Ecos del Pasado

Capítulo 34: Alianzas peligrosas

Valérie Dupont

La sala donde nos sentamos era pequeña, con paredes descascaradas que parecían haber visto mejores días. Luca Ferraro estaba frente a mí, sus dedos tamborileando sobre la mesa de madera vieja mientras me estudiaba con detenimiento. Sophie, de pie junto a la puerta, cruzó los brazos y permaneció en silencio, aunque sus ojos vigilaban cada movimiento.

Ferraro encendió un cigarro, llenando el espacio con un humo espeso que pareció añadir más peso a la conversación.

—Si vas a enfrentarte a Chantal y Philippe, necesitas aliados, pero no cualquiera. Personas que hayan sentido el filo de sus traiciones. —Su tono era severo, como si buscara medir mi resolución.

Asentí, intentando mantener mi postura firme.

—¿A quién sugieres?

Ferraro soltó una risa seca antes de inclinarse hacia mí.

—Hay dos nombres que deberías considerar. Uno es Paolo Mancini, un antiguo socio de tu padre al que traicionó para asegurarse de que nunca lo superara. Es un hombre codicioso, pero con el motivo suficiente para querer ver caer a los Dupont.

Sophie habló por primera vez desde que llegamos.

—¿Y el otro?

Ferraro se recostó en su silla, tomando una calada larga antes de responder.

—Enzo Ricci.

El nombre no me era familiar, pero algo en la forma en que lo dijo me hizo prestar atención.

—¿Quién es?

—Un joven político que tu padre destruyó hace años. —Ferraro dejó escapar otra bocanada de humo—. Ricci tenía una carrera prometedora, pero Philippe lo utilizó como chivo expiatorio para cubrir uno de sus mayores escándalos. Desde entonces, Ricci ha estado en las sombras, construyendo su propia red y esperando el momento adecuado para regresar.

—¿Es confiable? —pregunté, aunque ya sabía la respuesta.

Ferraro sonrió con amargura.

—Confiable no es la palabra que usaría, pero es ambicioso. Y ese tipo de ambición puede ser útil, si sabes manejarla.

Mis pensamientos comenzaron a acelerarse mientras intentaba procesar lo que acababa de escuchar. Un político joven y ambicioso sonaba como alguien con quien podría trabajar, pero también como alguien que podría volverse en mi contra.

—¿Dónde lo encuentro? —pregunté, dejando de lado las dudas por ahora.

—Enzo vive en una villa en Toscana, aislado pero no inaccesible. Tiene contactos en toda Italia, pero no confía en nadie. Si decides buscarlo, asegúrate de tener algo que ofrecerle.

Sophie cruzó los brazos, mirándome con cautela.

—¿Y qué podríamos ofrecerle?

Ferraro apagó su cigarro en el cenicero y se inclinó hacia adelante.

—Venganza.

La palabra quedó flotando en el aire, pesada y contundente.

———————————————

El camino hacia Toscana fue largo, pero cada kilómetro que recorríamos parecía acercarme más a un abismo del que no podía retroceder. Sophie estaba al volante, concentrada en la carretera mientras yo revisaba las notas que habíamos conseguido sobre Enzo Ricci.

Según Ferraro, Ricci había comenzado su carrera política a una edad temprana, destacándose por su carisma y habilidades diplomáticas. Era exactamente el tipo de persona que mi padre y Chantal habrían considerado una amenaza, y al parecer, lo habían convertido en un objetivo desde el principio.

—¿Qué opinas de él? —preguntó Sophie, rompiendo el silencio.

—No lo sé. —Mis dedos se tensaron alrededor del dossier—. Parece que tiene razones para odiar a mi familia, pero eso no significa que esté de nuestro lado.

Sophie asintió, manteniendo los ojos en la carretera.

—Si esto sale mal, Valérie, podría volverse en nuestra contra.

—Lo sé. —Mi voz sonó más firme de lo que esperaba—. Pero no tengo otra opción.

La villa de Ricci estaba ubicada en una colina, rodeada de viñedos que se extendían hasta donde alcanzaba la vista. El lugar tenía un aire de aislamiento, pero también de vigilancia constante. No había guardias visibles, pero sabía que estaban allí, observándonos desde las sombras.

Un hombre nos recibió en la entrada, guiándonos a través de un camino empedrado hasta una sala amplia con ventanales que ofrecían una vista impresionante del paisaje. Allí estaba él.

Enzo Ricci se levantó de un sillón, caminando hacia nosotras con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. Era alto y delgado, con el cabello oscuro cuidadosamente peinado y un traje que hablaba de elegancia discreta. Pero lo que más me llamó la atención fueron sus ojos: agudos, calculadores, llenos de una intensidad que parecía capaz de desentrañar cada secreto.

—Valérie Dupont —dijo, su voz suave pero cargada de sarcasmo—. Nunca pensé que tendría el placer de conocerte.

—Ricci —respondí, intentando mantener mi compostura mientras extendía la mano.

Él la tomó brevemente antes de indicarnos que nos sentáramos.

—Dime, ¿qué trae a la hija de Philippe Dupont a mi puerta?

Respiré profundamente antes de responder.

—Quiero derribar a mi padre y a mi hermana.

Ricci rió, un sonido bajo y sardónico.

—Eso suena ambicioso. Pero también suena como una trampa.

—No es una trampa. —Lo miré directamente a los ojos, permitiéndole ver la seriedad en mi expresión—. Estoy aquí porque sé lo que te hicieron. Y sé que tienes las conexiones para ayudarnos a destruirlos.

Ricci no dijo nada de inmediato. En su lugar, se reclinó en su silla, observándome con atención.

—¿Y qué me hace pensar que no eres igual a ellos?

—Porque soy la única que está dispuesta a enfrentarlos.

El silencio se prolongó, pero no aparté la mirada. Finalmente, Ricci sonrió, aunque esta vez hubo un destello de interés genuino en su expresión.

—Tienes valor, Valérie. Eso lo reconozco.

—¿Es suficiente para que trabajes con nosotras?

Ricci inclinó la cabeza, como si estuviera considerando la pregunta.

—Tal vez. Pero primero, quiero ver hasta dónde estás dispuesta a llegar.




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