Estaba en el bosque, todo era obscuro y la neblina me rodeaba.
Una sombra negra con capucha apareció ante mí, igual al que había visto antes, estaba descalza porque podía sentir las hojas húmedas bajo mis pies, camine sin dificultad hacia la sombra, cuando estuve cerca casi a tres metros me detuve. Sentí miedo a lo desconocido- debes tener cuidado mi niña, tu misión en esta realidad no la comparten todos los que te rodean- su voz era dulce y tranquila, eso me dio confianza.
-¿Quién eres?- dije tranquilamente para no asustarla
-Eso no importa ahora, lo sabrás a su debido tiempo así cómo debes descubrir quién eres-. Luego, todo de desvaneció.
Escuché voces a lo lejos pero solo reconocí una dentro de tanto murmullo, era mi general, pero no lograba escuchar con claridad que decía. Minutos después el ruido ceso, intente abrir los ojos pero no podía pues era como si tuviera pegado los parpados, intente mover los labios pero tampoco, me sentía tan agotada, frajil; el dolor en la pierna había disminuido pero había aparecido uno nuevo en la cabeza y de nuevo me deje llevar con los sueños.
-En el campo me preguntaste si confiaba en ti, y dije que sí, nunca pensé que algo te pasaría, nunca debí hacerte caso pero… ¡oh rayos!, eres muy persuasivo-
Era Zac, ¡ooh Zac! todo era mi culpa y tenía que decirle, él no podía estar culpándose así, se escuchaba tan afligido, sentí su aroma cerca y me embriagaba toda.
-Lo siento mucho Tea, debí detenerte o al menos ir contigo, es lo que una verdadera sombra hace. ¡No merezco a nadie!-.
No podía dejar que Zac siguiera culpándose, todo era mi culpa, yo decidí darle un golpe en la cabeza y luego lo dejé cargar con la excusa solo, Zac el único que me había ayudado en todo este tiempo, intente abrir los ojos una vez más y lo ví, estaba apoyado sobre mi cama con el rostro pegado a ella, su cabello castaño lucia desaliñado había otro caballito de madera en el banco, posiblemente otro obsequio de Daniel; levante la mano y acaricie su cabello, era tan suave.
-Hola- dijo sonriendo y secándose una lagrima que había rodado por su mejilla.
-A Daniel le gustan los caballos – bromee
- ¿Cómo te sientes?-
-Aun me duele un poco la pierna y me siento fatigada-
- Fatigado querrás decir, eso es porque perdiste mucha sangre, tuvieron que cocerte- hizo una mueca y señalo con la mirada mi pierna- ¿qué ha pasado contigo?-.
-Larga historia, ¿tú cómo estás?-.
-No tan mal como tú, a pesar del golpe en la cabeza- dijo en tono sarcástico
-¿Cómo me encontraron?.
-Fue Daniel-. Dijo sonriendo
-Tengo que irme, el horario de vistitas termina pronto.
-¿En serio debes irte? Acabo de despertar-. Me quejé
-Lo sé, pero he pasado varios días aquí. No me permitieron más.- se despidió con un choque de puños y luego desapareció por el pabellón.
Me sentía tan culpable por lo que había pasado, me había perdido en el bosque por tonta, estaba pensando únicamente en mí, estaba actuando con desesperación porque no tenía memoria de quien era y cómo había llegado aquí, me estaba preocupando por obtener respuesta que estaba olvidando a las personas que tenía cerca, como Zac.
Quién me aseguraba que obteniendo todas las respuestas a mis dudas mi memoria regresaría ¿acaso eso ayudaría en algo?, no lo sabría pero lo que si se es que ya no debía jugarle a la valiente o al menos debía contarle todo a Zac, así él me comprendería, ya no estaría sola, seriamos los dos.
No sabía si Zac me creería, esperaba que no me tomara por loca y más cuando le diga que soy mujer o al menos así me sentía, tal vez eso no deba decirle seria mucho, pero definitivamente tengo que contarle de lo que vi en el bosque y de mis sueños.
El tiempo que pase en estancia medica fueron sin importancia, Zac venia todos los días poco antes del atardecer a visitarme y contarme cosas vánales del día a día en este lugar, yo por supuesto dejaba que se expresé y decidí que mientras estuviera aquí no le contaría nada porque pensaría que seguía mal por el accidente.
Daniel solo fue de visita 1 día y ya no volvió más.
Una noche antes que me dieran de alta vi una sombra cerca de mi pabellón como ya podía moverme, me levante. Era el mismo hombre con el pie herido que habíamos visto Zac y yo salir del dormitorio de los pupilos, tenía una capa blanca y cubría su cabeza con ella, caminaba hacia la puerta con dificultad y sospeché que estaba espiando. Lo seguí sigilosamente escondiéndome por los pabellones vacíos de vez en cuando. Cuando salió de la estancia corrí, al abrir la puerta ya no lo encontré. Todo estaba obscuro y el hombre no llevaba linterna así que no pude seguirle el rastro.
La pierna y la cabeza ya no me dolían, me sentía mucho mejor que hace cinco atardeceres, Zac fue a la salida y me acompañó hasta nuestra cabaña, me informó que debía guardar reposo dos días más por orden de nuestro general, la idea me pareció muy mala porque eso implicaba que tendría mucho tiempo para pensar en todas las incógnitas que me rodeaban y eso me alejaba de mi nuevo objetivo: no causarle problemas a Zac.