La vida en Corea del Sur era todo lo que Jade había soñado… y más. Cada día era una aventura distinta: aprender a usar el metro abarrotado, probar comida callejera que no sabía pronunciar, perderse en librerías antiguas de Insadong, y caminar bajo los cerezos en flor en primavera.
Pero incluso en los momentos más felices, su mente la traicionaba. A veces, en medio de la noche, se despertaba agitada, con el eco de gritos lejanos. Aunque ya no eran tan seguidos, las cicatrices invisibles seguían ahí, recordándole que el pasado nunca desaparece del todo.
Una tarde, después de clases, Jade decidió visitar un pequeño café de artistas que había visto cerca de su escuela. El lugar era acogedor, con paredes cubiertas de cuadros y estanterías repletas de libros viejos. Pidió un chocolate caliente y se sentó en una esquina a dibujar.
Estaba tan concentrada en su cuaderno que no notó cuando un chico se sentó en la mesa de al lado. Tenía el cabello castaño oscuro, ojos entre verdes y marrones, y una expresión tranquila.
—Eso está muy bonito —comentó en un coreano torpe pero entendible, señalando su dibujo.
Jade sonrió, sorprendida.
—Gracias —respondió en inglés, aliviada.
—¿Hablas inglés? ¡Qué suerte! —se río él—. Yo apenas entiendo coreano.
Ambos se presentaron. El chico se llamaba Eiden, era de Tailandia y, para sorpresa de Jade, estudiaba en una universidad cercana. Pero lo que más la impactó fue lo mucho que le recordaba a Luke. No por su físico, sino por su forma de hablar, su sonrisa y esa mirada que parecía leer su alma.
Hablaron durante horas. Descubrieron que ambos amaban los videojuegos, que Eiden tocaba la guitarra y que a Jade le fascinaba dibujar paisajes. Fue como encontrar un viejo amigo en un lugar inesperado.
Pero cuando Jade mencionó su edad, Eiden la miró con asombro.
—¿Quince? ¡No puede ser! —se río—. Pensé que tenías al menos diecisiete.
—Me pasa seguido —sonrió ella.
Al despedirse, intercambiaron números y quedaron en verse otro día. Jade caminó de regreso a su dormitorio con una sensación extraña en el pecho. Por un lado, estaba feliz. Por otro, asustada.
No quería volver a sentir lo que sintió con Luke. No quería que nada ni nadie le hiciera daño otra vez.
Pero la vida, como siempre, tenía sus propios planes.
Esa misma noche, mientras revisaba su celular, recibió un mensaje desconocido.
Número desconocido:
"No todo ha terminado, Jade."
Su corazón se detuvo. Miró a su alrededor, pero su habitación estaba en silencio. Revisó dos veces la ventana. Cerró las cortinas y bloqueó el número.
Pero sabía que algo… o alguien… del pasado estaba volviendo.
Y esta vez, no estaba segura de poder escapar.
nota de la autora :)
“¡Si te está gustando la historia, no olvides seguirme para no perderte lo que viene!