Ecos del tiempo

Capítulo 8: El peso de la corona

Alexander respiró profundamente mientras avanzaba por el sendero oscuro que los llevaba de regreso al castillo. La batalla con los bandidos aún ocupaba su mente, pero era el peso de la revelación hecha en el bosque lo que realmente lo atormentaba. Había algo en la forma en que Lira se comportaba, algo había cambiado, había algo diferente, que lo desconcertaba. Sus movimientos, eran más ágiles, sus reacciones durante el combate más rápidas y precisas y además de eso tenía movimientos que nunca había visto; en definitiva, todo parecía indicar que había cambiado de alguna manera. No podía evitar notar cómo su actitud y su manera de ser se habían transformado con el tiempo.
Desde que Lira había llegado al palacio siendo niña, Alexander había sentido una atracción hacia ella. Al principio, no lo reconoció por completo, pero con el pasar del tiempo se dio cuenta. Era un sentimiento confuso, algo que había tratado de mantener bajo control, porque tenía claro que ella y él no podían ser más que amigos, por más que el quisiera. Lira no solo era una mujer fuerte y decidida, sino que también era la mejor amiga de él y de su prometida, Martina.
Sin embargo, el al principio quería que Lira fuera su prometida, pero eso no paso. En el momento en que ella rechazó su propuesta de matrimonio, aquella vez, en privado, cuando él le ofreció todo lo que el reino y su título podían darle, su corazón se rompió.
Alexander había esperado que la decisión de Lira lo alejara de sus propios sentimientos. Si ella no quería estar con él, si no compartía lo que él sentía, entonces debía seguir adelante y no atarla a una relación en la que ella no quería estar. Y, por supuesto, su lealtad a Martina nunca flaqueó. Ella había sido su amiga desde la infancia, y no quería traicionarla, ni a ella ni a sí mismo. Sobre todo, porque ese cariño que tenía por Martina comenzó a verse empañado por los sentimientos que Lira había despertado en él otra vez recientemente.
Pero no era solo su atracción lo que lo atormentaba. Cada vez que observaba a Lira, un dilema crecía dentro de él. Sabía que sus sentimientos por ella eran incorrectos, tenía que superarlos. Pero, por mucho que lo intentara, no podía negar que algo se despertaba en él cada vez que compartía una mirada con Lia o cuando ella lo sorprendía con su valentía en combate, como acaba de pasar. Era como si el tiempo se detuviera en esos momentos, como si las sombras del bosque y el peligro inmediato fueran más soportables mientras ella estuviera cerca.
Era frustrante.
La atracción que sentía por Lia había crecido con el tiempo, pero también lo había hecho la necesidad de mantenerla alejada. No solo por su propio bienestar emocional, sino también por respeto a Martina, él era consiente que Lia lo veía como un hermano. Él no podía ser el que destruyera esa relación, especialmente cuando su amiga y prometida lo miraban con confianza.
Esa batalla interna fue más difícil de lo que esperaba y se maldijo por no ser capaz de controlarlo. Debía ser fuerte. Ahora, no era solo la guerra que enfrentaban en el reino lo que lo perturbaba, sino la guerra que libraba en su propio corazón.
El sonido de una figura acercándose a ellos lo sacó de sus pensamientos. Un hombre cubierto con capa oscura apareció, y la sensación de peligro volvió a llenarlo de inmediato. Lira, con su usual determinación, se puso alerta. El ambiente había cambiado de forma repentina, como si la llegada de este extraño fuera el presagio de algo mucho más grave que lo que ya enfrentaban.
—¿Quién está allí? —preguntó Alexander, instintivamente colocando la mano sobre el mango de su espada. No confiaba en nadie que no fuera de su círculo cercano, y ese hombre parecía ocultar algo.
La figura levantó la mano en señal de paz.
—Soy yo lord Kaelen—dijo el hombre, su voz profunda y clara—. Vengo a advertirles de un nuevo peligro inminente.
Kaelen dio un paso más cerca, su figura alta y decidida a pesar de la oscuridad que los rodeaba. El sonido de sus botas sobre el sendero quebraba el silencio de la noche, pero su tono grave no parecía dejar espacio para dudas.
—No es solo un rumor —comenzó Kaelen, su mirada fija en Alexander, como si pesara cada palabra que decía—. Como su majestad sabrá, soy coronel en el ejército, y acabo de recibir información clave de nuestros espías en la frontera norte.
Lira lo observó atentamente, sus cejas fruncidas al escuchar la mención de los espías. El no solía confiar fácilmente en la información que llegaba de fuentes tan alejadas, pero la posición de Kaelen en el ejército hacía que las palabras adquirieran otro peso.
—¿Espías? —preguntó Alexander, su tono frío y calculador. Aunque la preocupación se reflejaba en su mirada, su mente ya comenzaba a trabajar en posibles escenarios. No era un hombre que tomara decisiones impulsivas, y sabía que cualquier información debía ser analizada a fondo antes de reaccionar.
Vio a lord Kaelen soltar un suspiro, como si le molestara tener que explicar lo que consideraba obvio. Sabía que muchos no comprenderían el alcance de la situación hasta que fuera demasiado tarde, por lo que el al ver la singular personalidad de Kaelen y que este se estaba percatando de cosas que a los demás no les importaba decidió tomarlo como posible aliado.
—La información que se me dio fue oculta intencionadamente —dijo con voz tensa—. Nuestros espías han reportado movimientos inusuales en la zona fronteriza. Algo está cruzando la frontera desde el este. No son solo bandidos o saqueadores comunes. Son fuerzas organizadas, y lo peor de todo, tienen algo que hemos perdido de vista: conocimiento antiguo. Magia antigua.
Alexander no mostró sorpresa, pero su mente ya comenzaba a hacer conexiones. No era un hombre de reacciones impulsivas, sino de análisis detallado. Estaba acostumbrado a leer entre líneas y evaluar las situaciones de manera fría y lógica.
—Magia antigua... —repitió, manteniendo la calma, aunque su mente ya procesaba las implicaciones—. Eso cambia las cosas. Si alguien está usando poder arcano en la frontera, no solo se trata de una incursión común.
Lira lo observó en silencio, como evaluando su respuesta, mientras Kaelen mantenía su postura, esperando la reacción de ambos.
—¿Y cómo sabemos que esto no es solo un juego de poder entre facciones menores? —preguntó Alexander, su mirada fija en Kaelen, buscando más detalles—. La magia antigua es peligrosa, sin duda, pero también puede ser una excusa para que los enemigos se infiltren en nuestras filas. ¿Tienes más pruebas de que esto es real y no una manipulación de nuestra información?
Kaelen frunció el ceño, reconociendo la agudeza de Alexander, pero también comprendiendo que no podía darse el lujo de ocultar más detalles.
—He recibido informes directos de los espías. Ellos han visto símbolos arcanos en las tierras fronterizas, rituales realizados bajo la luna llena... y algo más. Algo oscuro que no podemos permitirnos ignorar. —Su tono se volvió más serio—. No es solo una amenaza externa. Esta magia está siendo utilizada por un enemigo que ha permanecido oculto en las sombras. No sabemos quién, pero ya están moviéndose. Y lo que buscan… esto es mucho más grande de lo que parece.
Alexander se cruzó de brazos, su mente trabajando a toda velocidad. Sabía que la información de Kaelen no debía tomarse a la ligera, pero también sabía que no podía apresurarse a tomar decisiones sin considerar todas las variables.
—Entiendo —dijo finalmente, su voz controlada pero firme—. Lo que estás diciendo tiene sentido, pero tenemos que actuar con cautela. Antes de movilizar a las tropas o alertar a los magos, debemos confirmar la fuente, sobre todo por el tipo de información. Si este enemigo tiene poder y ha estado oculto tanto tiempo, es probable que tenga aliados dentro de nuestro propio reino. Necesitamos una estrategia que minimice el riesgo y asegure que no estamos siendo manipulados.
Su habilidad para analizar y tomar decisiones rápidas bajo presión era lo que siempre habían respetado de él. No había duda de que Alexander sabía lo que hacía.
—Entonces, ¿cuál es el siguiente paso? —preguntó Lira, siempre dispuesta a seguir la estrategia de Alexander.
Kaelen, aunque levemente sorprendido por la calma de Alexander, asintió.
—El siguiente paso es actuar con sigilo —dijo Alexander, su tono firme y decidido—. Necesitamos enviar un pequeño grupo de confianza a la frontera para investigar más a fondo, pero sin alertar a nadie más. Los espías que mencionas deben ser interrogados a fondo. Si esto es una amenaza real, no podemos permitir que se propague antes de tener pruebas sólidas.
Kaelen lo miró fijamente, reconociendo la sabiduría detrás de las palabras de Alexander.
—Está bien —dijo con voz grave—. Me aseguraré de que el grupo se forme de inmediato.




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