La carrera entre los árboles parecía interminable. Jade sentía los pulmones arder, las piernas a punto de fallarle, pero no se detenía. A su lado, Luke la guiaba, cubriéndola con su brazo libre, mientras Fabricio y Emmy ayudaban a los demás sobrevivientes a llegar al punto de encuentro.
La radio en la montaña había funcionado.
En la distancia, las sirenas ya se escuchaban, cortando la oscuridad como una esperanza.
Luke se detuvo en una zona despejada, donde una vieja antena oxidada marcaba el punto de reunión.
—¡Aquí! —gritó.
Todos comenzaron a llegar, uno a uno, jadeando, ensangrentados, pero vivos.
Jade dejó a la chica que ayudaba junto a un árbol y se dejó caer de rodillas, agotada.
Luke corrió hacia ella y se agachó, tomándole la cara entre las manos.
—Maldición, Jade… —dijo con la voz ronca—. Me volviste loco. Nunca más te alejes así de mi vista, ¿me oíste?
Los ojos de ella se llenaron de lágrimas.
—Tenía que hacerlo… no podía dejar a nadie —murmuró.
Luke apretó los labios, la atrajo contra su pecho y la abrazó fuerte. Jade se aferró a él, soltando todo el miedo, el dolor y la angustia.
—Estoy orgulloso de ti, pequeña —susurró él—. Eres más fuerte de lo que crees.
Jade asintió contra su pecho, sintiendo que ahí, por un momento, todo estaba bien.
Las patrullas llegaron.
Las luces rojas y azules iluminaron el claro y los oficiales empezaron a atender a los heridos y escoltar a los campistas.
Emmy llegó hasta donde estaban y abrazó a Jade también.
—¡No me vuelvas a asustar así! —le dijo entre lágrimas.
Carla, cojeando, se acercó y le pasó un brazo por los hombros.
—Eres una locura, mocosa, pero te admiro —dijo, sonriéndole débilmente.
Luke la soltó un poco, pero le tomó la mano.
—Te prometo que cuando todo esto acabe, no me voy a alejar —dijo, mirándola serio—. Siempre voy a estar para ti, Jade.
Ella sonrió con los ojos húmedos.
—Me vale si estás lejos… mientras sigas cumpliendo tus promesas.
Y sin decir nada más, se quedaron ahí, tomados de la mano, hasta que los llevaron a salvo.