Ecos en la Sombra

Capítulo 2

El despacho de Alexander Vanderleigh seguía tal como lo había dejado la noche en que su vida se apagó. La lámpara de bronce, la misma que había iluminado tantos acuerdos secretos y negociaciones de alto nivel, aún permanecía encendida, a pesar de la ausencia de su dueño. Los papeles, cuidadosamente dispuestos en su escritorio, parecían contar historias de poder y corrupción, de decisiones tomadas en las sombras, y de promesas rotas.

Geneviève Vanderleigh, la viuda, no había abandonado la mansión desde la muerte de su marido. Sus ojos, normalmente tan fríos y calculadores, mostraban signos de agotamiento. Se encontraba en el centro del salón principal, rodeada por un círculo de consejeros y miembros clave de la familia, todos buscando respuestas, todos esperando instrucciones. Pero Geneviève no ofrecía respuestas, solo vacíos.

Anastasia observaba la escena desde un rincón oscuro del salón. Con una copa de vino en la mano, sus ojos se posaron sobre los asistentes, analizando cada movimiento, cada palabra. Nadie se atrevería a desafiar a Geneviève, al menos no de forma directa, pero todos sabían que el vacío dejado por Alexander debía ser llenado. Los Vanderleigh eran una familia poderosa, pero esa potencia se desvanecía rápidamente si no había una mano firme al mando.

El ruido de la multitud se desvaneció cuando Julian Vanderleigh entró en la sala. Su presencia era palpable, su figura elegante y enigmática, como la de un hombre que había estado esperando este momento toda su vida. Con la cabeza erguida y los hombros tensos, avanzó hasta el centro de la sala, donde se detuvo, mirando a su madre y a los presentes.

—¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntó Julian, su voz grave y autoritaria.

Geneviève no lo miró directamente. Sabía que él representaba el futuro de la familia, pero también lo veía como una amenaza. La tensión era palpable en el aire.

—Lo que sea necesario —respondió ella, con una frialdad calculada—. Pero mientras tanto, debemos mantener la estabilidad. Las empresas, las alianzas, todo debe seguir funcionando como si Alexander aún estuviera aquí. Nadie debe saber de nuestras debilidades.

Anastasia sonrió para sí misma. Sabía que Geneviève estaba jugando una carta de poder, pero también entendía que el control de la familia no era tan sencillo como un juego de manipulación. El escenario había cambiado, y ella estaba lista para aprovechar cada oportunidad.




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