Ecos del Pasado

Capítulo 45: La verdad entre sombras

Valérie Dupont

El eco de mis pasos resonaba en el enorme salón de la villa, un lugar que parecía sacado de una película de intriga, con sus paredes adornadas por cuadros antiguos y candelabros que brillaban débilmente bajo la tenue luz. No había huido hasta aquí para esconderme; estaba lista para enfrentarla. Chantal no podía seguir manipulando todo desde las sombras, no después de lo que había hecho. Y, esta vez, yo tenía la ventaja.

Chantal me esperaba al otro lado de la sala, con su postura imponente y su mirada afilada, como una leona acechando a su presa. Pero no era ella quien controlaba la narrativa esta vez. Yo había pasado años preparándome para este momento, y cada pieza del tablero estaba lista para caer en su lugar.

—Valérie, siempre tan oportuna —dijo Chantal, su voz gélida pero cargada de veneno.

—Y tú, siempre tan calculadora —respondí, avanzando un paso hacia ella. Mis tacones resonaron como un metrónomo de tensión.

Chantal me observó con una mezcla de desprecio y desconfianza. Por primera vez en mucho tiempo, no tenía todas las respuestas. Podía verlo en la manera en que su mandíbula se tensaba, en cómo sus ojos seguían cada uno de mis movimientos.

—¿A qué has venido? ¿A disculparte? —preguntó, con una sonrisa cínica que no alcanzaba sus ojos.

Reí suavemente, una risa que sabía que la irritaría más de lo que cualquier insulto podría lograr.

—¿Disculparme? Chantal, querida, ¿por qué lo haría? Tú fuiste quien empezó este juego, pero yo soy quien va a terminarlo.

Su expresión cambió, endureciéndose. Por un momento, el silencio llenó el espacio entre nosotras, un campo de batalla invisible en el que cada palabra era una daga.

—Tú siempre fuiste la más débil, Valérie. Siempre necesitando que alguien te rescatara, siempre buscando simpatía con esa carita de ángel —dijo, acercándose un paso más—. Pero no puedes engañarme. Sé lo que eres realmente.

—¿De verdad? —repliqué, inclinando ligeramente la cabeza—. ¿Sabes quién soy? Porque parece que, hasta ahora, todo el mundo piensa que tú eres la villana en esta historia. Y quizás, Chantal, deberíamos contarles la verdad.

Eso la detuvo. La confianza habitual en sus ojos vaciló por un instante, y supe que había tocado un nervio. La verdad era una fuerza poderosa, y yo estaba lista para usarla como nunca antes.

—¿Qué estás diciendo? —preguntó, su tono más bajo, más peligroso.

Me acerqué, tan cerca que podía ver el reflejo de mi rostro en sus ojos. Era un rostro inocente, lo sabía. Mi apariencia siempre había sido mi arma más efectiva.

—Estoy diciendo que durante años has intentado pintarme como la víctima, como la hermana débil que necesitaba tu ayuda. Pero sabemos que eso no es cierto, ¿verdad, Chantal? —dije, mi voz suave pero cargada de veneno.

Ella no respondió, pero su mirada lo decía todo. Estaba retrocediendo, intentando recuperar el control, pero yo no pensaba dárselo.

—¿Quieres que les cuente, Chantal? —continué, dando un paso atrás para que todos en la sala pudieran oírme. Las pocas personas que estaban presentes, incluido Alexandre, observaban en silencio, sus rostros reflejando una mezcla de curiosidad y confusión—. ¿Quieres que les cuente cómo siempre fuiste tú quien manipuló a nuestra familia? Cómo hiciste que papá confiara en ti mientras me apartabas lentamente de todo lo que amaba.

—¡Eso no es cierto! —gritó Chantal, su voz quebrándose por primera vez.

—¿No lo es? —pregunté, alzando una ceja—. Entonces, ¿por qué falsificaste los documentos para que toda la herencia quedara a tu nombre? ¿Por qué le dijiste a papá que yo no era digna de confianza, que estaba "confundida" después de la muerte de mamá?

La sala quedó en silencio. Nadie se movía. Incluso Henri, siempre tan leal a Chantal, parecía incómodo. Chantal me miraba con furia, pero detrás de esa fachada, podía ver el miedo.

—Tú destruiste a esta familia, Chantal —continué, mi voz ahora llena de una emoción que no podía ocultar—. Y cuando no fue suficiente, volviste tu mirada hacia Alexandre.

Sus ojos se abrieron con sorpresa, pero no dije nada más por un momento, dejando que la tensión creciera. Finalmente, me giré hacia Alexandre, que parecía más confundido que nunca.

—¿No te lo dijo, Alexandre? —pregunté, mi tono ahora más suave, casi compasivo—. ¿No te dijo por qué realmente te dañó?

Alexandre no respondió, pero su mirada exigía respuestas. Me giré de nuevo hacia Chantal, que ahora parecía una sombra de la mujer poderosa que había sido minutos antes.

—Ella no te dañó porque eras una amenaza, Alexandre. Te dañó porque sabía que eras la única persona que podría sacarme de su control. Te manipuló, te destruyó, porque sabía que te necesitaba... y porque no podía soportar la idea de que tú y yo estuviéramos juntos.

El silencio que siguió fue ensordecedor. Nadie sabía qué decir, y Chantal, por primera vez en su vida, no tenía palabras. Su mirada oscilaba entre la furia y el dolor, y supe que había ganado.

—Eres una mentirosa —susurró finalmente, pero su voz carecía de fuerza.

—Tal vez —respondí, con una sonrisa tranquila—. Pero al menos yo sé lo que soy. ¿Puedes decir lo mismo?

Me giré y comencé a alejarme, dejando a Chantal de pie en el centro de la sala, derrotada. Pero antes de salir, me detuve y me giré hacia Alexandre.

—Ahora sabes la verdad, Alexandre. La pregunta es: ¿qué vas a hacer con ella?

Sin esperar su respuesta, salí de la sala, dejando que las verdades que había desvelado se asentaran en todos los presentes. Sabía que había cambiado el curso de la historia esa noche, y aunque no podía predecir las consecuencias, estaba preparada para enfrentarlas.

Había pasado toda mi vida siendo vista como la víctima, la inocente. Pero esa noche, todos habían visto quién era realmente Valérie Dupont. Y yo no lamentaba nada.

Caminé con paso firme, manteniendo la cabeza en alto, pero por dentro, la tensión era un nudo imposible de desatar. Había esperado tanto tiempo para enfrentar a Chantal, para desenmascararla frente a todos, y ahora que lo había logrado, un vacío extraño comenzaba a instalarse en mi pecho.




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