Ecos del Pasado

Capítulo 5: Colaboración inesperada

Alexandre Moreau

La semana siguiente comenzó con una sorpresa. Justo al entrar al salón de clases, vi que el profesor Thierry Laurent ya estaba organizando las asignaciones para nuestro primer proyecto grupal del semestre. Me senté en mi lugar, sin muchas expectativas; mi plan era concentrarme en la tarea, mantenerme en mi propio espacio y no complicarme demasiado.

Sin embargo, al escuchar mi nombre junto al de Valérie Dupont, mi cuerpo se tensó. Miré hacia el lugar donde ella estaba sentada, justo al frente, con la mirada fija en el profesor, completamente tranquila. Parecía no afectarle en absoluto. En cambio, yo me sentía como si el aire hubiera cambiado de pronto, obligándome a enfrentar una situación que había intentado evitar.

Cuando la clase terminó, ella se acercó a mí con esa calma característica, como si fuera algo completamente natural que tuviéramos que trabajar juntos.

—Bueno, parece que somos compañeros —dijo Valérie, sonriendo levemente.

—Sí, parece que sí —respondí, tratando de sonar casual mientras me pasaba una mano por el cabello, incómodo por la situación.

Ella asintió y, sin perder tiempo, abrió su cuaderno y me mostró un esquema inicial de ideas para el proyecto. La claridad y la estructura de su planificación me sorprendieron; claramente, tenía una mente organizada y meticulosa, algo que no esperaba.

—Pensé que podríamos empezar definiendo algunos puntos básicos sobre el mercado objetivo —dijo, señalando las primeras líneas de su esquema—. De esa forma, podemos dividir el trabajo de manera eficiente y no perder tiempo.

—Me parece bien —respondí, aún impresionado por su enfoque directo y profesional.

Nos sentamos en una de las mesas de la biblioteca para definir las primeras fases del proyecto. A medida que discutíamos las ideas, me di cuenta de que Valérie tenía una visión creativa muy interesante. Escuchaba con atención cada cosa que decía y analizaba cada punto con una paciencia admirable, sin tratar de imponer su opinión. Me sorprendí encontrándome cada vez más cómodo en su compañía, casi como si el espacio de trabajo creara una burbuja donde el pasado y las preocupaciones personales no existían.

Sin embargo, cada vez que me sorprendía mirándola, recordaba que estaba caminando en una línea fina, intentando no dejarme llevar por mis impulsos o por la inexplicable conexión que sentía. Me recordé a mí mismo que todo esto era solo una colaboración profesional.

Después de unas horas, habíamos avanzado bastante. Nos detuvimos a tomar un breve descanso, y Valérie, casi como si intuyera algo en mi expresión, rompió el silencio con una pregunta.

—Alexandre, ¿qué te trajo realmente a Londres? —preguntó, observándome con una mirada profunda que parecía atravesarme.

Me quedé en silencio, tratando de pensar en una respuesta que fuera lo suficientemente honesta sin revelar demasiado. Hablar de Italia y del dolor de mi pasado no era algo que me sintiera preparado para compartir, menos aún con alguien que apenas conocía.

—Supongo que necesitaba un cambio de aire —respondí, intentando no revelar las emociones que ese tema me causaba—. Londres me ofreció esa oportunidad.

Valérie me observó en silencio por un momento y luego asintió, como si entendiera perfectamente. No insistió ni hizo más preguntas; simplemente cambió de tema, volviendo a la tarea en cuestión, y por primera vez en mucho tiempo, sentí que alguien realmente respetaba mis silencios sin necesidad de cuestionarlos.

El resto de la semana continuó de forma similar. Nos reuníamos en la biblioteca o en cafeterías cercanas para trabajar en el proyecto, y aunque manteníamos la conversación estrictamente profesional, notaba que cada vez era más fácil relajarme a su lado. Valérie era amable y directa, con una forma de ser transparente que me confundía. Si bien había algo en ella que me recordaba a Chantal, cada vez se hacía más evidente que era distinta. Su forma de hablar, su dedicación al trabajo, incluso sus pausas y sus silencios me daban una sensación de calma que no podía ignorar.

Un día, después de terminar una de nuestras sesiones, mientras guardaba mis notas en la mochila, me atreví a hacerle una pregunta.

—¿Y tú, Valérie? Dijiste que también viniste aquí buscando algo distinto. ¿A qué te referías?

Ella hizo una pausa, como si estuviera considerando cuánto compartir. Finalmente, me miró y sonrió con cierta melancolía.

—Supongo que vine aquí para encontrar mi propio camino, lejos de las expectativas de mi familia. A veces, crecer bajo ciertas sombras hace que busques tu propia luz —respondió, con una sinceridad que me tomó por sorpresa.

—Te entiendo perfectamente —le dije, aunque sabía que ella solo podía imaginar lo que realmente significaban esas palabras para mí.

Valérie parecía percibir mis reservas y las respetaba, y en silencio nos despedimos. Mientras caminaba de regreso a mi departamento, no podía evitar pensar en lo extraño que era sentirme tan cómodo y a la vez tan inquieto. Había intentado protegerme de todo lo que implicara abrirme a alguien, pero, de alguna forma, esta colaboración estaba llevándome por un camino que no había previsto.

Los días siguientes, el trabajo en el proyecto nos mantuvo ocupados. Ambos nos esforzábamos en perfeccionar cada detalle, y eso se convirtió en una excusa para pasar más tiempo juntos, aunque ninguno de los dos lo mencionara directamente. Sabía que ella también sentía la tensión que se formaba en esos silencios y en esas miradas que parecían decir más de lo que realmente decíamos.

Finalmente, una noche, mientras repasábamos los últimos detalles, Valérie hizo una pausa y me miró, como si quisiera decir algo que había estado reteniendo durante todo este tiempo.

—Alexandre, me alegra que hayamos tenido esta oportunidad de trabajar juntos. Eres una persona... interesante —dijo, eligiendo cuidadosamente sus palabras, como si en ellas escondiera algo más.




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