Las sombras de la mansión Vanderleigh parecían alargarse con cada hora que pasaba, un recordatorio constante de que los secretos enterrados bajo la familia estaban a punto de resurgir. La muerte de Alexander había marcado el comienzo de un ciclo nuevo, uno que despertaría a viejos aliados y a enemigos aún más antiguos. En la misma sala donde se habían discutido los planes para las grandes operaciones, los miembros clave de la familia Vanderleigh ahora se reunían para hablar de lo que vendría.
Anastasia estaba allí, en su papel de sombra, observando todo lo que ocurría, con una calma inquietante. Frente a ella, Geneviève, siempre elegante y calculadora, mantenía el control de la reunión, su rostro impasible. Pero en sus ojos, un leve brillo delataba su creciente desconfianza hacia su hijo, Julian, quien se mantenía en silencio, observando cada movimiento.
La atmósfera era densa, cargada de tensión. Los murmullos de los sirvientes y de los consejeros se desvanecían en un susurro apenas audible, mientras las decisiones se tomaban en voz baja. Los Vanderleigh no podían permitirse el lujo de mostrar debilidad. El futuro de la familia dependía de lo que ocurriera en ese momento.
Fue cuando una figura inesperada hizo su entrada en la sala. Mičev, el hombre de confianza de Anastasia, caminaba con paso firme hacia el centro de la sala, donde todos los ojos se posaron sobre él. No era común que él interfiriera directamente en los asuntos internos de los Vanderleigh, pero la situación lo requería.
—Señora Vanderleigh, señor Vanderleigh, —comenzó, mirando primero a Geneviève y luego a Julian—, hay algo que debemos considerar. Un viejo aliado de su difunto marido ha llegado a la ciudad. Su nombre es Leopold Hovland, un hombre de negocios con el que Alexander mantenía varias inversiones secretas. Su aparición no es una coincidencia. Está buscando algo, y probablemente esté esperando obtenerlo a costa de cualquier cosa.
Geneviève frunció el ceño. No le gustaban los recuerdos del pasado, menos aún cuando esos recuerdos venían acompañados de amenazas externas.
—¿Qué es lo que quiere Hovland? —preguntó Julian, con voz tensa.
—No lo sabemos aún con certeza, pero su historia está conectada a las finanzas de la familia Vanderleigh. Alexander le debía mucho más que favores… le debía dinero. Y Hovland no olvida una deuda.
Anastasia, de pie en silencio, observaba cómo la conversación comenzaba a tornarse más sombría. Hovland era un nombre que resonaba en las oscuras esquinas de Londres. Y su llegada podría significar más que un simple juego de intereses. Para Anastasia, era otra pieza en su tablero, una pieza que podría usarse a su favor, siempre que fuera manejada con cuidado.
—Entonces, hagamos que se mueva primero —dijo Anastasia, con su voz suave pero decisiva—. Si Hovland está aquí para cobrarse algo, le daremos algo de valor, pero controlaremos el trato. No podemos permitir que nadie más entre en nuestra esfera sin que sepa quién está al mando.
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conspiración geopolítica oscura, romance tenso entre enemigos, intriga de élite y traiciones
Editado: 05.05.2025