Ecos del multiverso: El camino del guardián

Capítulo 2 - Un mundo desconocido

El nuevo mundo los recibió con un estallido de color y sonidos extraños. Altos árboles de corteza luminosa se entrelazaban como si respiraran, y de sus ramas colgaban hojas traslúcidas que flotaban sin caer. Todo parecía vivo: el suelo palpitaba levemente bajo sus pies y un perfume dulce, desconocido, lo impregnaba todo. Ecos lejanos, susurros que no pertenecían al viento y crujidos que no nacían del bosque, les recordaban que no estaban solos. Aunque no podían verlas, sabían que había criaturas observándolos desde alguna parte.

Lyara se abrazaba a sí misma mientras caminaba, con el corazón martillando en el pecho y la piel erizada.

—Este lugar es extraño—murmuró, mirando hacia las copas de los árboles.

Un chasquido fuerte a sus espaldas la hizo girar de golpe.

—¡¿Escuchaste eso?!

Eldric se carcajeó sin freno, como si todo fuera parte de una broma interna.

—Claro que lo oí. Es buena señal. Estamos cerca del portal.

—¡¿Cerca de qué?! ¿¡Por qué te estás riendo?!

—Porque si nos siguen, es que vamos por el camino correcto.

—Te odio tanto —dijo Lyara apretando los dientes, con los nervios al límite.

—Ya me lo habías dicho —respondió él, aún riendo, mientras echaba a correr entre los árboles.

La oscuridad cayó sobre ellos de golpe. El cielo, que antes estaba cargado de una tenue luz gris, se tornó de un negro profundo, como si una capa de sombra hubiera descendido repentinamente sobre el bosque. El aire se volvió frío y denso, y la visión de Lyara se redujo a una neblina espesa que parecía envolver todo a su alrededor. El resplandor de las estrellas se desvaneció, y la luna, si es que estaba allí, quedó oculta detrás de un manto de nubes negras.

Lyara dio un paso atrás, mirando frenéticamente a su alrededor, su respiración se volvía más agitada a medida que la oscuridad avanzaba, cubriéndolo todo. Las sombras de los árboles tomaban formas extrañas, como si de repente quisieran devorarla.

—Esto no es normal... —murmuró, asustada, mientras trataba de mantener la calma. Sus manos temblaban y su corazón latía con fuerza.

Eldric, sin embargo, no parecía perturbarse en lo más mínimo. Estaba de pie, con las manos en los bolsillos de su gabardina, observando el horizonte como si nada fuera extraño.

—Relájate —dijo con voz tranquila, como si lo que sucediera fuera lo más común del mundo—. No todos los mundos son iguales. Algunos se rigen por leyes diferentes.

Lyara frunció el ceño, aún mirando con desconfianza el entorno que se volvía cada vez más oscuro y opresivo.

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó, su tono cargado de incredulidad. No podía creer que él estuviera tan calmado ante lo que sucedía.

Eldric la miró con una ligera sonrisa en su rostro, como si estuviera contando un chiste privado.

—Algunos mundos siguen sus propias reglas, Lyara. Las leyes del tiempo, la luz, la oscuridad... todas son flexibles aquí. Y créeme, esto es solo el principio.

La risa de Eldric, casi burlona, solo sirvió para intensificar el miedo que comenzaba a apoderarse de ella. El aire parecía cada vez más denso, y el espacio alrededor de ellos parecía desmoronarse, deformándose con una presión insoportable. El tiempo ya no tenía sentido, y el silencio se sentía espeso, inquietante.

—Tenemos que movernos ya —dijo Eldric, sin prisa, comenzando a caminar de nuevo mientras el paisaje alrededor de ellos se distorsionaba más y más—. No te preocupes por lo que no entiendes, solo sigue el camino. El portal está cerca.

Lyara lo siguió a regañadientes, pero la sensación de estar atrapada en un mundo que no comprendía la aterraba aún más. Algo no estaba bien, pero no podía permitirse dudar. Tenía que seguirlo, aunque el miedo se acumulaba en su pecho y las sombras comenzaban a susurrar a su alrededor.

De repente, el silencio fue quebrado por un sonido inconfundible: un crujir de ramas y hojas secas, seguido por el golpeteo pesado de algo que corría a gran velocidad. Lyara se detuvo en seco, sus ojos buscando frenéticamente el origen del ruido, pero la oscuridad lo había tragado todo. Algo se movía rápido entre los árboles, algo grande, y el sonido de sus pisadas resonaba como un trueno distante.

—¿Qué es eso? —preguntó, con la voz entrecortada por el miedo, sin poder evitar mirar hacia atrás.

Eldric, por supuesto, no parecía alarmado. Su rostro permaneció inexpresivo, como si estuviera acostumbrado a ese tipo de situaciones.

—Es una de las criaturas que habita este mundo —respondió con una calma que irritaba a Lyara—. Y está bastante cerca. Corre.

El pánico comenzó a invadirla, pero Eldric ya había comenzado a moverse, con pasos largos y rápidos, sin dudar un solo momento. Lyara lo siguió, el miedo haciendo que sus piernas se movieran más rápido de lo que pensaba posible. El rugido de la bestia detrás de ellos se hacía más fuerte, más cercano, como si la criatura estuviera arrasando con todo a su paso. El sonido de sus patas golpeando el suelo resonaba como un tambor de guerra, cada vez más rápido y ensordecedor.

—¿¡Qué demonios es eso!? —exclamó Lyara, quemando sus pulmones por el esfuerzo.

—¡No lo sé! —gritó Eldric, sin volverse, pero sus ojos destellaron con una chispa de diversión—. ¡Solo corre!

El suelo temblaba bajo sus pies mientras las ramas y las hojas crujían con el avance de la bestia. Lyara podía sentir la presencia de algo enorme, algo que se acercaba a gran velocidad, como una sombra voraz que quería engullirlos. La adrenalina la empujaba a seguir corriendo, pero su cuerpo no podía ir más rápido. Las piernas le ardían y su respiración se volvía cada vez más errática, pero no se atrevió a mirar atrás.

Entonces, de repente, una luz apareció frente a ellos: un portal, flotando en el aire como una rendija entre dos mundos. Eldric no hizo pausa. Sin dudarlo ni un segundo, saltó hacia el portal, atravesándolo con facilidad, y Lyara lo siguió, lanzándose a través del brillo cegador.




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