El amanecer iluminaba suavemente la habitación de Lia, pero en su mente toda la situación no la dejaba descansar, debía tomar decisiones difíciles y esas decisiones no solo afectarían su vida, sino también la del reino entero si se equivocaba. El Ducado San Marino. Esa era la familia a la que pertenecía, y no era cualquier ducado. Era una de las casas más poderosas del reino, tanto en términos militares como económicos.
Su padre, el duque, había sido una figura clave en la defensa y el bienestar del reino. Bajo su liderazgo, el ducado había expandido sus territorios y asegurado importantes rutas comerciales. Además, su familia tenía un ejército de élite, entrenado y listo para proteger a la nación. La influencia de su familia no solo se medía en poder político, sino también en la forma en que podían movilizar recursos para garantizar la estabilidad de todo el reino.
Pero ahora, su padre estaba lejos, viajando como diplomático a otras tierras, en una misión crucial para mantener la paz. Y Lia debía enfrentar la creciente tensión política y militar sin él. Mientras él estaba fuera, Lia había tenido que manejar las relaciones de la corte, un reto aún mayor debido a la crisis del momento. Aunque su padre le había dejado todo en sus manos, en muchos momentos Lia se sentía como si estuviera caminando en un terreno inestable, sin la guía de la figura que siempre había representado el centro de poder y estabilidad en su vida. Sumándole a eso que tenía un conflicto de personalidad al haber estado en una era moderna donde el comportamiento era más liberal a diferencia de la actual en donde las personas eran más conservadoras.
Recientemente, había recibido cartas de su padre, pero cada una de ellas solo confirmaba que el viaje diplomático estaba llevando más tiempo de lo esperado. Las tensiones y la incertidumbre en los reinos debido a la amenaza de guerra, parecían hacer cada vez más difícil que su padre pudiera regresar a tiempo.
Lia se encontraba frente a la ventana, observando el horizonte que se extendía ante ella. ¿Qué haría ella cuando su padre regresara? Estaba segura de que se asombraría al ver esta nueva versión de ella. No tanto por el estilo de vestir, porque gracias a Dios siempre había mantenido en todas sus vidas el mismo estilo, si no por su nueva postura frente a las cosas.
No tenía ni idea.
De repente, un golpe firme en la puerta interrumpió sus pensamientos. Era un sirviente de la corte, el mismo que siempre la había ayudado a mantenerse al tanto de los eventos más importantes.
-Mi princesa, hay noticias urgentes. – La voz del sirviente era grave, un indicio de que la situación se estaba complicando aún más.
Lia se giró rápidamente, su corazón comenzó a latir con fuerza. Sabía que cualquier noticia en ese momento solo podría significar una cosa: las tensiones del reino habían alcanzado un punto crítico.
-¿Qué sucede? – Preguntó, su tono firme, pero sus ojos no podían ocultar la preocupación que sentía.
-El duque... – La pausa del sirviente fue notable, como si sopesara sus palabras con cuidado. – Su regreso se retrasa aún más. La situación diplomática ha empeorado y no podrá regresar en un futuro cercano.
Lia sintió cómo la presión sobre sus hombros aumentaba, esto era un efecto mariposa al estar los eventos adelantándose más de lo normal, en el pasado su padre si estuvo con el príncipe porque alcanzo a regresar. Esta vez la ausencia de su padre no solo dejaba un vacío en la corte, sino que ahora, con la guerra acercándose, su familia se encontraba en una situación aún más vulnerable.
-Lo mejor sería que se dirigiera al consejo de guerra de inmediato, mi princesa. Su presencia es más necesaria que nunca.
Lia respiró profundamente, sintiendo cómo el peso de su linaje y su posición la envolvían. Su familia era una de las casas más poderosas del reino, eran símbolo de fuerza, de resistencia, eran el escudo de la familia real. Y ella no podía permitir que esa imagen se desmoronara.
– Voy al consejo de guerra ahora mismo.
El ambiente en la sala del consejo de guerra era tenso. Los miembros del consejo, hombres y mujeres de gran influencia se encontraban reunidos para discutir el futuro del reino ante las crecientes amenazas. Las paredes de la sala, hechas de piedra fría y adornadas con tapices de antiguos héroes, parecían escuchar en silencio la creciente ansiedad que impregnaba el aire.
En la mesa central, los generales y ministros discutían acaloradamente, mientras la figura de Lia, erguida en su asiento, observaba en silencio. La joven princesa, hija de uno de los ducados más poderosos del reino, era una estratega fuera de lo común. Algo positivo es que, en este reino, la capacidad de tomar decisiones importantes no dependía del género, sino de la inteligencia, el valor y la astucia. Las mujeres en el consejo no eran tratadas con desdén, sino que eran valoradas por sus habilidades y méritos para guiar al reino, como lo fue la reina madre y algunas de las figuras más poderosas de la corte.
Los hombres sabían que las decisiones que se tomaban en esos momentos cruciales no tenían que ver con el sexo de quien las pronunciara, sino con su capacidad para resolver. En su mente, Lia no solo tenía la educación que su familia le había impartido en su vida anterior y en la actual, sino también las estrategias de guerra que había leído en la novela de su segunda vida. Conocía los movimientos políticos, las tácticas militares y las intrigas que podían cambiar el curso de la historia. Y, por primera vez desde su retorno en el tiempo, Lia sabía que debía usar todo eso para salvar el reino y darle un futuro, no solo a ella, sino a todo el pueblo.
El ministro de Defensa, un hombre de rostro severo y canoso fue el primero en hablar cuando vio que Lia se acomodaba en su asiento.
-Princesa necesitamos decisiones estratégicas para la guerra. ¿Qué opina usted sobre el despliegue de nuestras fuerzas?