse aún más incierto. Algo —o alguien— estaba en su camino.

El eco de pasos apresurados resonaba entre los edificios derrumbados. Sentía su respiración agitada, el ardor en sus piernas y la presión en su pecho, pero no podía detenerse. No ahora.

Detrás de ella, las sombras de sus perseguidores se deslizaban entre los escombros. No sabía cuántos eran exactamente, pero los había escuchado. Voces bajas, órdenes cortas. Sabían que estaba ahí.
Un disparo rompió el silencio, impactando contra una pared destrozada a su lado. Se encogió, esquivando instintivamente mientras seguía corriendo.

No puedes dejar que te atrapen.
Giró bruscamente en una calle estrecha, con el corazón golpeando en su pecho. Pero entonces, de frente, vio la silueta de un hombre..

No uno de ellos.

Una silueta solitaria de pie entre los escombros, inmóvil, como si nada de aquello le afectara. Llevaba una gabardina oscura que se movía levemente con el viento caliente.

La capucha le cubría el rostro por completo, dejando ver solo una sombra donde deberían estar sus ojos. No parecía afectado por el fuego ni por el humo. Había algo en su postura —recta, serena, casi desafiante— que no encajaba con el desastre a su alrededor. Como si no perteneciera a ese lugar… o como si el caos mismo se apartara de él.

El extraño no dijo nada. Se limitó a observarla, con una calma que contrastaba con el desastre que los rodeaba. Su abrigo ondeaba con el viento cargado de cenizas, y por un momento, ella pensó que podía oír el tiempo detenerse.
No sabía quién era, pero algo en él le decía que no estaba allí por casualidad.

—¿Otra vez corriendo? —preguntó el hombre de la gabardina oscura.

Apretó los dientes.

—¡Muévete! — Gritó.

Él no se movió.

—Si sigues corriendo en esa dirección, te atraparán en un callejón sin salida.
Ella se detuvo en seco. Miró a su alrededor, luego a él.

—¿Cómo lo sabes?

Él solo sonrió.

Los pasos detrás de ella se acercaban. No tenía tiempo.

—¡Maldición! —exclamó.

Él levantó una ceja.

—Yo que tú confiaría más en mi instinto. Y en alguien con más experiencia.

Un destello de enojo pasó por sus ojos, pero no tenía opción. No confiaba en él, pero entre él y los hombres que la perseguían, su mejor apuesta era el desconocido.

—Entonces, ¿qué sugieres? —espetó.

El señaló hacia un edificio derrumbado.

—Por ahí.

—Eso es un montón de escombros.

—¿Y crees que ellos lo revisarán?

Un nuevo disparo. La decisión ya no era suya. Se lanzó tras él.

Se escondieron en la oscuridad de un edificio a medio derrumbar. escuchó a los hombres pasar cerca, sus voces entrecortadas.

—No puede haber ido lejos.

—Revisen el sector B.

—Algo no está bien con el cielo…

El extraño se inclinó hacia ella y susurró:
—Ahí viene lo interesante.

Antes de que pudiera preguntar qué quería decir, sintió un cambio en el aire. Un sonido bajo, vibrante, como si el mundo entero estuviera respirando.

Miró hacia arriba.

Una especie de grieta flotaba sobre la ciudad en ruinas, expandiéndose con un fulgor enfermizo. Un rugido profundo resonó en el aire, pero no era un sonido común; era como si algo enorme estuviera gritando en todas direcciones a la vez, sin una boca, sin una forma.

Sintió que su cuerpo se paralizaba. No por miedo, sino por algo más primitivo. Como si su propia existencia estuviera siendo arrastrada hacia la grieta.

El hombre la tomó del brazo con firmeza.
—Si sigues mirando fijamente, te arrancará los pensamientos de la cabeza.

Su tono era ligero, casi burlón, pero sus ojos se mantenían fijos en la grieta con una seriedad que no coincidía con su voz.
Intentó apartarse, pero sus piernas apenas respondieron.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.