El olor a desinfectante llenaba el ambiente.
Jade abrió los ojos lentamente. Todo a su alrededor era blanco y brillante. Por un segundo pensó que estaba soñando, pero el dolor en su cuerpo le recordó que no. Seguía viva. Y había sobrevivido.
Emmy estaba dormida a su lado, en un sillón, con la cara marcada por el llanto. Al notar que Jade se movía, abrió los ojos y sonrió, corriendo a abrazarla.
—¡Por fin! ¡Despertaste, tonta! —susurró entre lágrimas.
Jade sonrió débilmente.
—¿Todos… están bien?
—Sí —dijo una voz masculina desde la puerta.
Era Luke. Tenía una venda en la ceja, el brazo enyesado y varios raspones, pero sonreía al verla despierta.
—Todos los que salimos de esa pesadilla, estamos a salvo.
Detrás de él entraron Carla y Fabricio, ambos con curaciones y ojos hinchados por el cansancio. Carla se sentó al borde de la cama y le revolvió el cabello a Jade.
—Eres oficialmente mi heroína, mocosa.
Jade sonrió, débil pero sincera.
Sentía que el pecho le dolía menos con ellos ahí.
Luke se acercó y le tomó la mano.
—Tenías razón, ¿sabes? —le dijo en voz baja—. Hay personas que valen la pena luchar, aunque tengas miedo.
Jade lo miró, los ojos brillantes.
—No podía quedarme sin hacer nada… ya no más.
Luke apretó su mano con suavidad.
—Y te prometo, Jade, que algún día, cuando el tiempo sea el correcto… voy a invitarte a ver las estrellas como te prometí.
Jade bajó la mirada, sonrojada, pero asintió.
—Solo si me dejas ganar en Mario Kart.
Luke soltó una risa ronca.
—Ni en mil años, mocosa.
Todos rieron un poco. Por primera vez en días, había risas. Risas reales.
El doctor entró para revisar a Jade, y el grupo se retiró poco a poco, prometiendo volver al día siguiente.
Antes de irse, Luke se inclinó y le susurró al oído:
—Descansa, valiente.
Y se fue.
Jade cerró los ojos, abrazando la almohada, sintiéndose ligera, rota pero viva… sabiendo que su historia apenas estaba comenzando.