Ecos Del Silencio

Capítulo 18: Regreso a Casa

La habitación del hospital estaba llena de flores, cartas y abrazos, pero Jade solo pensaba en una cosa: volver a Perú. Ya no podía seguir postergándolo.

El tiempo había pasado rápido desde que despertó, y la vida parecía haberle dado una nueva oportunidad. Pero, mientras el sol comenzaba a ponerse, una idea aún más grande se apoderó de ella: su hermana Jada y la familia que la esperaba en su hogar. La seguridad de saber que ahí encontraría la paz que tanto necesitaba.

La última semana en Estados Unidos había sido un torbellino de emociones. Aunque Jade había recuperado fuerzas, tanto física como mentalmente, un vacío en su corazón le hacía falta, el vacío de su familia, de los recuerdos, de su madre May, y especialmente de su hermana Jada.

El día de la despedida llegó.

El médico había dado el alta, y con su madre en Perú esperándola, Jade tomó la decisión de regresar. Las cicatrices aún marcaban su piel, pero las de su alma, esas que no se ven, las que más pesan, empezaban a sanar.

En el aeropuerto, Emmy, Luke, y Fabricio la esperaban para despedirse.

—¡No me hagas llorar, enana! —gritó Emmy, abrazándola con fuerza.

—Ya sabes que me voy, pero siempre estaré ahí para ti. Prometido —le dijo Luke, su mirada serena, pero con una intensidad que Jade no podía ignorar.

Fabricio también la abrazó.

—Cuídate mucho. Y recuerda que me debes una partida de fútbol, ¿eh?

Jade sonrió, sintiendo que algo en su corazón se rompía mientras se despedía de sus amigos. Pero, al mismo tiempo, sabía que este era su nuevo capítulo.

La despedida fue dura, pero sabía que había que irse para sanar por completo.

Llegó el día en que aterrizó en Lima, Perú.

La calidez del aire y el bullicio de la ciudad la recibieron, pero el único lugar al que quería llegar era su casa. El lugar que la veía crecer, el lugar donde el amor de su familia la esperaba con brazos abiertos.

Cuando entró, vio a su hermana Jada en el pasillo, esperándola. Jada tenía una sonrisa enorme, pero sus ojos mostraban algo más. Preocupación, pero también alegría.

—¿Cómo estás? —preguntó Jada, con los ojos brillando de emoción.

Jade, al ver a su hermana, sintió una mezcla de alivio y felicidad. Se abrazaron fuertemente, sin decir una palabra. Solo el abrazo lo decía todo.

—Te extrañé tanto —susurró Jade.

Jada la sostuvo con fuerza.

—Yo también, hermana. Siempre te voy a cuidar, lo prometí. No importa lo que pase, siempre estaré aquí para ti.

La voz de May se escuchó desde la cocina.

—¡Jade! —gritó, corriendo a abrazarla—. ¡Estás de vuelta!

Jade se sintió finalmente en casa.

Y cuando la abrazó, la calidez de su madre fue todo lo que necesitaba.

Esa noche, ya con la familia reunida, Jade se sentó con Jada. Su hermana la miró con una sonrisa tierna mientras le acariciaba el cabello, aunque en sus ojos había una expresión de preocupación.

—¿Y Luz? —preguntó Jade, con un tono suave. Luz, la hija de Jada, había sido un gran apoyo para ella cuando más lo necesitaba.

Jada sonrió y asintió.

—Está durmiendo. Pero mañana quiero que la conozcas. Está creciendo rápido, Jade.

Jade asintió, con una sonrisa cálida. Luz siempre había sido un vínculo especial entre ellas, una razón para seguir adelante.

Al día siguiente, Jade se despertó temprano.

Su hermana la llevó a la habitación de Luz, donde la pequeña estaba jugando con muñecos. Cuando Jade entró, Luz levantó la vista y corrió hacia ella, dándole un abrazo cálido.

—¡Tía Jade! —exclamó la niña con una sonrisa de oreja a oreja.

Jade se agachó para abrazarla, sintiendo una paz en su corazón que hacía tiempo no experimentaba.

—Te extrañé, pequeña —susurró Jade, acariciando su cabello.

Luz se alejó un poco, mirándola con sus grandes ojos curiosos.

—¿Vas a quedarte? —preguntó, su voz llena de inocencia.

Jade asintió, con una sonrisa.

—Sí, tía Jade se queda.

Y en ese momento, Jade supo que todo lo que había pasado había valido la pena. Porque estaba de regreso con su familia, con la promesa de que, aunque el pasado fuera difícil, el futuro podía ser diferente. El futuro podía ser mejor.

El capítulo de su vida en el extranjero había cerrado, y en su hogar, en Perú, comenzaba un nuevo futuro.




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