Ecos en la Sombra

Capítulo 9 – La trampa está tendida

La cena en la mansión Vanderleigh fue más una reunión de tensiones que un evento social. Los miembros de la familia se encontraban alrededor de la mesa, todos con su propia agenda oculta, aunque con sonrisas cordiales en sus rostros. Geneviève, siempre la matriarca dominante, se sentó al centro, con su mirada afilada observando a los presentes. A su lado, Julian parecía más inquieto que nunca, sabiendo que su madre tenía un control absoluto sobre todo lo que ocurría, pero también siendo consciente de que sus propios planes comenzaban a tomar forma.

Anastasia estaba tranquila, casi inmóvil, pero sus ojos no perdían detalle. Sabía que la familia Vanderleigh estaba en una encrucijada. Cada movimiento que hicieran podría llevarlos al precipicio o hacerlos ascender aún más. Pero ella ya había comenzado a trazar la siguiente fase de su plan.

Hovland había aceptado las condiciones, y la alianza que habían formado parecía sólida, pero Anastasia no confiaba completamente en él. El hombre de negocios tenía una ambición desmedida, y todos los hombres de su calaña siempre jugaban a varias bandas. Necesitaba asegurarse de que su posición fuera lo suficientemente fuerte como para que Hovland no pudiera jugar sus propias cartas sin consecuencias.

La conversación en la mesa pasó rápidamente de lo trivial a lo más oscuro, como era de esperar. Geneviève, con su control férreo, no tardó en sacar a la luz los detalles sobre las nuevas alianzas y los movimientos internacionales que la familia Vanderleigh debía supervisar.

—Tenemos que asegurarnos de que el control de las operaciones siga en nuestras manos, —dijo Geneviève, mirando a los presentes, especialmente a Julian, quien intentaba no parecer demasiado involucrado en los temas familiares.

Anastasia, con una calma inquietante, intervino en la conversación.

—Estoy de acuerdo, Geneviève. Sin embargo, la clave está en no permitir que nadie, especialmente los nuestros, se sientan demasiado cómodos. El poder nunca debe verse como algo garantizado. Nadie debe confiar plenamente en sus aliados.

Julian, que había estado observando en silencio, levantó la mirada, como si una chispa de comprensión lo iluminara.

—¿A qué te refieres exactamente? —preguntó, con voz calculadora.

Anastasia lo miró fijamente, sabiendo que su respuesta debía ser precisa, pero que no podía dejar de sembrar la semilla de la duda.

—Me refiero a que una alianza nunca es permanente, Julian. Un golpe de estado no siempre proviene de afuera, a veces empieza en el propio corazón de la familia. Si los Vanderleigh están unidos por algo más que el apellido, entonces no seremos vulnerables. Pero si todos estamos dispuestos a hacer sacrificios… el verdadero poder se consolidará.

La mesa quedó en silencio. Geneviève observó detenidamente a Anastasia, pero sin decir nada. Sabía que las palabras de la mujer eran venenosas y sabrosas al mismo tiempo. Julian, sin embargo, parecía más intrigado que nunca. La idea de poder y control, de moverse entre las sombras de la familia para obtener lo que quería, le parecía tentadora.

Pero mientras ellos hablaban, fuera de la mansión, las piezas del juego seguían moviéndose. Leopold Hovland ya había comenzado a buscar más información sobre los Vanderleigh, y cada movimiento suyo estaba siendo observado de cerca. La lealtad que había prometido podría ser tan frágil como un hilo, y Anastasia sabía que no podía bajar la guardia.

El juego acababa de comenzar, y las reglas estaban a punto de cambiar para todos.




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