Ecos del multiverso: El camino del guardián

capítulo 3 - Huellas en un nuevo mundo

El sonido se repitió.

Leve, distante.

Pero suficiente para que Lyara sintiera un escalofrío recorriéndole la espalda.

Eldric se tensó levemente a su lado, pero su expresión no cambió.

-Nos encontraron -murmuró, su tono más curioso que preocupado.

Lyara entrecerró los ojos. El silencio del lugar era demasiado denso, demasiado perfecto.

Algo estaba mal.

Un nuevo sonido, esta vez más claro. Un roce contra la piedra.

Su mandíbula se apretó.

-No corras -susurró Eldric sin mirarla.

Por un segundo, pensó que hablaba en broma. Pero su tono era serio.

Una figura emergió de entre los escombros.

Lyara se preparó para lo peor.

Pero no era un monstruo.

Era humano.

El hombre era alto, delgado y cubierto con telas gruesas y polvo. Llevaba un rifle viejo colgado del hombro y tenía los ojos entrecerrados, observándolos con cautela.

Lyara notó que no estaba solo.

Las sombras entre los edificios derruidos cobraron vida. Más personas salieron de sus escondites, todas armadas.

En cuestión de segundos, estaban rodeados.

Nadie habló.

El hombre del rifle los analizó en silencio antes de dar un paso adelante.

-¿Quiénes son?

Lyara no se movió. No quería parecer una amenaza.

-Solo viajeros -respondió, su voz firme-. No buscamos problemas.

El hombre la miró fijamente.

Luego, su atención pasó a Eldric.

-¿Y tú?

Eldric sonrió levemente, como si todo esto le pareciera entretenido.

-No suelo responder preguntas de desconocidos.

Lyara casi le pisa el pie. ¿Por qué tenía que ser así de provocador?

El hombre del rifle no reaccionó. Pero Lyara notó cómo varios de los suyos apretaron más sus armas.

El líder suspiró.

-Vengan con nosotros.

No tenían opción. Lyara intercambió una mirada rápida con Eldric antes de seguirlos.

A los pocos minutos llegaron a un asentamiento, más grande de lo que Lyara habría pensado.

No era solo un grupo de sobrevivientes escondidos en ruinas. Era una comunidad.

Había casas improvisadas construidas entre los restos de edificios. Cuerdas y lonas colgaban sobre las calles de piedra agrietada, creando refugios improvisados. El aire olía a fuego, carne asada y metal oxidado.

Pero lo que más la sorprendió fue la gente.

Niños jugaban con muñecos de trapo y bloques de madera. Un anciano tallaba algo con una navaja pequeña, murmurando una canción.

Había familias.

Lyara sintió un nudo en el pecho.

Era demasiado parecido a casa.

A lo que alguna vez fue su mundo.

Pero apartó ese pensamiento de inmediato. Este lugar caería, como todos los demás.

-Vaya, esto es acogedor -comentó Eldric con su tono ligero, pero Lyara notó cómo observaba cada rincón con detenimiento.

Él también estaba analizando todo.

El hombre del rifle los llevó a lo que parecía una de las estructuras más estables. No era más que una antigua tienda de piedra reforzada con metal y madera.

Adentro, una mesa de madera vieja servía como punto de reunión.

-Siéntense -ordenó el hombre, pero no sonaba hostil.

Eldric no necesitó que se lo dijeran dos veces. Se dejó caer en una silla, relajado, como si estuviera en una taberna y no en una comunidad que claramente no confiaba en ellos.

Lyara permaneció de pie.

El hombre suspiró.

-Soy Kael.

El líder de esta comunidad.

-Sabemos que no son de aquí -continuó-. No hay viajeros en este mundo. No hay salidas. Y, sin embargo, ustedes aparecieron.

Lyara sintió una punzada de incomodidad.

Él no estaba preguntando. Estaba afirmando.

-Tal vez tuvimos suerte -respondió Eldric con ligereza.

Kael lo miró fijamente.

-¿Suerte?

-A veces pasa.

Kael no parecía convencido, pero no insistió.

-No nos importa de dónde vienen. Lo que queremos es información. Sabemos que la grieta ha destruido otras zonas en este mundo, pero no sabemos por qué. Queremos respuestas.

Lyara miró a Eldric. ¿Qué tanto sabía realmente sobre la grieta?

Pero, como siempre, él solo sonrió.

-Podemos hablar de eso. Pero antes... ¿dónde podemos descansar?

Kael exhaló lentamente.

-Esta noche dormirán aquí. Mañana hablaremos.

Había desconfianza en su voz, pero también esperanza.

Lyara lo entendió.

Este lugar estaba en las últimas.

Ellos solo querían una oportunidad para sobrevivir.

El líder los dejó y salió de la habitación, dejando solo a unos cuantos guardias afuera.

Lyara pasó una mano por su cabello, cansada. No quería estar aquí.

Eldric, en cambio, parecía cómodo.

-Buen sitio, ¿no crees? Dijo en cuanto iban saliendo de la sala.

Lyara lo fulminó con la mirada.

-No.

Eldric sonrió, pero no dijo nada más.

Fue entonces cuando alguien más llegó.

-Hola.

Lyara se giró de inmediato.

En la entrada, con una sonrisa relajada y ojos brillantes, estaba una chica un poco más joven que ella.

Cabello oscuro, mirada curiosa, expresión amistosa.

-Soy Sian.

Lyara la miró en silencio.

No sabía por qué, pero algo en ella le resultaba familiar.

Sian inclinó la cabeza.

-Y tú eres alguien que no confía en nadie.

El sol difuso pintaba el cielo con tonos apagados mientras Lyara caminaba por el asentamiento. El lugar tenía vida, pero ella aún no confiaba en él.

-Hoy tienes cara de que planeas huir -comentó Sian a su lado.

Lyara la miró de reojo. No recordaba haberla invitado a acompañarla, pero ahí estaba, siguiéndola como si fueran amigas de toda la vida.

-No tengo cara de nada.

-Sí que la tienes -insistió Sian, con una sonrisa despreocupada-. Pero tranquila, no voy a delatarte.

Lyara suspiró. No tenía caso discutir.

Pasaron el día recorriendo el asentamiento.

Sian la llevó con un anciano que tallaba figuras en madera.




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