Ecos del Pasado

Capítulo 47: Sombras disipadas

Alexandre Moreau

El peso de todo lo ocurrido en las últimas horas aún flotaba en el aire. Aunque la conversación con Chantal había cerrado algunas heridas, quedaban muchas más abiertas. El grupo estaba reunido en la sala principal, los rostros de todos marcados por la tensión. Sabíamos que el final se acercaba, y con él, las consecuencias de nuestras decisiones.

Me apoyé contra la pared, observando a Valérie mientras repasaba los documentos que Chantal había mencionado. Sophie y Enzo la ayudaban a organizar la información, mientras Marc hacía su mejor esfuerzo por mantenerse serio, aunque su pie que golpeaba el suelo en un ritmo nervioso lo delataba.

—Tenemos que decidir qué hacer con esto —dijo Valérie sin levantar la vista. Su voz era firme, pero había una sombra de duda en sus ojos.

—Sabemos que si llevamos estos documentos a las autoridades, habrá repercusiones —respondió Enzo, cruzándose de brazos—. No solo para Chantal, sino para todos los que alguna vez estuvieron involucrados.

Giré la cabeza hacia Chantal, que permanecía en silencio en un rincón de la sala. Su postura era rígida, su mirada fija en el suelo. Por primera vez en mucho tiempo, parecía estar dudando.

—Tú empezaste esto —le dije, caminando hacia ella—. Ahora depende de ti terminarlo.

Ella alzó la vista, sus ojos fríos pero vacilantes.

—Si entregamos estos documentos, la familia Dupont quedará destruida —murmuró—. Todo por lo que hemos luchado, el poder, el legado… se desmoronará.

—Tal vez eso sea lo que tiene que pasar —intervino Sophie—. No podemos seguir protegiendo lo que se construyó con mentiras y manipulación.

El silencio que siguió fue espeso. Todos sabíamos que ella tenía razón, pero aceptar la verdad era más difícil de lo que parecía.

Suspiré y me pasé una mano por el cabello, sintiendo el peso de la decisión que debíamos tomar. Finalmente, miré a Chantal.

—No tienes que cargar con esto sola —le dije—. Sea cual sea la decisión, la tomaremos juntos.

Ella me sostuvo la mirada por un largo momento. Finalmente, asintió lentamente, como si estuviera aceptando la inevitabilidad de su destino.

—Está bien —dijo en voz baja—. Hagámoslo.

Marc, que hasta ahora se había mantenido callado, dejó escapar un suspiro dramático y se dejó caer en un sillón.

—Bueno, al menos podré contar esta historia algún día —dijo, con una sonrisa torcida—. "Cómo sobreviví a una familia de criminales y viví para contarlo". ¿Qué les parece como título?

Sophie rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír levemente. A pesar de todo, aún había espacio para un poco de ligereza.

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El reloj en la pared marcaba las tres de la madrugada. El aire en la villa estaba cargado de tensión, como si el mismo edificio contuviera la respiración, esperando el desenlace de todo lo que habíamos puesto en marcha. Sentía el peso de la decisión que habíamos tomado en el capítulo anterior, pero lo más difícil estaba por venir.

Chantal se mantenía en silencio, observando los documentos que estaban esparcidos sobre la mesa. Su rostro era una máscara impenetrable, pero en sus ojos había un torbellino de emociones contenidas. Valérie, de pie junto a la ventana, tamborileaba los dedos contra el marco, su impaciencia era evidente. Sophie y Enzo discutían en voz baja, analizando cada posible escenario que se podía presentar una vez que hiciéramos públicos los documentos.

Fue Marc quien rompió el silencio con su característico humor sarcástico.

—Bueno, ¿alguien más siente que estamos en la escena final de una película de espías? Porque yo ya tengo mi frase dramática lista para cuando todo se vaya al demonio.

—No es momento para bromas, Marc —gruñó Enzo, sin apartar la vista de los papeles.

—Por eso las hago —respondió, encogiéndose de hombros—. Si no las hago ahora, lo siguiente es que empiece a hiperventilar, y créanme, nadie quiere ver eso.

Valérie soltó un suspiro exasperado y se giró hacia mí.

—¿Qué vamos a hacer, Alexandre? Tenemos todo listo, pero aún no sabemos quién estará esperando del otro lado. Chantal dijo que muchos de los socios de la familia no se quedarán de brazos cruzados.

Asentí, sintiendo la tensión acumularse en mi pecho.

—Tenemos que adelantarnos a ellos. No podemos simplemente entregar los documentos sin asegurarnos de que estamos protegidos. Si esto sale mal, no habrá una segunda oportunidad.

Chantal finalmente alzó la vista y cruzó los brazos.

—Hay una forma de hacer esto sin que todos terminemos con un objetivo en la espalda —dijo con calma, pero con un filo en su voz—. Pero necesitaré que confíen en mí.

El silencio en la habitación se volvió aún más denso. Valérie apretó los labios, Sophie intercambió una mirada con Enzo y Marc dejó de hacer comentarios. Todos entendíamos lo que significaban esas palabras. Confiar en Chantal después de todo lo que había pasado no era fácil, pero tampoco teníamos muchas opciones.

—¿Qué propones? —pregunté con cautela.

Ella tomó uno de los documentos y lo sostuvo en el aire.

—No podemos entregar esto a la policía sin más. Necesitamos algo más fuerte, una garantía. Hay alguien en las sombras moviendo los hilos de todo esto, alguien que nunca ha salido a la luz pero que controla más de lo que imaginamos. Si lo encontramos primero, podremos negociar desde una posición de poder.

—Eso suena suicida —dijo Sophie, frunciendo el ceño—. Si esa persona realmente tiene tanto poder, ¿cómo esperamos llegar a ella sin que nos elimine primero?

—Porque ahora tenemos algo que él quiere ocultar —respondió Chantal—. Y si jugamos bien nuestras cartas, podremos forzarlo a salir de su escondite.

Me pasé una mano por el cabello, procesando la magnitud de lo que estaba proponiendo. Habíamos pasado de querer exponer la verdad a entrar en un juego mucho más peligroso. Sabía que todos en la habitación lo sentían también.




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