La fiesta comenzó como estaba previsto, con luces brillantes y risas llenando los pasillos del palacio. La corte estaba sumida en el regocijo, mientras los nobles desfilaban entre las elegantes vestimentas, ajenos a los peligros que se cernían en las sombras. Y en medio de la festividad, Lia y Alexander se prepararon para poder llegar a su objetivo sin ser detectados.
—¿Cómo llegamos allí sin ser vistos? —preguntó, su mente ya comenzando a trazar el plan. Sabía que no podían arriesgarse a que su presencia fuera detectada.
—El bosque está rodeado por un sistema de túneles que conducen a las ruinas. Nadie nos verá si seguimos ese camino. Pero debemos ser rápidos y sigilosos. —El príncipe tomó un respiro profundo antes de continuar—. Estaré con Lady Martina en el evento de la corte, por lo que tendremos que encontrarnos en algún lugar. Nadie debe sospechar que algo está ocurriendo. He estado pensando y creo que lo mejor es encontrarnos en el viejo árbol donde solíamos jugar.
La mención de Martina, su prometida de la infancia, provocó que el corazón de Lia se retorciera, invadiéndola con una sensación agridulce. La relación entre Alexander y Martina era algo que Lia respetaba, pero últimamente, Alexander le estaba despertando sentimientos que jamás había experimentado antes en su primera vida y la que corría de esta, tal vez el haber estado en esa otra realidad le había cambiado un poco la forma en la que lo veía. Cada vez le resultaba más difícil ignorar lo que latía en su pecho. Sin embargo, en ese momento, sabía que no era tiempo para dar rienda suelta a sus sentimientos personales.
—Entendido —respondió Lia. Mientras se preparaban para partir, ella no iría a la fiesta, eso era como un alto voltaje al que todavía no quería enfrentarse, Lia sintió cómo su corazón latía con fuerza y sus manos se colocaba frías por la expectativa de que encontraría allí.
-No te distraigas. - Se repetía constantemente.
El aire de la noche era fresco cuando cada quien abandono el palacio y se encontraron en el lugar pactado, camuflados bajo capas oscuras y con pasos ligeros para no hacer ruido, se pusieron en marcha. El castillo quedaba atrás, y el paisaje se volvía más sombrío a medida que se adentraban en los límites del reino. Los muros del castillo desaparecían, y el vasto bosque tomaba el control del horizonte, sus árboles altos como sombras que se alargaban en la oscuridad. La luna se reflejaba en el suelo cubierto de hojas secas, creando un ambiente casi irreal.
A medida que se acercaban al lugar, Lia no podía evitar la sensación de que, con cada paso, se adentraban no solo en la oscuridad física, sino también en un laberinto de traiciones y secretos que estaban por descubrir. El eco de las advertencias del Alexander de sus sueños resonaba en su mente: "La traición está cerca…"
En el claro del bosque, donde las ruinas de una antigua torre se alzaban entre las sombras, la reunión ya había comenzado. Un murmullo bajo de voces se escuchaba en la distancia, y Lia pudo distinguir figuras envolviéndose en capas oscuras, preparándose para un intercambio secreto que podría cambiarlo todo.
—Ahí están —susurró Alexander—. Mantente cerca de mí, no quiero que tu padre me mate si algo te pasa y no podemos permitir que nos descubran.
Lia asintió, sintiendo cómo su pulso se volvía a acelerar y sus manos se colocaban frías. El peligro era palpable, pero también lo era la necesidad de saber quiénes estaban detrás del movimiento para la caída del reino. Con los ojos fijos en las sombras que se movían hacia la reunión clandestina, Lia entendió que esta noche podría ser decisiva para todo lo que vendría, tanto para el reino como para ella misma.
El futuro estaba frente a ellos, y aunque el camino estaba lleno de incertidumbre, Lia no podía dar marcha atrás. No podía permitir que las sombras, ya fueran externas o internas, la alcanzaran. La traición que se cernía sobre ellos tenía que ser detenida, sin importar el costo.
Un hombre alto, con una capa oscura que cubría casi todo su rostro, comenzó a hablar en voz baja, pero clara.
—El momento ha llegado. Ya no podemos esperar más. El príncipe no podrá detenernos, su majestad el rey esta enfermo. Si nos mantenemos unidos, podemos hacer caer su reino de dentro hacia afuera.
Lia sintió un estremecimiento al escuchar las palabras, pero no dijo nada. El riesgo era grande, pero a lo hecho pecho, ella quería estar en ese momento con el príncipe así que tenía que aguantar. No podían ser descubiertos.
Alexander y Lia se movían con sigilo, ambos se detuvieron detrás de un grueso tronco, apenas a unos metros de donde la reunión clandestina se estaba llevando a cabo. Desde allí, podían escuchar las voces bajas de los conspiradores, pero no lograban distinguir con claridad las palabras. Lia se agachó un poco, su respiración calmada pero sus ojos alertas, observando cada movimiento a su alrededor. Alexander, a su lado, parecía igualmente tenso, su mirada fija en el grupo de personas que se congregaban en el centro del claro, eran aproximadamente cinco personas.
—Escucha —dijo Lia, apenas un susurro, mientras su rostro se tensaba—. Hay algo que no me gusta en esto.
Alexander asintió en silencio, sus dedos apretando ligeramente el mango de su espada. No era solo la situación lo que lo preocupaba, sino lo que podría estar por venir. La traición estaba cerca, como lo había dicho antes, pero ahora, con cada palabra que lograba captar, las piezas comenzaban a encajar.
De repente, las voces se hicieron más claras, y Lia pudo distinguir una conversación que la heló por dentro.
—Lo que estamos haciendo es lo correcto —dijo una voz grave que parecía provenir de un hombre alto, con una capa oscura que lo cubría casi por completo—. El reino está al borde del colapso, y el rey está demasiado débil para gobernar. Es hora de tomar el control, antes de que ascienda el príncipe.
Lia intercambió una mirada con Alexander. El hombre que hablaba, su tono lleno de convicción, parecía estar liderando la conspiración. La idea de un golpe de estado comenzó a formar una sombra oscura en su mente.
—¿Estás seguro de que lo que estamos haciendo no llevará al caos? —preguntó una voz femenina, algo vacilante. Aunque su tono era bajo, se podía notar una leve preocupación en sus palabras.
La respuesta fue inmediata, fuerte y decidida:
—La gente es fácilmente manipulable. Ya hemos comenzado a sembrar la duda en sus corazones. La nobleza está dividida, y hay muchos que no están dispuestos a seguir a un príncipe débil que ni siquiera puede defender a su propio reino.
Lia frunció el ceño, sus pensamientos rápidos mientras trataba de identificar a quién pertenecían esas voces. La pequeña duda que había sentido antes, sobre la intención de estos conspiradores, creció en su pecho. No solo se trataba de una disputa de poder. Estaba claro que alguien dentro de la corte no solo deseaba cambiar el liderazgo, sino destruirlo por completo. Y Alexander era el objetivo.
—¿Quiénes son estos traidores, los reconoces? —susurró Lia, su tono bajo pero lleno de desesperación.
Alexander apretó los dientes, su expresión endurecida por la furia contenida. Parecía que cada palabra que escuchaba lo hería profundamente. Era difícil para él pensar que los mismos nobles y cortesanos con los que había trabajado de cerca pudieran estar detrás de algo tan destructivo.
—Todavía no lo sé, pero cada vez tengo más claro que la corte está llena de ratas y he sido muy benevolente, al parecer a la gente le gusta la tiranía, sabiendo que ese es un juego mucho más peligroso de lo que ellos piensan—respondió, su voz grave.
Justo en ese momento, una nueva voz se unió a la conversación. Esta vez, su tono era más bajo, como si estuviera ofreciendo una advertencia.
—Y no olviden a la consejera, Lady Lira. Ella podría ser un obstáculo para nuestros planes. El príncipe confía en ella demasiado, y aunque ella parece leal, no podemos permitir que ella se interponga en nuestro camino.
Lia sintió que su corazón se detenía por un momento y los colores se le iban de la cara. ¿Lady Lira? El eco de su propio nombre la sorprendió. ¿Cómo sabían de ella? Pero la pregunta que siguió a esa revelación fue aún más alarmante.
—¿Deberíamos eliminarla? —La voz de uno de los conspiradores era sombría, casi indiferente.
—No, aún no. —La respuesta fue tajante, como un freno. —Lady Lira podría ser útil. Tiene contactos dentro del ejército, y su lealtad hacia el príncipe es inquebrantable. No podemos atacarla directamente… pero sí podemos usarla.
Lia tragó saliva, su mente corriendo en todas direcciones. Sabía que algo no estaba bien, que había algo más bajo la superficie, pero ahora los traidores parecían estar dispuestos a manipularla. Utilizarla. La idea de ser una ficha en un juego que ni siquiera entendía la desorientó completamente.
—Y si algo sale mal... si ella llega a ser un problema —dijo una voz más fría, cargada de intenciones oscuras—, siempre podemos recurrir al plan B.
La mención de un "plan B" hizo que Lia se pusiera aún más alerta. Lo que fuera que se estuviera tramando, no se detendría ante nada.
—Solo asegúrate de que los demás no se enteren de nuestra intervención. Nadie debe sospechar, sobre todo la corte. —El líder de la conspiración parecía estar dando las últimas instrucciones antes de que se dispersaran.
En ese momento, Lia sintió una oleada de adrenalina recorrer su cuerpo. Sabía que era solo cuestión de tiempo antes de que la verdad saliera a la luz. La sensación de peligro estaba tan cerca que podía sentirlo en la piel.
—Tenemos que irnos, ahora. —Dijo Alexander en voz baja, su tono urgente. —No podemos quedarnos aquí más tiempo.
Lia asintió rápidamente. Sabía que el tiempo se les agotaba. Mientras se retiraban con cuidado hacia el túnel por el que habían entrado, las palabras de los conspiradores seguían resonando en su mente. Esto en definitiva no había sucedido en su primera vida y le asustaba.