Lyara aún seguía atrapada en sus pensamientos tras la conversación del día anterior. Había demasiadas dudas flotando en su mente, pero algo estaba claro: no podía quedarse de brazos cruzados. Necesitaba descubrir quién era realmente Eldric, qué significaba para la gente de Ciudad Refugio.
Se hospedaban en un edificio que, a diferencia del resto de la ciudad, mostraba signos de antigüedad. Eldric no había aparecido en toda la mañana, algo que Lyara agradeció. No se sentía preparada para enfrentarlo. Era demasiada información para procesar.
No podía estarse quieta. La ansiedad la impulsaba. Las grietas, los viajes entre mundos, las verdades y medias verdades de Eldric… nada dejaba de dar vueltas en su cabeza. Y hasta no entender la magnitud de lo que ocurría, no podría confiar en él.
Salió a tomar aire y aprovecharía para recorrer la ciudad. Las calles de Ciudad Refugio rebosaban vida, en claro contraste con la noche anterior. Por primera vez, veía familias, niños, seres de todo tipo conviviendo. Sin duda, refugiados. Aun así, Lyara se esforzaba por no sentirse a gusto. No quería pertenecer a ningún lugar. No después de todo lo que había perdido. Aquellas personas no eran distintas a las de su mundo, Sian. Y si algo había aprendido era que todo lo que nace, eventualmente cae. Este lugar no sería la excepción, pensaba.
Su primer destino fue la biblioteca.
No era un recinto imponente, pero albergaba lo que quedaba del conocimiento sobre el multiverso, las grietas y los viajes interdimensionales. Si Eldric le había ocultado algo, esperaba encontrar pistas entre esos viejos libros.
El lugar estaba en penumbras, con estanterías repletas de volúmenes cubiertos de polvo, algunos dañados por el tiempo, otros por el olvido. Lyara caminó entre los pasillos, rozando los lomos con los dedos, como si una fuerza invisible pudiera guiarla.
Finalmente, encontró un pequeño conjunto de textos que hablaban de conexiones entre mundos y de las fuerzas que las sostenían. Uno de los párrafos llamó su atención:
> “El fenómeno llamado grieta carece de un origen claro. No hay registros precisos sobre cuándo aparecieron por primera vez, pero se presume que existen desde hace siglos, tal vez más. Se cree que son vestigios de conexiones rotas entre universos. Algunos investigadores las consideran fenómenos naturales. Otros creen que son manipulaciones, resultados de intervenciones directas. No hay consenso sobre su causa, pero sí sobre su poder: son fuentes inestables de energía. Su tamaño varía, lo cual también es un misterio. Sin embargo, todos coinciden en una cosa: la ubicación de la primera grieta, el llamado Punto Cero, se encuentra en un mundo desconocido, un lugar donde las leyes naturales comienzan a quebrarse.”
Lyara se quedó inmóvil. Algo en ese fragmento le provocó un escalofrío.
Fue entonces cuando una figura emergió tras una estantería. Tara, la líder de Ciudad Refugio, se presentó con su sonrisa tranquila, pero con una mirada que ocultaba siglos de secretos.
—¿Qué buscas aquí, joven? —preguntó, su tono amable, aunque con una sutileza que insinuaba: “Sé más de lo que imaginas”.
Lyara cerró el libro con brusquedad y la miró con recelo.
—Respuestas —dijo con frialdad—. Quiero saber más sobre las grietas… y sobre lo que realmente está ocurriendo.
Tara asintió despacio, como si hubiera estado esperando esa pregunta.
—Las grietas son mucho más que fracturas entre mundos —respondió—. Son síntomas de algo mayor, de una enfermedad en el tejido mismo de la realidad. Algunos las consideran accidentes… yo no. Creo que alguien está detrás de ellas.
Las palabras resonaron en Lyara. Y antes de poder contenerse, soltó la pregunta que más la atormentaba:
—¿Y Eldric? ¿Qué sabes de él?
Tara la observó largo rato, evaluándola.
—Eldric tiene un papel en todo esto —dijo finalmente—. Pero no lo juzgues tan rápido. Hay decisiones que no se pueden comprender sin conocer el todo. Algunos creen que las grietas son su culpa. Otros creen que puede salvarnos. La verdad... es más complicada.
Lyara sintió cómo su corazón latía con más fuerza.
—Si sabes algo más, dímelo —pidió, casi suplicante.
Tara suspiró, cruzó los brazos y se acercó un paso.
—Quizás no sea el momento de contarlo todo. Si de verdad quieres respuestas, háblalo con él directamente.
Una sonrisa extraña se dibujó en su rostro.
—Eres Lyara, ¿verdad? Eldric me habló de ti. Eres tal como dijo.
Y sin decir más, se dio media vuelta y desapareció entre los pasillos, dejando a Lyara con más preguntas que respuestas.
Esa noche, en la sala común de Ciudad Refugio, Lyara finalmente enfrentó a Eldric. Él estaba concentrado, revisando materiales y preparando lo que parecían ser coordenadas para futuros viajes. Ella se sentó frente a él en silencio.
—Eldric —comenzó con voz firme—. He estado investigando. Sé que las grietas no son un accidente. Hay algo más, algo que no me has contado. ¿Qué está pasando en realidad?
Eldric alzó la vista con serenidad.
—Lyara… Lo que te dije es cierto. Los viajes entre mundos generan consecuencias. Las grietas son el precio de esas conexiones rotas.
—¡Eso ya lo sé! —lo interrumpió—. ¡Lo que quiero saber es cómo estás involucrado! ¿Por qué nunca me dijiste que tú también formas parte del problema?
Eldric respiró profundo. Era evidente que esperaba esa confrontación.
—No todo es tan simple. He hecho cosas... sí. Pero lo hago para encontrar una solución, y a veces la única forma de lograrlo es en silencio.
Lyara se puso de pie, temblando de rabia.
—¿En silencio? —repitió Lyara, dando un paso al frente—. ¿Sigues ocultándome cosas, Eldric?
Él la observó, con comprensión en su mirada.
—Te entiendo. Y tienes razón. Pero lo que enfrentamos es mucho más peligroso de lo que imaginas. Y créeme, quería mantenerte fuera de esto.
—¿Y ahora qué? ¿Cuál es tu gran plan?