Valérie Dupont
Las primeras luces de la mañana se filtraban por las cortinas mientras Alexandre y yo revisábamos el plan por última vez. Los papeles estaban esparcidos por la mesa: extractos de cuentas, nombres clave y un mapa de conexiones que parecía el diagrama de una mente retorcida. La mente de Chantal.
Él se pasó una mano por el cabello, su gesto lleno de frustración y cansancio. Habíamos pasado la noche hablando, planeando, descifrando cada posible jugada de mi hermana. A pesar de los esfuerzos, el cansancio parecía haberse asentado profundamente en sus ojos.
—Esto no será suficiente —dijo Alexandre, señalando uno de los documentos frente a nosotros—. Chantal no solo juega a ganar, juega a destruir.
Lo sabía, lo había visto de cerca. Pero no podía permitir que el miedo nos paralizara.
—Entonces tenemos que encontrar algo que ella no espere —dije, apoyándome en la mesa para mirarlo directamente—. Algún error, algo que podamos usar en su contra antes de que ella haga su jugada.
Él suspiró, pero sus ojos se encontraron con los míos.
—Chantal no comete errores, Valérie.
—Todo el mundo los comete. Solo hay que saber dónde buscar.
Tomé uno de los papeles y lo sostuve frente a él. Era una copia de una transacción en un banco suizo, fechada unos meses después de su último enfrentamiento con Alexandre en Milán.
—¿Esto no te parece un poco extraño? —pregunté, señalando la cantidad exorbitante y la falta de detalles en la descripción.
Él frunció el ceño, acercándose para inspeccionar el documento.
—Esto no tiene sentido. Chantal siempre es meticulosa con los movimientos financieros. Algo así no debería estar aquí.
—Exacto —respondí, sintiendo una chispa de esperanza—. Tal vez esto sea un hilo del que podemos tirar.
El silencio entre nosotros se llenó de tensión, pero esta vez no era desesperación. Era algo más. Determinación.
—Podemos usarlo —dijo finalmente Alexandre, su voz más firme—. Si logramos exponer esto, al menos podremos distraerla lo suficiente como para mover nuestras piezas.
Asentí, sabiendo que este era solo el primer paso. Pero incluso el movimiento más pequeño podía desequilibrar el juego de Chantal.
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Horas después, mientras Alexandre revisaba contactos antiguos en busca de aliados, decidí dar un paso más arriesgado. Sabía que enfrentar a Chantal directamente podía ser un error, pero también sabía que la única forma de entender su plan era observarla de cerca.
El Clarendon seguía igual que la última vez: opulento, discreto, y con un aire de exclusividad que hacía que incluso los secretos más oscuros parecieran aceptables.
Sabía que Chantal no estaría allí a plena luz del día, pero alguien de su red sí. Siempre tenía un equipo, una red de personas que operaban en las sombras, asegurándose de que todo saliera según su voluntad.
Observé desde el bar, mi café intacto mientras mis ojos recorrían el lugar. Entonces lo vi: el hombre que había estado con ella la noche anterior, el que le había dejado aquel sobre.
Llevaba un maletín, y su mirada era inquieta, como si supiera que cada paso que daba era observado. Decidí seguirlo.
Salió del Clarendon y caminó hacia una calle lateral, sus pasos apresurados pero precisos. Lo seguí a una distancia segura, intentando mantenerme fuera de su vista. Mis manos temblaban ligeramente, pero no podía detenerme. Este era el momento en que podría encontrar algo útil.
El hombre entró en un edificio pequeño, discreto, pero claramente diseñado para reuniones privadas. Me acerqué con cuidado, buscando un punto desde el cual pudiera escuchar o ver algo sin ser descubierta.
—...los archivos estarán listos esta noche. Pero esto es arriesgado.
La voz era grave, y aunque no podía ver quién hablaba, sabía que se refería al plan de Chantal.
—No importa. Chantal quiere que todo esté listo antes del fin de semana. Él no puede escapar esta vez.
Mi corazón dio un vuelco. Sabía que hablaban de Alexandre.
Tomé mi teléfono y envié un mensaje rápido.
"Encontré algo. Te llamaré en 10 minutos. Prepárate."
Sabía que el tiempo corría en nuestra contra. Mientras regresaba al apartamento, mi mente estaba llena de pensamientos: ¿y si llegábamos demasiado tarde? ¿Y si Chantal ya había hecho su movimiento final?
Cuando llegué, Alexandre me esperaba en la puerta. Su expresión era una mezcla de preocupación y alerta.
—¿Qué encontraste?
Le conté todo, desde el hombre en el Clarendon hasta lo que había escuchado en el edificio. A medida que hablaba, podía ver cómo su mandíbula se tensaba, cómo sus manos se apretaban en puños.
—Esto es peor de lo que pensábamos —dijo finalmente, su voz baja pero cargada de intensidad—. Si Chantal tiene algo que va a soltar esta noche, tenemos que actuar ahora.
—¿Pero cómo? —pregunté, sintiendo cómo la ansiedad crecía dentro de mí—. No tenemos suficiente para detenerla.
Él se quedó en silencio por un momento, su mirada fija en el vacío. Finalmente, habló:
—Hay una persona que podría ayudarnos. Pero es un riesgo.
Lo miré, sabiendo que lo que estaba a punto de decirnos pondría nuestras vidas, nuestra confianza, en juego.
—¿Quién?
—Alguien que trabajó con Chantal antes. Pero si vamos con ella, no habrá vuelta atrás.
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¡Holaaaa!🌟
¿Qué les pareció la valentía de Valérie? 😱 ¿Será capaz de adelantarse a Chantal o estará jugando con fuego? 🔥
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