Ecos del tiempo

Capítulo 1: El inicio

Lia nunca había creído en lo imposible. La ciencia y la lógica siempre habían sido su refugio. Pero, en el momento en que un rayo de luz cegador la envolvió, supo que algo extraordinario estaba ocurriendo. El aire se volvió denso, como si las leyes del universo se hubieran desmoronado en un solo instante.
Cuando sus ojos se abrieron de nuevo, no estaba en su apartamento, ni en el hospital donde había sido llevada tras el accidente. Se encontraba en un vasto salón, rodeada de lujosos tapices, y un estruendoso viento frío acariciaba su rostro. En su cuello, un collar dorado brillaba con una intensidad que nunca había visto en su vida. Todo en el lugar era extraño: los muebles de madera tallada, las ventanas con vitrales coloridos, y las pesadas cortinas de terciopelo que parecían sacadas de otra era.
¿Dónde estoy? - pensó, el pánico apoderándose de su mente.
Al intentar levantarse, un dolor punzante recorrió su espalda. Miró sus manos, que ahora parecían más finas y delicadas. Algo no estaba bien. No era su cuerpo. No era ella. ¿Qué había pasado?
Con el corazón acelerado, Lia se arrastró hasta un espejo que reflejaba su rostro. El reflejo que veía no era el suyo, sino el de una mujer que nunca había visto. La joven, con cabellera rubia y ojos azules, tenía una expresión serena pero cargada de una extraña melancolía. Un nombre apareció en su mente, como un susurro distante:
Lady Lira.
El nombre resonó dentro de su cabeza como una verdad inquebrantable. Pero, ¿quién era Lira? ¿Por qué su mente se sentía en conflicto como si fueran las dos al mismo tiempo? Mientras la confusión invadía sus pensamientos, el sonido de pasos en el pasillo la sacó de su trance. Un hombre, alto y de mirada intensa, apareció en el umbral de la puerta. Sus ojos oscuros la observaban con algo que parecía ser una mezcla de interés.
-Lady Lira, -dijo con voz grave. El príncipe heredero Alexander espera su presencia en la corte. Hay asuntos importantes que discutir sobre la guerra con los reinos del norte.
El hombre a la puerta, de ojos oscuros y rostro grave, parecía esperar una reacción. Lia, ese era su nombre en su antigua vida, o más bien, Lady Lira en la actualidad, no sabía cómo reaccionar ante él. La confusión la embargaba, pero al mismo tiempo, un extraño sentido de autoridad surgía en su interior.
-¿Está bien, Lady Lira? - El hombre frunció el ceño, y Lia notó que su tono no era uno de puro respeto, sino de una ligera impaciencia, como si él estuviera acostumbrado a tratar con la nobleza asi.
-Sí... claro. – Su voz, al pronunciar las palabras, sonó diferente a la suya. Era más profunda, pero también más segura, como si esa identidad estuviera marcada en su ser. Se levantó, sintiendo la delicadeza del vestido que llevaba puesto. Era de un tono verde esmeralda que contrastaba con sus ojos azules, y la tela caía con una suavidad inusitada.
El hombre la observó detenidamente antes de dar un paso atrás, haciendo una ligera inclinación con la cabeza.
-El príncipe Alexander ha solicitado su presencia. Lo más pronto posible, si es posible, mi lady.
Lia asintió, aunque dentro de ella un mar de preguntas seguía en agitación. ¿Quién es este príncipe? ¿Por qué me está buscando? Sin embargo, la autoridad que sentía en su interior la impulsó a caminar, a no dudar, aunque su mente continuara desbordada de incertidumbres no sabía que hacía aquí, pero tenía la vaga sensación que esto ya lo había visto en alguna parte. A medida que atravesaba el largo pasillo del palacio, el eco de sus pasos resonaba en las paredes de piedra. Cada puerta que pasaba parecía cargar con el peso de secretos olvidados, y los cuadros en las paredes, con rostros serios y gestos solemnes, la observaban.
El hombre la condujo a una gran sala, cuyo techo alto estaba adornado con frescos de escenas de batallas y victorias pasadas. En el centro de la sala, bajo una luz que caía desde un gran vitral, estaba él: el príncipe Alexander.
Su presencia era imponente, pero no era su tamaño lo que llamaba la atención, sino la intensidad de su mirada. Sus ojos, de un azul profundo, parecían leer cada rincón del alma de quien los miraba. Su cabello oscuro caía en ondas ligeras sobre su frente, y su porte, elegante, pero con la energía de un guerrero, dejaba claro que era alguien que había sido entrenado tanto en la espada como en la diplomacia.
-Lady Lira, su voz era grave, pero al mismo tiempo suave, como el murmullo de un río bajo la luna. Me alegra verte bien.
Lia se detuvo a pocos pasos de él, sintiendo una extraña mezcla de respeto y desconcierto. No sabía si debía hacer una reverencia o algo más formal. Pero algo en su interior la hizo mantenerse erguida, mirando al príncipe directamente a los ojos.
-Príncipe heredero Alexander. – La voz de Lia salió más firme de lo que esperaba. ¿De qué se trata todo esto? ¿Por qué me ha convocado?
El príncipe la estudió en silencio durante unos largos segundos, como si evaluara sus palabras. Después, hizo un gesto hacia uno de los enormes sillones cercanos.
-Por favor, siéntate. Hay mucho de lo que hablar, y poco tiempo para hacerlo. – Su tono no era de reproche, sino una mezcla de urgencia y preocupación.
Lia se acomodó en el sillón, manteniendo la compostura, aunque su mente estaba en plena tormenta. ¿Qué era todo esto? ¿Qué tenía que ver ella o este cuerpo con este príncipe y con los asuntos de la corte?
La situación es más grave de lo que imaginas. – Alexander comenzó, observando atentamente la expresión de Lia. El reino del norte se está preparando para invadir, y nuestra única esperanza es formar una alianza con ellos. Pero las tensiones internas en el reino son enormes. Y temo que hay una traición en la corte.
Lia lo miró, incrédula. La intriga palaciega no era algo que hubiese imaginado al despertar en este mundo, y mucho menos verse involucrada en ello. Pero algo en la mirada de Alexander, esa mezcla de desconfianza y necesidad, la hizo entender que no podía dar un paso atrás.
-¿Qué quieres que haga yo? – preguntó, su voz más suave pero cargada de incertidumbre.
Alexander se inclinó hacia adelante, sus ojos fijos en ella.
-Lo que quiero es que actúes como si fueras quién eres. Lady Lira. – Sus palabras fueron claras, pero su tono no dejaba lugar a dudas de que esperaba mucho más que solo una obediencia pasiva. Tu posición en la corte es clave para lo que está por venir. Necesitamos que nos ayudes a enfrentar a las fuerzas que conspiran contra nosotros desde dentro.
Un escalofrío recorrió la columna de Lia. No sabía qué más decir. Ella, una simple chica del siglo XXI, ¿cómo podría involucrarse en algo tan grande y peligroso?
Pero algo dentro de ella despertó. No podía dejarse arrastrar por el miedo. Si ella era realmente Lady Lira ahora, debía actuar como tal.
Lo haré. – Su respuesta fue firme, aunque el temor seguía acechando en su pecho. Haré lo que sea necesario.




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