Chantal Dupont
El eco de los tacones de Valérie aún resonaba en mi mente mientras me recostaba en la silla del Clarendon. Observé la copa de champán frente a mí, la espuma disipándose lentamente, como si imitara el curso de mi paciencia. Valérie, con su mirada desafiante y sus palabras cargadas de valentía… ¿Qué pretendía lograr?
Mi hermana gemela. Mi otro reflejo.
La gente siempre pensó que éramos dos mitades de lo mismo, pero yo sabía que no era así. Desde el principio, fui el filo afilado, mientras que Valérie era solo el eco suave, la sombra que no sabía cómo ocupar un lugar propio. Quizás eso era lo que más me irritaba de ella: su insistencia en existir en una moralidad que yo sabía que no nos pertenecía.
Pero esta vez no era solo Valérie. Era él.
Alexandre Moreau.
Cerré los ojos, y su rostro apareció, como siempre. No el Alexandre que fingía ser ahora, con esa fachada de integridad que Valérie parecía querer proteger a toda costa. No. Yo veía al hombre que me había traicionado, al que me miró con suficiencia mientras destruía algo que era mío.
¿Cómo se atrevió?
Pensé en los días en que lo conocí. Alexandre tenía ese carisma que hacía que todo el mundo lo subestimara. Su sonrisa era fácil, sus palabras suaves, pero debajo de eso había acero. Lo noté desde el principio, y pensé que podría controlarlo, moldearlo para que trabajara a mi favor. Pero él no era como los demás. No solo se negó a seguir mi juego, sino que jugó mejor.
Recuerdo la última vez que lo enfrenté, en aquella reunión en Milán. Sus palabras aún eran como brasas ardiendo en mi interior:
—No somos tan diferentes, Chantal. Solo que yo sé cuándo detenerme.
¿Detenerse? ¿Cómo podía siquiera entender eso? En nuestro mundo, detenerse era perder. Y yo nunca había perdido… hasta él.
El veneno de su traición no fue solo personal, sino público. Alexandre había encontrado la manera de exponerme frente a aliados clave, de socavar mi influencia justo cuando estaba más cerca de conseguirlo todo. Durante años, trabajé para construir un imperio intangible, una red de poder basada en mi nombre, mi reputación. Y él lo rompió, pieza por pieza, como si fuera un castillo de naipes.
Por eso no podía dejarlo ir. Porque Alexandre Moreau no solo había herido mi ambición. Había humillado a Chantal Dupont.
—Nadie me abandona, Alexandre —murmuré, acariciando el borde de la copa vacía.
El camarero se acercó, pero lo detuve con un gesto. No quería que moviera nada, no quería distracciones. Solo el peso de mis pensamientos y la claridad de mi plan.
Valérie pensaba que podía detenerme. Mi querida hermana, mi igual en rostro, pero nunca en voluntad.
Desde niñas, todos nos miraban como si fuéramos lo mismo, como si el reflejo de una fuera la medida de la otra. Pero yo siempre fui la primera en todo. La primera en hablar, la primera en conquistar, la primera en darse cuenta de que el mundo no era un lugar para los débiles. Valérie nunca quiso entenderlo. Mientras yo construía mi fortaleza, ella se refugiaba en la suya: su moral, su arte, su… fragilidad.
Pero ahora estaba aquí, poniéndose en mi camino por Alexandre.
Sonreí, pero el gesto fue frío. Valérie nunca había sido mi enemiga, pero si ella insistía en enfrentarse a mí, no tendría reparos en apartarla, sin importar el costo.
Saqué el sobre que me habían dejado hace apenas unos minutos. Las pruebas contra Alexandre eran más que suficientes para destruirlo. Cuentas, transacciones, secretos que ni siquiera él sabía que yo conocía. Era irónico: con todo su intelecto, nunca vio venir el golpe.
Saqué mi teléfono y envié un mensaje:
"Asegúrate de que el archivo esté listo. El tiempo corre."
El clic del mensaje enviado resonó como un eco.
Alexandre no solo iba a perder. Quería que supiera que era yo quien lo derrotó, quien lo puso de rodillas. Y si Valérie intentaba interponerse, bueno… tal vez era hora de que también aprendiera que no se desafía a Chantal Dupont sin consecuencias.
Cuando me levanté de la mesa, el mundo exterior me recibió con su indiferencia habitual. Pero yo no era indiferente.
Yo era una tormenta que estaba a punto de desatarse.
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¡Holaaa! ✨
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