Chantal Dupont
El despacho quedó en silencio tras la llamada, pero mi mente continuaba trabajando con la precisión de un reloj. Alexandre estaba en Milán, exactamente donde lo necesitaba. Había enviado a Henri a manejar los detalles en el terreno, pero sabía que el verdadero valor de esta operación radicaba en Alexandre.
Él era mi pieza más valiosa y, al mismo tiempo, la más inestable. Su relación con Valérie lo hacía vulnerable, pero también le daba una ventaja: podía acercarse a ella de una forma que nadie más podría.
Me serví otra copa de vino, dejándome caer en el sillón junto a la ventana. Enzo Ricci. Ese hombre era una espina en mi costado desde el momento en que había decidido desafiar a nuestra familia. Philippe lo había destrozado, pero como una mala hierba, había vuelto a surgir, más decidido que nunca. Y ahora Valérie estaba a su lado, tratando de jugar a un juego que no comprendía del todo.
La puerta se abrió nuevamente, esta vez con más fuerza, y Henri entró con su habitual eficiencia.
—Chantal, el equipo en Milán ha detectado movimientos en el almacén del distrito norte. Parece que Valérie y sus aliados están planeando algo para esta noche.
—¿Algo específico?
—Están movilizando recursos, probablemente para interceptar otra transferencia.
Sonreí, dejando la copa sobre la mesa.
—Perfecto. Que Alexandre reciba la información. Quiero que esté allí para interceptarlos.
Henri asintió, pero su expresión mostraba una ligera preocupación.
—¿Estás segura de que es prudente dejar esto en sus manos?
—Alexandre sabe lo que está en juego.
—¿Y si no lo hace?
—Si decide traicionarnos, Henri, te aseguro que será la última decisión que tome.
Él asintió y salió de la habitación, dejando tras de sí una sensación de urgencia que no me molestaba en absoluto. El tablero estaba colocado, y las piezas comenzaban a moverse.
Caminé hasta el escritorio y encendí la pantalla principal, conectándome con las cámaras ocultas instaladas en el almacén. A medida que las imágenes aparecían, no pude evitar sentir una chispa de anticipación.
—Vamos, Valérie. Muéstrame de qué estás hecha.