Ecos del tiempo

Capítulo 4: Sombras de Alistair

Lia quería irse para su casa, sentía que las lágrimas saldrían en cualquier momento, la presión de lo desconocido era insoportable, pero sabía que si soltaba la primera lagrima no podría parar por un largo rato y ahora mismo eso no le convenia, el llorar no la iba a devolver a su mundo así que por ahora iba a pretender seguirle la corriente a las situaciones que se presentaran, porque siendo sincera si decía que no era la Lira original capaz y la encerraban y le hacían quien sabe que cosas, por algo dicen que persona prevenida vale por dos.

Suspirando como lo hacía muchas veces últimamente miro a la ventana y el nombre de lord Alistair había llegado a su mente, un pensamiento o recuerdo de los recuerdos que no le pertenecían, pero que ardían en su pecho como si fueran propios. Lía cerró los ojos y apoyo la cabeza en sus piernas flexionadas, entonces, como en tantas ocasiones recientes, el recuerdo la invadió. No era una imagen clara, pero estaba en una sala amplia, las antorchas echaban chispas en las paredes de piedra, y frente a ella se alzaba una figura alta, de cabello oscuro y mirada impenetrable.

Lord Alistair. El consejero del rey. Un hombre al que todos respetaban y temían por igual. Su voz resonaba en la memoria de Lía, grave y pausada, cada palabra cuidadosamente medida. Había servido a la corona durante años, guiando al monarca en asuntos de diplomacia y guerra, siendo su sombra en las negociaciones más delicadas. Pero de repente algo había salido mal.

Lía lo recordaba de pie junto al trono durante las reuniones del Consejo, siempre un paso detrás del rey, como un guardián silencioso. Los susurros comenzaron después de un incidente en la frontera, algo relacionado con un acuerdo. Tropas enemigas cruzaron los límites y, de algún modo, el enemigo parecía conocer cada punto débil de las defensas reales. Las miradas de sospecha cayeron principalmente sobre Lord Alistair. ¿Era posible que hubiera traicionado al rey?

La corte, como siempre, se dividió. Algunos lo defendieron, asegurando que su lealtad era incuestionable. Otros lo condenaron antes siquiera de que pudiera explicarse pues alegaban a que los movimientos del enemigo coincidían sospechosamente. Y luego… simplemente desapareció. Sin juicio, sin despedida, sin rastro. Se esfumó como la niebla al amanecer, dejando tras de sí solo preguntas y un silencio incómodo que nadie se atrevió a romper y luego se desato la guerra.

Lía abrió los ojos. Su corazón latía rápido. No entendía cómo podía recordar todo aquello con tanta claridad, como si lo hubiera vivido ella misma. Pero no eran sus recuerdos. Eran de Lady Lira.

—Lord Alistair… —susurró su nombre, él era como la manzana de la discordia, su presencia estaba causando conflictos.

Un golpeteo suave en la puerta la sacó de su trance. Era una de las doncellas con una bandeja de té. Cuando Lía le preguntó directamente sobre Alistair, la muchacha palideció, como si la pregunta misma fuera una amenaza.

—Yo… yo no sé nada, mi lady. Por favor, no me pregunte de él.

—¿Por qué? —insistió Lía, pero la doncella apenas dejó la bandeja sobre la mesa y huyó de la habitación.

Lía apretó los puños, por parte de la servidumbre iba a ser complicado conseguir información, pero de algo si estaba segura, en las sombras del Alistair de la novela, quizás estaba la clave para desenredar toda la historia.

Impulsada por la necesidad de información, Lía salió con la vela temblando en su mano, caminó por los pasillos más antiguos del castillo, donde el frío calaba los huesos y las paredes parecían escuchar. En la actualidad, lord Alistair aún era el consejero principal del rey, una figura imponente y respetada, aunque últimamente las conversaciones cesaban cuando él entraba a una habitación. Nadie lo confrontaba, pero tampoco lo recibían con el entusiasmo de otros tiempos.

En los archivos antiguos, ocultos en un ala olvidada de la biblioteca, Lía buscó registros oficiales. No esperaba encontrar acusaciones directas —todo lo relacionado con Alistair parecía envuelto en un manto de prudencia—, pero quizás, entre informes y cartas, podría hallar un hilo suelto.

Y lo encontró.

Un informe de hacía pocos meses, escrito por un miembro menor del consejo militar, describía un incidente en la frontera norte: tropas enemigas detectadas cerca de la frontera con el reino del norte Varta. No había combates, ni declaraciones de guerra, solo movimientos inusuales, patrullas en formación, como si esperaran una señal.

Lo curioso era el siguiente párrafo, donde el autor mencionaba que las rutas por las que esas patrullas se movían coincidían exactamente con el plan de defensas presentado por Lord Alistair unas semanas antes. No era una acusación directa, pero la coincidencia quedó registrada como “preocupante”.

Lía sintió un escalofrío. En el presente de Lady Lira, Alistair aún era leal… o al menos eso parecía. Pero algo estaba comenzando a fracturarse, algo que tal vez ni él mismo había notado, o que el propio consejo estaba utilizando para construir una historia en su contra.

¿Alguien estaba preparando su caída?

Lía cerró el libro con cuidado. Si había aprendido algo en su corta estancia en la corte, era que la traición rara vez nacía de un solo lado. Tal vez Alistair no era el hombre intachable que parecía, o tal vez alguien más estaba pavimentando el camino para convertirlo en un villano conveniente. Y en medio de todo eso, estaba Lira a solicitud del príncipe.

Un ruido la hizo girarse, la vela proyectando una sombra alargada en la pared.

—¿Lady Lira? —la voz de Lord Kaelen rompió el silencio—. Siempre en los lugares más interesantes. ¿Buscando fantasmas?

Lía apretó el libro contra su pecho, recomponiéndose. Con Kaelen nunca sabía si estaba ante un aliado o ante un hombre esperando una oportunidad para hundirla. Él estaba recostado contra la puerta, con esa sonrisa perezosa que no ocultaba su curiosidad.




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