Al día siguiente, Lia y Alexander se encontraban observando con detalle los mapas, colocando figuras representativas de las casas nobles para estudiar la geografía, además de eso estaban estudiando las cartas de los aliados y los mensajes de las regiones neutrales. Alexander estaba allí, como siempre, en su postura firme y seria, su mirada estaba fija en el papel, mientras Lia, aunque igual de comprometida, parecía más atenta a los pequeños gestos de fatiga que traía Alexander consigo. Ella sabía que Alexander se estaba exigiendo al máximo para buscar soluciones, por eso ella trataba de estar a la par de él.
—Parece que nuestros aliados en el este están empezando a dudar —y mientras señalaba una sección del mapa, su tono de voz mostraba la carga de lo que eso significaba. La preocupación era clara en su rostro.
Lia asintió, mirando el mapa.
—¿Qué propones entonces? —preguntó Lia.
El silencio de Alexander tras esa pregunta fue pesado. No parecía saber qué decir, y cuando finalmente respondió, su tono sonó más sincero y vulnerable que lo habitual.
—No lo sé. Necesito tiempo para pensar, ellos al parecer necesitan ver que tengo una posición sólida, tengo el respaldo de tu padre y otras casas más, pero no sé qué esperan. ¿Qué me case? ¿Qué adelante la boda?
Lia tragó saliva al escuchar esas palabras. ¿Qué me case? El eco de la frase retumbó en su mente, como una pesadilla que comenzaba a materializarse. El futuro del reino, sus aliados, y las esperanzas de paz parecían depender de algo tan distante de lo que ella deseaba. Alexander hablaba de adelantar la boda, por obligación. Algo en su pecho se apretó, y el dolor anticipado se instaló como un peso insoportable. La perspectiva de un futuro unido por razones políticas, más que por los propios sentimientos, le hacía sentir mal.
Fue entonces cuando un golpe en la puerta interrumpió el momento, y Lia dio un pequeño respingo, volviendo en si dio media vuelta y noto la presencia de Martina - ¿cuándo llego?
—¿Qué sucede? —preguntó Alexander. Su tono volviendo a ser el del líder decidido que todos conocían.
El sirviente entró, anunciando con la formalidad acostumbrada:
—Majestad, Lord Kaelen desea hablar con ustedes.
Lia suspiró en silencio. Kaelen. Siempre parecía aparecer en los momentos más inoportunos, pero también era una figura clave en estos tiempos de incertidumbre. Sin embargo, su cercanía, su actitud despreocupada y esa presencia tan... invasiva, la incomodaban. Sabía que Kaelen traía consigo noticias importantes, pues últimamente era él con su llegada el que presagiaba noticias que no siempre eran fáciles de escuchar, pero aquellas que podrían cambiar el curso de los eventos de manera irreversible.
—Déjalo entrar —respondió Alexander.
Kaelen entró sin preámbulos, y a diferencia de otras veces, hoy su expresión estaba mucho más seria. Su mirada pasó brevemente sobre Alexander, Lia y Martina, para volver a mirar a Alexander.
—Majestad, tengo algo importante que informar —dijo Kaelen, su voz era seria y en un tono que no admitía bromas ni ironías, como era habitual en él. La gravedad de su voz indicó que lo que venía a decir era algo serio. —El reino del norte ha decidido atacar en las próximas semanas. El tiempo que tenemos para prepararnos es aún más corto de lo que pensábamos.
Lia sintió que el suelo se le movía bajo los pies, esto no paso tan pronto en su otra vida, ella estaba actuando lento porque todavía faltaba mucho para los demás eventos como era el de la guerra. Lia sabía que la guerra era una situación volátil, cualquier cambio podría alterar las cosas, como había pasado ahora. Escuchar esas palabras de Kaelen le heló la sangre. La realidad de la guerra, tan cruda, tan inmediata, la golpeó con fuerza en el corazón. Alexander cambio a una postura rígida y tensa. Sus ojos se encontraron con los de Kaelen, buscando respuestas.
—¿Estás seguro de eso, Lord Kaelen? —preguntó Alexander, su voz llena de la determinación de siempre, pero también cargada de una preocupación que no podía ocultar.
—Lo estoy —respondió Kaelen, con el tono grave que indicaba que no había lugar para dudas. —Las últimas comunicaciones son claras. Lo que ocurra en el norte afectará todo. Necesitamos estar listos, y ahora más que nunca.
La guerra no solo era un desafío estratégico, sino también emocional, y parecía que las piezas del tablero se movían en contra de ellos. Lia en su mente repasó todo lo que había ocurrido hasta ahora, cómo cada decisión tomada había sido crucial para llegar a este punto, pero ¿dónde había fallado?
Lia observó el escenario, sus manos se volvieron frías y comenzaron a moverse con un leve temblor, que trato de ocultar cerrando sus manos en un puño. Miro a ambos hombres y a Martina viendo cómo la responsabilidad se hacía más grande.
Por la virgen de la papaya. Pensó Lia.
Lia, al igual que todos allí, parecían comprender la magnitud del momento. Cuando Alexander, como siempre, tomó el control, su voz firme rompió el silencio.
—Tenemos que actuar rápidamente —dijo, mirando a Lia con urgencia. —Lia, necesitamos que hables con los líderes de la corte. Tal vez podamos encontrar una forma de manejar la corte a nuestro favor. La guerra no nos da tiempo para dudar.
Lia asintió, reconociendo el peso de la tarea que tenía por delante. Todo lo que conocía, todo lo que amaba, estaba en juego.
A la mañana siguiente, en la sala principal del castillo, la corte se reunió. La atmósfera estaba cargada de tensiones, con nobles y líderes de la corte susurrando entre sí. Lia caminó por el pasillo con paso firme, observando a cada uno de los cortesanos, reconociendo a aquellos que, en su vida pasada, habían jugado papeles cruciales en el colapso del reino. Sabía que algunos de ellos no eran dignos de confianza, pero debía actuar con cautela.
Al llegar al centro de la sala, se unió a Alexander, quien la esperaba con la mirada fija en los nobles reunidos. Su presencia era imponente, pero Lia notó la tensión en sus hombros, como si el peso de la responsabilidad lo estuviera aplastando.
Lia le dio una mirada breve, un gesto silencioso de apoyo, y luego se adelantó.
—Nobles de la corte, —comenzó, su voz clara y segura. —Este reino está ante un desafío que no podemos subestimar. Las fuerzas del norte se están moviendo de manera sospechosa, según sabemos se acercan rápidamente, y no tenemos tiempo para dudar.
La corte guardó silencio. Algunos nobles se miraron entre sí, y Lia pudo notar a los más débiles vacilando, pero no les dio tiempo para pensar.
—La casa del ducado San Marino ha decidido actuar con firmeza en este momento crítico. —Continuó, mirando a cada uno de los nobles con una mirada que dejaba claro que no toleraría ninguna objeción. —El príncipe Alexander tiene el respaldo completo de nuestra familia, y este es un mensaje que todos deben entender. Cualquier duda sobre nuestra lealtad solo pondrá en peligro a todo el reino.
La tensión en la sala se podía cortar con un cuchillo, pero Lia no se detuvo. Estaba jugando un juego mucho más grande de lo que los demás podían comprender. Cada palabra que decía, cada mirada que intercambiaba con los nobles, era parte de un plan mayor.
La corte comenzó a murmurar, y Lia notó que algunos nobles ya comenzaban a inclinarse en favor de Alexander. No era una victoria completa, pero era un paso crucial. La duda en la corte se había reducido. Gracias a Dios su familia la casa ducal San Marino tenía mucha influencia y eso dejaba tranquila a Lia.
Más tarde de ese mismo dia, Lia se encontraba sola en la biblioteca, repasando en su mente los detalles de su conversación con la corte. No podía confiar completamente en todos los presentes, eso era claro, sabía que algunos de ellos tenían sus propios intereses que no se alineaban con el bienestar del reino. La tarea no estaba completa, y Lia no iba a relajarse.
Un golpe en la puerta interrumpió sus pensamientos. Lia levantó la cabeza y dijo con calma:
—Adelante.
La puerta se abrió y un sirviente entró, con la cabeza inclinada.
—Mi señora, —dijo, —Lord Kaelen ha solicitado audiencia con usted.
Kaelen. En su vida pasada, siempre fue una figura distante, pero ahora su presencia en la corte era más importante que nunca. Lia sabía que Kaelen había cambiado desde que había comenzado a formar parte del ejército, él iba ascendiendo de posición de manera impresionante, algo que no sucedió en su primera vida. Su cambio de rol era sospechoso, y Lia no podía ignorarlo. Aunque fuera el portador de la información más delicada, así como lo estaba haciendo últimamente.
—Déjalo entrar. —Respondió Lia, su voz serena pero alerta.
Kaelen entró con paso firme, su rostro serio, sin la actitud despreocupada que solía mostrar. Lia no pudo evitar notar la diferencia en él. Algo había cambiado, y ahora tenía que descubrir qué era.