Ecos en la Sombra

Capítulo 7 – El pacto de sangre

La reunión con Leopold Hovland estaba a punto de comenzar. Anastasia había planeado este encuentro durante semanas, y ahora, por fin, las piezas estaban en su lugar. La ubicación elegida para el encuentro era discreta pero ostentosa, una mansión antigua en las afueras de Londres, lejos de los ojos curiosos. Allí, Hovland recibiría la oferta que cambiaría las reglas del juego para todos.

Anastasia se encontraba en la antesala de la mansión, ajustándose los guantes de cuero negro mientras observaba a Mičev que la seguía de cerca. Él la conocía bien; sabía que, cuando Anastasia entraba en una sala, no solo lo hacía con su cuerpo, sino también con la mente completamente preparada para cualquier eventualidad.

El sonido de pasos se acercó, y de la penumbra apareció la figura de Leopold Hovland, un hombre alto y corpulento, con una barba perfectamente recortada y ojos tan fríos como el acero. Su mirada recorrió rápidamente a Anastasia, evaluándola con la misma frialdad con la que habría mirado a un objeto raro y valioso.

—Lady Vólkova, —dijo Hovland, su voz grave y profunda—. Finalmente, nos encontramos.

Anastasia no extendió la mano. En su lugar, hizo un leve gesto para que él se sentara. No era necesario el saludo formal; ya sabían lo que cada uno representaba. Hovland se acomodó en la silla frente a ella, y con un gesto, se indicó que la conversación podía comenzar.

—Sé por qué está aquí, Leopold, y sé lo que busca. —Anastasia comenzó, sin rodeos. Sus palabras eran directas, como una daga que se clava sin previo aviso—. El poder de los Vanderleigh. Pero no lo conseguirá a costa de nuestra independencia. Ofrezco una alianza, pero bajo nuestras condiciones.

Hovland la observó por un momento, sin mostrar ninguna emoción. Sabía que Anastasia era astuta, pero la astucia por sí sola no siempre ganaba guerras.

—¿Y qué condiciones son esas? —preguntó Hovland, su voz cargada de desdén, pero con un toque de curiosidad.

Anastasia sonrió ligeramente, un destello de satisfacción en su mirada. Sabía que había dejado que el misterio creciera lo suficiente como para que Hovland estuviera completamente interesado.

—El control de ciertas operaciones clave, las que involucran a la familia Vanderleigh, será compartido. Usted tendrá lo que desea, pero no sin que haya una parte de este poder que se quede bajo nuestro control. La lealtad se paga, Leopold, y le aseguro que las deudas que usted contraiga con nosotros no serán fáciles de saldar.

Hovland dejó escapar una risa seca. Sabía que Anastasia estaba jugando un juego peligroso, pero también reconoció que estaba ofreciendo algo valioso. Las alianzas como la que proponía no se ofrecían sin un precio, pero la recompensa podría ser igualmente grande.

—Y si no acepto… —comenzó Hovland.

—Si no acepta, perderá más que la oportunidad de unirse a los Vanderleigh —interrumpió Anastasia, su tono tajante—. Perdió su oportunidad de jugar en las grandes ligas. Yo no vengo aquí a hacer favores, Leopold. Vengo a sellar un pacto de sangre. Si desea un lugar en el juego, tendrá que pagar el precio.

La tensión entre ambos creció, hasta que Hovland, con una sonrisa torcida, aceptó la propuesta.

—Muy bien, Lady Vólkova. Consideremos este pacto sellado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.