A veces las verdaderas historias de terror no involucran a los muertos.
Recuerdo la primera vez que lo vi aun estando con vida, fue en la universidad donde me había llamado la atención al verlo almorzar solo. Siempre se encontraba con una mirada perdida en sus pensamientos… pensamientos que no me hubiera ni imaginado en ese entonces.
Era una mujer empática y cuando me senté frente suyo aquel día estoy segura de que él también lo sintió.
Al principio la relación fue luz.
Su risa, su forma de mirarme, la calma que traía consigo.
Solo que con el pasar del tiempo esa luz se fue escabullendo.
Las risas se volvieron murmullos y los días más largos.
De mis amigos ya no sabía nada o tal vez fui yo quien desapareció primero.
La casa se volvió una jaula.
Y cada noche en donde él llegaba y abría la puerta me preguntaba… ¿Qué versión sería? ¿La que me amaba o la que me ahogaba?
No sé en qué momento el amor se volvió miedo, sólo sé que desde ese entonces el verdadero terror empezó a llevar su nombre.