Valérie Dupont
El eco de la puerta cerrándose tras Alexandre seguía resonando en mi mente, un sonido que había marcado el final de algo que pensé que nunca terminaría.
Había pasado toda la noche despierta, sentada en el borde de la cama, mirando hacia la nada. Sophie y Marc me habían llevado de regreso al apartamento después de que Alexandre se fue con Chantal, pero no podía recordar mucho de lo que dijeron. Sus voces eran un ruido de fondo mientras mi mente revivía una y otra vez sus palabras, las mismas que me habían desgarrado sin piedad.
—Eres débil. Siempre lo has sido.
El amanecer llegó, pero no trajo claridad ni alivio. Me levanté lentamente, sintiendo el peso de cada paso mientras iba hacia la cocina. El apartamento estaba en silencio, como si reflejara el vacío dentro de mí.
Sophie estaba en el sofá cuando salí de la habitación. Sus ojos cansados se levantaron hacia mí, y pude ver la mezcla de preocupación y rabia en su expresión.
—No has dormido —dijo, más como una constatación que como una pregunta.
Negué con la cabeza mientras me servía un vaso de agua.
—No puedo… —murmuré, mi voz apenas un susurro.
Sophie se levantó y se acercó, colocándose frente a mí.
—No voy a intentar decirte que estés bien, porque sé que no lo estás. Pero tampoco voy a dejarte hundirte sola en esto, Valérie.
La miré, pero no pude decir nada. Ella suspiró y tomó mi mano, guiándome hacia la mesa donde aún estaban los papeles del proyecto.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó, señalando los documentos.
Mi mirada se detuvo en los gráficos y las notas escritas por Alexandre, cada línea un recordatorio de lo que habíamos compartido.
—No lo sé. —Sentí cómo las lágrimas volvían a acumularse en mis ojos, pero las contuve. Ya había llorado suficiente.
Sophie apretó mi mano, su expresión endureciéndose.
—No puedes dejar que esto te detenga. Ese proyecto es tuyo también, Valérie. No dejes que lo que él hizo te quite más de lo que ya lo ha hecho.
—¿Cómo se supone que siga adelante después de lo que pasó? —mi voz tembló, y finalmente dejé que las lágrimas cayeran—. ¿Cómo puedo seguir cuando todo esto me recuerda a él?
—Porque no tienes otra opción. —Su tono era firme, pero no cruel—. Alexandre tomó su decisión, y tú tienes que tomar la tuya.
Me quedé en silencio, dejando que sus palabras calaran en mí. Sophie tenía razón, aunque me doliera admitirlo. No podía quedarme estancada en el dolor. Tenía que seguir adelante, aunque no supiera cómo.
Marc apareció en la puerta, su expresión sombría.
—Valérie, ¿estás bien? —preguntó, pero ambos sabíamos la respuesta.
Asentí lentamente, secándome las lágrimas.
—Lo estaré.
Sophie y Marc intercambiaron una mirada antes de que Sophie hablara de nuevo.
—Estaremos aquí para ayudarte. Lo sabes, ¿verdad?
Asentí de nuevo, aunque las palabras no salían.
Había perdido a Alexandre, pero no estaba completamente sola. Y aunque el dolor seguía siendo abrumador, sabía que tenía que encontrar una forma de avanzar.