Valérie Dupont
La relación con Alexandre había cambiado desde aquella primera conversación en la cafetería. Con cada encuentro, sentía que me acercaba más a él, y al mismo tiempo, que él retrocedía cada vez que algo lo hacía sentir vulnerable. Había momentos en los que parecía abrirse, en los que su mirada y sus palabras sugerían que había algo mucho más profundo de lo que mostraba. Sin embargo, apenas cruzábamos esa línea, volvía a levantar sus defensas.
Hoy nos habíamos reunido para revisar los detalles finales del proyecto, y aunque intenté mantenerme enfocada, algo en mí no podía dejar pasar esta ocasión para resolver lo que me estaba carcomiendo por dentro. A medida que trabajábamos en silencio, observé cómo él mantenía esa distancia calculada, como si temiera que una conversación más íntima pudiera desmoronar la barrera que tanto se esforzaba en mantener.
Finalmente, no pude contenerme más.
—Alexandre, ¿podemos hablar? —pregunté, interrumpiendo el silencio que nos envolvía.
Él levantó la vista, claramente sorprendido, pero no dijo nada, esperando a que continuara.
—Sé que hemos intentado mantener todo esto en un plano profesional, y creo que hemos hecho un buen trabajo —empecé, eligiendo cuidadosamente mis palabras—. Pero tengo la impresión de que hay algo más que te preocupa, algo que intentas esconder.
Alexandre desvió la mirada, y por un instante, pensé que ignoraría mi comentario. Sin embargo, después de unos segundos, volvió a mirarme, con una expresión que no había visto en él antes: una mezcla de cansancio y, quizás, de dolor.
—Valérie, es complicado —dijo, con ese tono cauteloso que siempre usaba cuando algo lo incomodaba.
—Lo sé —respondí, tratando de suavizar mi tono—. Pero, ¿por qué no intentas confiar un poco en mí? No quiero forzarte, solo… creo que podríamos entendernos mejor si fueras más honesto.
Hubo un silencio, uno de esos momentos en los que parecíamos estar midiendo cada palabra, cada gesto. Alexandre me miró como si estuviera debatiéndose entre abrirse o alejarse definitivamente. Por un segundo, pensé que lo había perdido, que la distancia entre nosotros era demasiado grande. Pero entonces, algo en él pareció ceder.
—No es fácil, Valérie. Algunas cosas no se cuentan tan fácilmente —admitió, su voz apenas un susurro.
Sentí un nudo en el estómago, pero también una chispa de esperanza. Tal vez, esta vez, lograría que se abriera, que compartiera al menos una pequeña parte de ese pasado que parecía atormentarlo. Inspirada por ese atisbo de vulnerabilidad, decidí dar un paso más.
—Entiendo que tengas tus reservas —dije, intentando ser tan honesta como él me permitiera—. Yo también tengo cosas de las que no me gusta hablar. Pero… siento que estás huyendo de algo, de alguien, y que esa persona te dejó heridas que aún no sanan.
Alexandre me miró con una mezcla de asombro y desconfianza. Su mandíbula se tensó y vi cómo apretaba los puños, como si mi comentario hubiera tocado un nervio que él quería proteger a toda costa.
—¿Qué sabes tú sobre eso? —preguntó, su voz baja pero cargada de una intensidad que no había escuchado en él antes.
Su reacción me tomó por sorpresa, pero me obligué a mantener la calma. Había llegado demasiado lejos para retroceder ahora.
—No lo sé todo, Alexandre. Pero es evidente que hay algo que te afecta, algo de lo que no puedes escapar —le dije, tratando de sonar comprensiva, aunque por dentro sentía una mezcla de ansiedad y frustración.
Hubo otro largo silencio. Finalmente, él suspiró y bajó la mirada, como si estuviera dándose por vencido. Por un instante, vi en él una expresión de vulnerabilidad que me conmovió profundamente.
—Está bien, tal vez mereces saber algo —dijo finalmente, con una voz cargada de resignación.
Mi corazón se aceleró, y lo miré, conteniendo la respiración mientras él parecía debatirse entre seguir adelante o retroceder. Sin embargo, cuando abrió la boca para hablar, su teléfono sonó de repente, rompiendo la tensión del momento. Alexandre miró la pantalla, y vi cómo su rostro se tensaba, una sombra cruzando su expresión.
—Disculpa, debo atender esto —dijo, levantándose rápidamente y alejándose unos pasos para contestar.
Observé cómo hablaba en voz baja, y aunque no podía escuchar lo que decía, la expresión en su rostro me decía que algo grave ocurría. Finalmente, colgó, y cuando volvió a mi lado, parecía aún más distante que antes.
—¿Está todo bien? —le pregunté, intentando ocultar mi preocupación.
—Sí, todo bien. Solo… un asunto que necesito resolver —respondió, sin mirarme directamente a los ojos.
Algo en su tono me hizo dudar, y por un segundo, consideré insistir, pero su expresión me dejó claro que había terminado la conversación. Sentí que una barrera invisible se había alzado entre nosotros nuevamente, más fuerte que antes.
Mientras guardaba mis cosas, Alexandre se quedó en silencio, como si quisiera decir algo, pero finalmente optó por callar. Sin embargo, cuando estábamos por despedirnos, me miró fijamente, y sus siguientes palabras me dejaron en suspenso.
—Valérie, si alguna vez sientes que hay algo extraño en mí… o si piensas que no soy la persona que aparento ser… recuerda que algunas verdades son mejor dejarlas ocultas.
Su voz era baja, casi un susurro, y sus palabras resonaron en el aire con un eco de advertencia. Antes de que pudiera procesarlas por completo, él se giró y se alejó, dejándome sola en la sala, con el peso de aquella frase rondándome la mente.
Me quedé de pie, intentando asimilar lo que acababa de decirme. ¿Qué había querido decir con eso? ¿De qué se estaba escondiendo? ¿Y por qué me hacía sentir que estaba a punto de descubrir algo que cambiaría todo?
Mientras observaba su figura desaparecer entre las sombras, supe que esta conversación no era el final, sino solo el principio de un misterio mucho más profundo, uno que no estaba segura de querer resolver, pero del cual ya no podía apartarme.