¿Cuándo comencé a notar comportamientos extraños?
¿Vale la pena recordarlo?
Una noche me pidió que viéramos una película, no estaba de humor pero sabía que si decía no, algo se rompería entre nosotros por lo cual accedí.
La película empezó como cualquier otra, una pareja, una casa hogareña, todo parecía normal hasta que me pidió que observara con atención.
—Observa bien está parte —Dijo y algo en su tono de voz no me gustó.
En la pantalla, una mujer lloraba y suplicaba frente a un hombre que sonreía, una sonrisa vacía que parecía esconder un secreto oscuro.
Sin más el color rojo llenó el encuadre y la habitación entera pareció teñirse de ese tono. Quise apartar la vista pero su mano se posó sobre mi muslo.
Firme.
Fría.
Me congele en mi lugar.
—¿No te parece fascinante? —Preguntó sin dejar de observar la pantalla.
Su voz sonaba curiosa, expectante y tranquila lo que me hizo preguntar qué parte de aquello era fascinante.
¿La actuación?
¿El sufrimiento?
¿O su reflejo en la pantalla?
Me obligue a no parpadear, no respirar más fuerte de lo necesario.
Cada segundo que pasaba el tic-tac del reloj se volvía ensordecedor, como si de una advertencia se tratase.
Cuando la escena a cabo la mano fría se retiró, en ese momento sentí que un suspiro de alivió abandonó mis labios. El aire volvió a mis pulmones de a poco haciéndome percatar de que había dejado de respirar.
Desde esa noche la casa dejó de ser un hogar.
El silenció era más fuerte que mi propia voz.
Mis pensamientos mi unica compañía.
Ya no sabía si estaba viva o simplemente esperando el final.
Los recuerdos llegan como agujas afiladas penetrando mi piel.
La primera vez que pasamos por ese callejón, los gatos esqueléticos observando entre la basura.
Fui yo quien les dió de comer.
No él.
Yo.
Al llegar a casa su mano rodeó mi garganta, su sombra pareció tapar la mía y su voz estridente parecía perforar mis tímpanos.
—No quiero volver a verte gastar en cosas inútiles.
Una advertencia, la cual no seguí y llegó con consecuencias.
La semana siguiente desperté con un olor extraño en la cocina pero fue aún más extraño su comportamiento.
Dijo que quería prepararme la cena, que lo hacía porqueme amaba y porque me había portado bien.
La carne estaba fría, pálida, con un sabor metálico que me revolvió el estómago.
Aún así sonreí y fingí disfrutarla.
—Me dijeron que los gatos desaparecieron —Murmuró entre bocados.
Con el trozo de carne suspendido en el tenedor levanté la vista, él me sonreía, era la misma sonrisa vacía de aquel hombre en la película.
El aire se volvió pesado, mi pecho apretado, me excuse y corrí al baño, con las manos temblando sobre el lavabo observe mi reflejo.
No.
No podía ser lo que pensaba, me repetí una y otra vez, él no sería capaz.
Ahora sabía que aquellos pensamientos no eran errados pero lamentablemente lo descubrí demasiado tarde.