Ecos del Pasado

Capítulo 3: Ecos familiares

Alexandre Moreau

Marc y yo decidimos salir esa tarde después de clases. Londres tenía tanto por ofrecer que él insistió en mostrarme algunos de sus lugares favoritos para desconectar. Caminamos por calles llenas de vida, cruzando puentes y observando la mezcla de arquitectura antigua y moderna que daba a la ciudad un aire único. Por primera vez desde que llegué, me permití relajarme. Londres tenía esa extraña capacidad de hacerme sentir pequeño y, a la vez, lleno de posibilidades.

Marc, en su entusiasmo, me hablaba sin parar sobre cada lugar por el que pasábamos, intercalando bromas con anécdotas de su vida en París.

—Así que aquí estoy, dejando de lado una ciudad tan encantadora como París para vivir en esta jungla gris y húmeda —dijo, sacudiéndose el cabello mojado después de una leve llovizna—. Pero bueno, aquí hay algo especial, ¿no crees?

—Es una ciudad increíble —asentí, admirando el paisaje mientras trataba de seguir su ritmo—. No es fácil dejar todo atrás, pero a veces es necesario.

—Amén, amigo. —Marc soltó una carcajada y me dio una palmada en la espalda—. Ahora, hablemos de cosas más interesantes. ¿Qué piensas de las chicas inglesas?

No pude evitar reír. Marc tenía una energía tan despreocupada que lograba aliviar mis tensiones, pero su pregunta me recordó que había venido a Londres para dejar el pasado atrás, no para pensar en relaciones o distracciones.

—No he tenido tiempo de pensarlo —respondí, encogiéndome de hombros—. Estoy aquí para estudiar, no para distraerme.

Marc soltó un suspiro exagerado y negó con la cabeza, en broma.

—Eres un caso perdido, Alexandre. ¿No te das cuenta de que estudiar es solo una parte? La vida no es solo trabajo y estudios. Relájate un poco, Londres está llena de sorpresas. —Hizo una pausa, mirando hacia el otro lado de la calle, y su rostro se iluminó—. Como esa.

Seguí su mirada y ahí estaba ella: la chica del otro día, Valérie Dupont, caminando hacia nosotros. Su cabello castaño claro caía sobre sus hombros, y sus ojos verdes observaban el entorno con una especie de tranquilidad despreocupada. Algo en ella parecía fuera de lugar, como si perteneciera a otra época o incluso a otro lugar. Sentí un nudo en el estómago, aunque no entendía del todo por qué.

—Valérie, ¡qué coincidencia! —exclamó Marc, agitando la mano para llamarle la atención.

Ella se detuvo y nos miró con una leve sonrisa antes de acercarse. Su mirada, profunda y analítica, se posó en mí por un instante, lo suficiente para hacerme sentir incómodo.

—Hola, Marc —saludó en un tono educado y algo distante—. Y tú eres... —hizo una pausa, esperando mi nombre.

—Alexandre —digo, tratando de mantener la calma mientras la observo de cerca, buscando algo que confirme o disipe la extraña sensación que me provocaba.

—Un placer, Alexandre —respondió, con una sonrisa breve.

Por un momento, el aire entre nosotros se volvió espeso, como si ambos estuviéramos midiendo nuestras palabras. Sentí la mirada curiosa de Marc, pero él se mantuvo en silencio, respetando la tensión inexplicable que se había instalado.

—Así que, Valérie, ¿estudias algo relacionado con el arte, verdad? —preguntó Marc, rompiendo el hielo.

—Diseño gráfico —respondió ella con serenidad, mirando a su alrededor antes de regresar su atención a mí—. Trabajo en una galería aquí en Londres, pero decidí tomar algunos cursos para mejorar mis conocimientos.

Mientras hablaba, noté ciertos gestos, una manera particular de inclinar la cabeza y de mirar que me resultaba inquietantemente familiar. Me recordaba demasiado a alguien que no quería recordar. Esa mezcla de confianza en sí misma y algo de misterio era similar a otra persona... a Chantal.

Intenté mantenerme en control, pero una parte de mí se preguntaba si Marc había notado mi incomodidad.

—Londres es un lugar interesante para eso —digo, esforzándome por sonar casual, aunque mi mente seguía atrapada en la comparación.

Ella asintió, como si mis palabras le parecieran obvias, y durante unos segundos, ninguno de los dos dijo nada más. Marc, sin embargo, parecía no notar la tensión entre nosotros.

—Bueno, bueno —dijo él, sonriendo entre nosotros dos—. Creo que debería dejarlos para que puedan conocerse mejor, ¿verdad?

—¿Qué? No, no es necesario —respondí rápidamente, sintiendo un calor inesperado en el rostro.

Valérie soltó una leve risa, y la tensión pareció disolverse un poco. Me pregunté si era consciente del efecto que tenía en mí, aunque probablemente todo estaba en mi cabeza.

—Marc, me encantaría quedarme, pero tengo que regresar a la galería —dijo ella, consultando su reloj—. Quizás en otra ocasión.

—Claro, claro, no hay prisa —contestó Marc, dándole una mirada cómplice.

Nos despedimos, y mientras ella se alejaba, una parte de mí se quedó clavada en el lugar, observándola. Sentí que esa breve interacción había removido más de lo que quería admitir. Marc me miró con una sonrisa enigmática, y supe que ya estaba planeando algo en su mente.

—Alexandre, amigo mío, creo que esto solo acaba de comenzar —dijo, palmeándome el hombro con una risa divertida.

—No sé de qué hablas —respondí, intentando parecer indiferente.

—Oh, sí que lo sabes. Esa chica te afecta, y ni siquiera puedes ocultarlo —dijo él, aún riendo.

Quise protestar, decirle que estaba equivocado, pero la verdad era que Marc tenía razón. Había algo en Valérie que me hacía sentir en guardia, que me provocaba una sensación de déjà vu. A medida que avanzábamos por la calle, no podía dejar de pensar en su mirada, en la ligera sonrisa que parecía esconder algo más.

Me dije a mí mismo que todo esto era absurdo, que no había razón para sentirme perturbado. Sin embargo, en el fondo, sabía que esta atracción inexplicable y molesta hacia Valérie no desaparecería tan fácilmente. Algo me decía que, sin darme cuenta, acababa de abrir la puerta a algo mucho más profundo de lo que podía ver en ese momento.




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