Marc Lefèvre
El viaje a Toscana fue largo y lleno de incertidumbre. Sophie había insistido en que necesitaban mi ayuda, pero incluso mientras conducía por las serpenteantes carreteras italianas, no podía dejar de preguntarme si realmente sería útil.
La villa apareció ante mí al anochecer, una imponente construcción de piedra rodeada de viñedos. No sabía qué me esperaba al otro lado de esas puertas, pero una cosa era segura: Valérie estaba metida en algo grande, y si Sophie decía que necesitaba apoyo, no iba a dudar en dárselo.
Sophie me esperaba fuera, su figura iluminada por las luces cálidas de la entrada. Parecía aliviada al verme, pero también había un cansancio evidente en su rostro.
—Marc. —Su voz era una mezcla de bienvenida y urgencia mientras se acercaba al coche.
—¿Dónde están? —pregunté mientras bajaba del vehículo.
—Valérie está adentro. Está hablando con Enzo Ricci.
—¿Ricci? —El nombre me detuvo en seco.
Sophie asintió.
—Es nuestro principal aliado en esto. Pero también es… complicado.
No dije nada más mientras la seguía hacia el interior. El ambiente dentro de la villa era cálido pero cargado, como si cada rincón estuviera lleno de secretos esperando a ser descubiertos.
Valérie estaba en la sala principal, sentada junto a un hombre joven que, a primera vista, parecía más un aristócrata que un político caído en desgracia. Sus ojos oscuros y su postura relajada irradiaban una confianza que no podía ignorar.
—Marc. —Valérie se levantó al verme, y aunque su voz era firme, podía ver el alivio en sus ojos.
—Valérie. —Cerré la distancia entre nosotros en unos pocos pasos, observándola de cerca—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Lo que debería haber hecho desde hace mucho tiempo. —Su tono era desafiante, pero también contenía una pizca de culpa.
—Ah, entonces tú eres el famoso Marc. —La voz de Enzo interrumpió el momento, y me giré para encontrarlo de pie, observándome con una sonrisa intrigante.
—¿Y tú eres Ricci? —respondí, estudiándolo con cuidado.
—Enzo, por favor. —Extendió una mano, y aunque dudé por un momento, la estreché. Su apretón era firme, como si quisiera dejar claro que era alguien en quien Valérie confiaba.
—He oído mucho sobre ti.
—Espero que cosas buenas. —Enzo sonrió, y por alguna razón, su actitud relajada logró disipar parte de mi desconfianza.
Nos sentamos alrededor de la mesa, y Valérie comenzó a explicar el plan con la misma determinación que siempre la había caracterizado. Pero mientras hablaba, no pude evitar notar la forma en que Enzo la miraba, como si estuviera evaluando cada palabra, cada gesto.
—Esto es una locura —dije cuando terminó, aunque no con la intención de criticar—. Pero tiene sentido.
—Exactamente lo que pensé cuando me lo propuso. —Enzo me dirigió una sonrisa cómplice, y por primera vez sentí que estábamos en la misma página.
—Entonces, ¿cuál es el siguiente paso? —pregunté, inclinándome hacia adelante.
—Cortar las finanzas de Philippe y Chantal —respondió Valérie, su mirada fija en mí—. Si logramos hacer eso, el resto se desmoronará.
Enzo asintió.
—Y para eso necesitamos acceso a ciertas cuentas que están muy bien protegidas.
—¿Tienes un plan? —pregunté, aunque ya sabía la respuesta.
—Siempre. —Enzo sonrió, y esta vez no pude evitar devolverle el gesto.
El resto de la noche la pasamos discutiendo los detalles, ajustando estrategias y, sorprendentemente, compartiendo algunas risas. Enzo tenía un humor seco pero inteligente que logró aligerar la tensión en varios momentos, y para mi sorpresa, me encontré llevándome bien con él.
Cuando finalmente nos retiramos, me quedé unos minutos más en la sala, observando cómo Enzo y Valérie intercambiaban algunas palabras en voz baja. Había algo en su dinámica que no podía ignorar, pero decidí no intervenir.
Sophie apareció a mi lado, colocando una mano en mi hombro.
—¿Qué opinas de él?
—Es más listo de lo que aparenta —respondí, girándome hacia ella—. Pero creo que podemos confiar en él.
Sophie asintió, y juntos subimos las escaleras hacia nuestras habitaciones.
Aunque el día había sido agotador, no podía evitar sentir que, por primera vez en semanas, estábamos avanzando.