Ecos en la Sombra

Capítulo 8 – Juego de sombras

La ciudad de Londres, en su afán de parecer moderna y ordenada, nunca había estado tan llena de oscuridad como lo estaba ahora. Las sombras de los Vanderleigh, de Hovland y de todos los demás jugadores en el tablero político se alzaban, ocultando sus verdaderas intenciones. El pacto sellado entre Anastasia y Leopold Hovland era solo el principio, un primer paso en un camino que prometía ser largo y peligroso.

Anastasia estaba sola en su oficina en la mansión Vanderleigh, el despacho cuidadosamente iluminado por una lámpara de cristal. Mientras observaba el reflejo de su rostro en el vidrio, sus pensamientos eran turbios, como el agua turbia de un río profundo. El trato con Hovland, aunque necesario, era solo un peldaño en la escalera de poder que estaba subiendo. Pero también sabía que no podía confiar plenamente en nadie, ni siquiera en él.

Mičev entró sin anunciarse, como siempre. Su presencia era constante y, a pesar de su discreción, siempre lograba llenar la habitación de una energía palpable.

—Hovland está cumpliendo su parte, pero ya lo he visto antes. Su lealtad se compra, pero nunca se asegura del todo —comentó Mičev, sin necesidad de preámbulos.

Anastasia no levantó la vista, pero su tono indicó que estaba escuchando atentamente.

—La lealtad es una ilusión. Lo que realmente importa es lo que cada uno tiene que perder. Si Hovland tiene miedo de perder algo importante, entonces será más fácil controlarlo. Pero no subestimemos a nadie, Mičev. No hay pacto de sangre que no tenga fisuras.

Mičev se acercó más a la mesa, observando con detalle los documentos esparcidos frente a ella. Eran registros de las operaciones de la familia Vanderleigh, algunos públicos, otros secretos. Los nombres, las cifras y los movimientos comenzaban a tomar forma, como piezas de un rompecabezas que solo Anastasia era capaz de ver en su totalidad.

—¿Qué haremos con Julian? —preguntó Mičev, después de un largo silencio. Era una pregunta inevitable. Julian, el hijo de Geneviève, ya estaba demasiado metido en la política interna de la familia como para seguir siendo un simple peón.

Anastasia suspiró y finalmente se dio vuelta para mirarlo.

—Julian no sabe aún cuál es su lugar en este juego. Cree que todo es cuestión de poder inmediato, pero no entiende la paciencia que requiere la victoria a largo plazo. Necesitamos tiempo para que se vea por lo que realmente es: una pieza más en un tablero mucho mayor.

Mičev asintió, pero no estaba del todo convencido. Sabía que el joven Vanderleigh no se quedaría quieto por mucho tiempo, y la competencia entre los miembros de la familia era un factor que Anastasia debía manejar con cuidado.




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