Alexandre Moreau
El eco de las palabras de Chantal aún resonaba en mi cabeza mientras abandonaba la villa. "Tendrás que tomar una decisión pronto". Esa advertencia se había clavado en mi mente como una espina, una amenaza velada que no podía ignorar. Había pasado demasiado tiempo siendo una pieza en el tablero de otros, y aunque mi posición seguía siendo precaria, sabía que estaba más cerca que nunca de recuperar el control.
La noche era fría y silenciosa, salvo por el crujido de la grava bajo mis botas mientras caminaba hacia el auto que me esperaba. Henri estaba allí, siempre fiel a Chantal, observándome con esa mirada inescrutable que tanto me irritaba.
—¿A dónde te llevo, monsieur Moreau? —preguntó, con un tono tan neutral que me resultó casi un desafío.
—A la ciudad —respondí, sin darle más detalles. Sabía que cada palabra podía ser reportada a Chantal, y lo último que necesitaba era que ella tuviera más información de la necesaria.
Durante el trayecto, mi mente no dejaba de divagar. Recordaba las veces que Chantal me había manipulado, las promesas vacías y las amenazas que la habían convertido en un espectro constante en mi vida. Pero también pensaba en Valérie y en cómo su presencia había encendido en mí una chispa de algo que creía perdido: esperanza.
Cuando llegué al pequeño apartamento que había alquilado como refugio temporal, me encontré con un mensaje de Valérie en mi teléfono. "Tenemos que hablar. Es urgente." Mi corazón dio un vuelco. Sabía que esto no podía esperar.
Marc estaba esperándome dentro, su expresión más seria de lo habitual. Era raro verlo tan sombrío, pero la situación lo ameritaba.
—¿Qué pasó? —le pregunté, cerrando la puerta tras de mí.
—Valérie y Enzo están planeando un movimiento importante —dijo, sin rodeos—. Algo que podría cambiar el juego, pero también ponernos a todos en peligro.
Me senté frente a él, intentando procesar sus palabras. El ambiente en la habitación era tenso, como si cada palabra cargara el peso de una decisión que podría determinar nuestro destino.
—¿Qué tipo de movimiento? —pregunté, sintiendo que el peso de la incertidumbre comenzaba a asfixiarme.
—Van a infiltrarse en una de las operaciones principales de Chantal. Creen que pueden desestabilizarla lo suficiente como para ganar ventaja, pero no están considerando todos los riesgos —respondió, pasándose una mano por el cabello con frustración—. Si esto sale mal, no solo los perderemos a ellos, sino que Chantal redoblará sus esfuerzos para aplastarnos.
Me incliné hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas mientras intentaba encontrar una salida. Sabía que Chantal no era alguien que dejara cabos sueltos. Si Valérie y Enzo fallaban, las repercusiones serían catastróficas.
—Tenemos que detenerlos —dije finalmente, mi voz firme a pesar del torbellino de emociones que sentía—. No podemos permitir que arriesguen tanto sin un plan sólido.
Marc asintió, aunque su expresión seguía siendo de preocupación.
—¿Y qué les vas a decir? Valérie no es exactamente fácil de convencer cuando cree que tiene razón.
—Lo sé —respondí, levantándome y tomando mi chaqueta—. Pero no puedo quedarme de brazos cruzados mientras caminan hacia una trampa.
El camino hacia el punto de encuentro con Valérie fue un torbellino de pensamientos. Cada kilómetro recorrido aumentaba mi ansiedad. Sabía que esta conversación no sería fácil, pero tenía que intentarlo. No podía permitir que el deseo de derrocar a Chantal los cegara al peligro.
Cuando llegué, Valérie y Enzo ya estaban allí, estudiando un mapa extendido sobre una mesa improvisada. La determinación en sus rostros era evidente, pero también lo era la tensión. Ambos levantaron la vista al verme entrar.
—Alexandre, justo a tiempo —dijo Enzo, con su tono habitual de impaciencia.
—¿Para detenerlos? Sí, llegué justo a tiempo —respondí, cerrando la puerta tras de mí.
Valérie frunció el ceño, cruzando los brazos mientras me enfrentaba.
—¿Qué estás diciendo? Hemos trabajado en este plan durante semanas. No podemos echarlo todo por la borda ahora.
—No estoy diciendo que lo abandonen, pero sí que lo reconsideren —dije, acercándome a la mesa y señalando el mapa—. Chantal siempre está un paso adelante. Si creen que pueden tomarla por sorpresa, se están engañando.
Enzo bufó, pero Valérie mantuvo su mirada fija en mí, como si intentara descifrar mis intenciones.
—¿Y cuál es tu alternativa? —preguntó finalmente, su tono mezclando curiosidad y desafío.
Respiré hondo antes de responder.
—Necesitamos más información. Un movimiento como este requiere precisión, y ahora mismo estamos actuando basándonos en suposiciones. Si fallamos, no habrá segunda oportunidad.
El silencio que siguió fue casi palpable. Sabía que mis palabras no serían bien recibidas, pero también sabía que eran necesarias. Valérie finalmente asintió, aunque su expresión seguía siendo de preocupación.
—Está bien. Pero no podemos quedarnos de brazos cruzados mucho tiempo. Cada día que pasa, Chantal gana más terreno.
—Lo sé —respondí, mirando a ambos con seriedad—. Pero si vamos a enfrentarnos a ella, tenemos que hacerlo con inteligencia, no con impulsos.
Mientras la conversación continuaba, sentí que por primera vez en mucho tiempo, tenía algo de control sobre la situación. Sabía que el camino por delante sería peligroso, pero también sabía que no estaba solo. Y por primera vez, esa idea me dio fuerzas.