Los días posteriores al campamento fueron extraños. Jade sentía que caminaba entre sueños y pesadillas. Cada vez que cerraba los ojos, revivía aquella noche: la sangre, los gritos, los disparos… pero, sobre todo, los abrazos de sus amigas y la despedida de Luke.
Los noticieros no hablaban de otra cosa. "La masacre del campamento de verano" lo llamaban. Pero Jade intentaba enfocarse en lo único que le quedaba: su sueño.
Semanas atrás, había enviado una solicitud para un programa de intercambio escolar en Corea del Sur. Siempre había soñado con viajar lejos, descubrir otros lugares y tal vez, encontrar un poco de paz.
El correo electrónico con la respuesta llegó una tarde cualquiera. Jade estaba sentada en la sala, viendo una serie coreana en su laptop, cuando una notificación le hizo el corazón saltar.
Asunto: Resultado de tu postulación — Intercambio Corea 2018
Tardó varios minutos en decidirse a abrirlo. Cuando por fin lo hizo, no pudo evitar gritar.
—¡Me aceptaron! —chilló, saltando en el sillón.
Su mamá, May, entró corriendo con un trapeador en mano.
—¿Qué pasó? ¿Qué gritadera es esa?
—¡Me voy a Corea, mamá! ¡Me aceptaron!
May dejó el trapeador a un lado, la miró con ojos brillosos y la abrazó fuerte.
—Te lo mereces, hija. Después de todo lo que has pasado, te mereces esto y más.
Emmy, que estaba en videollamada, pegó un grito desde su pantalla.
—¡JADE! ¡No inventes! ¡Vas a cumplir tu sueño!
Jade río, con lágrimas en los ojos.
Los meses previos al viaje fueron una locura. Empacó y desempacó mil veces. Se despidió de todos, incluyendo a Carla, con quien ahora se llevaba mejor que nunca. Emmy, aunque triste, prometió visitarla algún día.
—No importa cuántos kilómetros —le dijo Emmy en el aeropuerto—, siempre vamos a estar conectadas, boba.
Se abrazaron tan fuerte que casi no se querían soltar.
—Te voy a extrañar un montón —susurró Jade.
—Y yo a ti, tontita gamer.
Seúl era más de lo que Jade había imaginado. Calles iluminadas, carteles de neón, mercados nocturnos, gente de todas partes del mundo. La escuela era moderna y los compañeros amables.
En poco tiempo, hizo amistades con chicos de distintas nacionalidades: Miyu, una japonesa fanática del anime; Elias, un francés bromista; y Soojin, una coreana amante de los videojuegos como ella.
Las clases de coreano al principio fueron difíciles, pero Jade era terca y dedicada. Leía, practicaba y se esforzaba. Poco a poco fue mejorando, y hasta participó en un concurso de dibujo de su colegio, ganando el segundo lugar.
Sus pesadillas sobre el campamento poco a poco se hicieron menos frecuentes. Por primera vez en mucho tiempo, se sentía ligera… viva.
Aunque, en el fondo, a veces pensaba en Luke.
Se preguntaba qué habría sido de él después de esa noche. Si estaría bien. Si aún pensaba en ella.
Pero por ahora, no podía mirar atrás.
Ahora era el momento de vivir.