Valérie Dupont
El sonido de la puerta cerrándose tras Marc dejó un eco que parecía más fuerte de lo normal. Sophie y yo nos quedamos en silencio, ambas procesando lo que acababa de decir. Alexandre estaba en Italia, involucrado en algo que tenía el sello inconfundible de Chantal. Algo grande. Algo peligroso.
Sophie fue la primera en hablar.
—¿Qué vas a hacer?
La pregunta me golpeó como un muro. ¿Qué iba a hacer? Era la misma pregunta que llevaba dándome vueltas desde que Alexandre se había ido con Chantal. Pero ahora, con esta nueva información, el peso de esa decisión parecía aún mayor.
Me levanté de la silla, incapaz de quedarme quieta. Caminé hacia la ventana, mirando la ciudad que se extendía ante mí. Londres siempre había sido un refugio, un lugar donde podía escapar de la sombra de mi familia. Pero ahora esa sombra había alcanzado incluso este rincón de mi vida.
—No puedo quedarme aquí. —Mi voz sonó más fuerte de lo que esperaba, pero no me retracté.
Sophie se acercó, su expresión mezclando preocupación y determinación.
—¿Qué quieres decir?
Me giré hacia ella, mi mente comenzando a dar forma a un plan que apenas empezaba a tomar sentido.
—Chantal y mi padre han jugado este juego durante años, siempre creyendo que nadie podía tocarlos. Pero cada imperio tiene grietas, Sophie. Y creo que sé dónde empezar a buscarlas.
Sophie frunció el ceño, cruzándose de brazos.
—¿Estás diciendo que quieres enfrentarte a ellos?
—No directamente. Al menos no todavía. —Caminé de regreso a la mesa, señalando los documentos que aún estaban allí—. Pero cada movimiento de Chantal ha creado enemigos, personas que probablemente estén tan desesperadas por derribarla como yo lo estoy ahora.
—¿Estás sugiriendo…? —Los ojos de Sophie se abrieron con sorpresa.
—Sí. Voy a buscar a los enemigos de mi padre y de Chantal. Voy a usar sus propios métodos contra ellos.
El silencio en la habitación fue ensordecedor mientras Sophie procesaba lo que acababa de decir. Finalmente, dejó escapar un largo suspiro.
—Esto suena peligroso, Valérie.
—Lo es. Pero quedarme aquí, sin hacer nada, es peor.
Sophie no respondió de inmediato. En lugar de eso, tomó una de las sillas y se sentó frente a mí.
—Si realmente vas a hacer esto, no puedes hacerlo sola.
La miré, notando el brillo de determinación en sus ojos.
—No te estoy pidiendo que vengas conmigo, Sophie.
—No estoy pidiendo permiso.
Una leve sonrisa apareció en mis labios, la primera en lo que parecía una eternidad.
—Entonces necesitaré tu ayuda.
Sophie asintió, y comenzamos a trabajar.
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Pasaron dos días antes de que lográramos encontrar un nombre, alguien que podía ser la llave para abrir esta puerta. Luca Ferraro.
Era un empresario italiano con una reputación cuestionable, alguien que había perdido gran parte de su fortuna y posición después de un enfrentamiento con Chantal y mi padre años atrás. Su rastro nos llevó a un pequeño despacho en las afueras de Roma, un lugar que apenas encajaba con su antigua posición como uno de los hombres más influyentes de Italia.
El viaje a Italia fue rápido, pero cada segundo que pasaba sentía cómo la ansiedad crecía dentro de mí. Sophie estaba a mi lado, su presencia calmante pero también alerta. No habíamos informado a Marc de lo que estábamos haciendo. Sabíamos que trataría de detenernos.
Cuando llegamos al despacho de Ferraro, el lugar tenía un aire de abandono, pero estaba claro que alguien seguía trabajando allí. Una secretaria nos detuvo en la entrada, pero al mencionar el nombre de mi padre, sus ojos se endurecieron y nos dejó pasar.
Luca Ferraro era un hombre mayor, con un cabello gris bien peinado y unos ojos que parecían capaces de atravesar cualquier fachada. Cuando me presenté como la hija de Philippe Dupont, su sonrisa fue más una mueca.
—¿Qué quiere la hija de un traidor con un hombre como yo? —preguntó, su tono lleno de veneno.
Tragué el nudo en mi garganta y lo miré directamente a los ojos.
—Quiero destruirlo. A él y a Chantal.
La sorpresa cruzó su rostro, pero fue reemplazada rápidamente por una risa amarga.
—¿Y por qué debería confiar en ti?
—No estoy pidiendo que confíe en mí. Estoy pidiendo que me ayude. —Me incliné hacia él, asegurándome de que entendiera la seriedad de mis palabras—. Sé que tiene motivos para odiarlos tanto como yo. Y si trabajamos juntos, podemos derribarlos.
Ferraro me estudió durante un largo momento antes de asentir lentamente.
—Habla.
Y así comenzó.
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¡Hola a todos! Mil disculpas por no haber podido publicar el capítulo 33 ayer. Para compensarlo, esta semana subiré dos capítulos más, así que habrá actualizaciones de Ecos del Pasado el sábado y el domingo.
Espero que hayan tenido una hermosa Navidad. ¡Felices fiestas! Que este 2025 venga cargado de éxitos para todos ustedes. No se preocupen, ya tengo programados todos los capítulos de esta semana para que se publiquen puntualmente en el horario y día de siempre.
¡Los quiero mucho y gracias por acompañarme en esta historia!