Ecos del Pasado

Capítulo 48: El principio del fin

Alexandre Moreau

El momento había llegado. Después de días de tensión, de decisiones arriesgadas y caminos sin retorno, nos encontrábamos en la última fase del juego. Chantal tenía razón: no podíamos simplemente entregar los documentos y esperar lo mejor. Si íbamos a hacer esto, debía ser bajo nuestras condiciones.

Estábamos reunidos en el mismo salón donde tantas verdades habían salido a la luz. Esta vez, sin embargo, la energía era distinta. Nadie dudaba, nadie retrocedía. Sabíamos lo que teníamos que hacer.

—Tenemos la reunión pactada para dentro de dos horas —anunció Enzo, revisando su teléfono—. Nuestro "contacto" dijo que el hombre detrás de todo esto aparecerá en persona.

—Eso significa que sabe que tenemos algo que puede destruirlo —añadió Sophie—. Y si viene en persona, significa que también está preparado para neutralizarnos.

Marc dejó escapar un silbido y se acomodó en el sillón con los brazos cruzados.

—Entonces supongo que deberíamos ir armados con algo más que buen juicio y documentos viejos, ¿no?

Chantal, quien hasta ahora había permanecido en silencio, se levantó y caminó hacia la mesa. Su mirada se posó sobre cada uno de nosotros.

—No se trata solo de lo que llevemos —dijo—. Se trata de cómo lo jugamos. Tenemos que hacerle creer que tenemos más poder del que realmente tenemos. Si le damos la impresión de que esto es su fin, tomará decisiones apresuradas. Y ahí es donde podremos inclinar la balanza a nuestro favor.

Valérie asintió lentamente.

—¿Y si no funciona? ¿Si nos tiene más vigilados de lo que pensamos? —preguntó.

—Siempre hay un plan B —respondí, cruzándome de brazos—. Pero para eso necesitamos estar sincronizados. Esta vez no hay margen de error.

El grupo asintió. Habíamos llegado hasta aquí y no íbamos a echarnos atrás.

Dos horas después, nos encontrábamos en el punto de encuentro. Un viejo almacén a las afueras de la ciudad, lejos de miradas curiosas y con suficientes vías de escape en caso de que algo saliera mal. El lugar tenía un aire lúgubre, paredes de concreto húmedo y el olor a óxido impregnando el aire.

Las puertas metálicas se abrieron con un chirrido, y un grupo de hombres entró. Entre ellos, una figura que destacaba, vestida con un impecable traje oscuro y un aura de autoridad innegable. El verdadero cerebro detrás de todo esto.

—Señor Moreau, señorita Dupont —saludó con una sonrisa afilada—. Qué gusto verlos en persona. Parece que han causado bastantes problemas.

—Nada que no se pueda solucionar —respondí, manteniendo mi postura firme.

Él soltó una risa seca y miró a Chantal.

—Has hecho un movimiento interesante, niña. Pero dime, ¿estás segura de que quieres terminar con todo lo que tu familia construyó?

Chantal no titubeó.

—Mi familia no se construyó con mentiras y sangre ajena. No pienso dejar que continúe así.

El silencio se volvió denso. Sabía que el próximo movimiento decidiría el curso de todo. La partida había comenzado, y esta vez, no había segundas oportunidades

———————————————

El aire en el almacén era pesado, cargado de una tensión que se sentía como un nudo en el pecho. La mirada del hombre de traje oscuro se paseaba entre nosotros, evaluándonos, calculando cada una de nuestras debilidades. Sabía que no podíamos retroceder, que este era el momento en el que todo se definía.

Chantal, firme junto a mí, no apartaba la mirada. Valérie mantenía su postura tensa pero lista, mientras Sophie y Enzo permanecían en alerta. Marc, a pesar de su usual actitud relajada, no tenía ni una pizca de humor en su rostro. Todos entendíamos lo que estaba en juego.

—Han llegado demasiado lejos —dijo el hombre con una sonrisa ladeada, metiendo las manos en los bolsillos de su abrigo—. Saben que esto no terminará bien para ustedes.

Di un paso al frente, manteniendo mi voz firme.

—No somos nosotros los que estamos acorralados. Tenemos la información, las pruebas. La única opción que te queda es aceptar el trato que te ofrecemos.

Él arqueó una ceja, divertido.

—¿Un trato? No me hagas reír, Moreau. No están en posición de negociar.

—Entonces, ¿por qué estás aquí en persona? —intervino Chantal—. Porque sabes que, si esto se hace público, no hay vuelta atrás para ti.

El hombre apretó la mandíbula. Habíamos tocado un punto sensible. Su poder dependía de la discreción, del miedo que infundía en otros. Pero si todo se exponía, perdería su imperio en un instante.

—Si esto sale a la luz, caeremos todos —dijo, con voz baja pero afilada—. ¿Están dispuestos a arriesgarlo todo? Porque yo sí.

Por un instante, el silencio se hizo insoportable. Pero entonces, Valérie dio un paso adelante y deslizó un sobre sobre la mesa de metal oxidado que nos separaba.

—Aquí dentro están las pruebas. Transferencias, nombres, contratos. Todo lo que necesitas ver para entender que ya perdiste. Y si algo nos pasa, hay copias listas para ser publicadas.

El hombre tomó el sobre, lo abrió y comenzó a revisar los documentos. Su expresión cambió sutilmente, pero lo suficiente como para saber que habíamos golpeado donde más dolía.

—Así que esto es una amenaza —murmuró.

—Llámenlo como quieran —respondió Sophie—. Pero no estamos jugando.

Marc se cruzó de brazos y finalmente dejó escapar un suspiro exagerado.

—No nos gusta el drama más de lo necesario, pero en serio, amigo, no tienes muchas opciones. O aceptas el trato, o tu cara estará en los titulares de mañana.

El hombre se quedó en silencio por unos segundos que parecieron eternos. Luego, con una exhalación pesada, dejó los papeles sobre la mesa y nos miró.

—¿Qué quieren a cambio?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.