La mansión Vanderleigh estaba en su punto más silencioso, y a pesar de la elegancia que envolvía cada rincón, el ambiente se sentía pesado, casi asfixiante. Anastasia estaba en su despacho, con una copa de vino en la mano, observando las sombras proyectadas en las paredes. Los últimos movimientos habían sido calculados, pero algo no encajaba. La sensación de que todo podía desmoronarse estaba latente.
Mičev apareció en la puerta sin previo aviso, su presencia era siempre una mezcla de respeto y temores no expresados. No necesitaban palabras innecesarias; solo el intercambio de miradas bastaba para entenderse.
—¿Ha sucedido algo? —preguntó Anastasia, sin apartar la vista de la copa.
Mičev se adelantó, dejándola reposar sobre la mesa mientras entregaba un sobre sellado. Era una carta de Hovland, y en su rostro no se reflejaba una buena noticia.
—Parece que Leopold Hovland ha tenido una conversación bastante interesante con Geneviève. No es de mi agrado decirlo, pero hay algo que no cuadra.
Anastasia frunció el ceño, sin tocar la carta. Sabía que, como en todo juego de poder, la traición era tan inevitable como el aire que se respiraba.
—¿Qué significa esto? —preguntó ella, su tono calculado, como siempre.
Mičev deslizó el sobre hacia ella, su expresión tensa.
—No lo sé aún. Pero algo ha cambiado. Y lo que nos dice la carta… no es bueno.
Anastasia rompió el sello con calma y desplegó el contenido. Sus ojos recorrieron las palabras, y una sonrisa fría se dibujó en su rostro. Sabía que Hovland había decidido jugar una carta más arriesgada, sin darse cuenta de que la estaba jugando mal.
—Geneviève no es tonta, pero cometió el error de pensar que ella podría manipular a Hovland como un peón. Este es el precio de subestimar a los demás —dijo Anastasia, su tono bajo y cortante—. Mi próximo movimiento ya está claro.
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conspiración geopolítica oscura, romance tenso entre enemigos, intriga de élite y traiciones
Editado: 05.05.2025