Ecos: la voz de los inocentes

Arnold

CAPITULO 6

Arnold

Los días siguientes nos dedicamos a buscar pistas sobre Daniel, era difícil ya que debíamos mantener un perfil bajo sino los generales sospecharían y los meditadores sabrían que andamos investigando. Habíamos acordado no reunirnos con Abraham al menos que fuera urgente, porque podríamos ser descubiertos.

Al tercer día de la desaparición de Daniel ideamos un plan para poder interceptar al general Gabriel, debíamos buscar pistas con un superior porque nadie parecía preocuparse por la desaparición de un elegido. El general siempre pasaba tiempo con el nuestro así que en un momento de oportunidad durante la cosecha cuando el general cuatro fue por agua lo abordamos.

-General, sabe algo acerca de las actividades de los elegidos-. Preguntó Zac, me había dicho que debíamos ser directos o sospecharía en lo que andábamos y mientras lo hiciéramos hablar él podría rondar en sus pensamientos.  

-¿Y eso por qué les importa a ustedes?-. Respondió sin mirarnos, pues tenía la vista al horizonte. Mire a Zac buscando ayuda de qué decir pero este estaba mirando fijamente al general y tenía el ceño fruncido.

-Pooor queee eestee...- Dije para romper el silencio, el general me miró extrañado.

-¿Qué?

-Nada, es un tonto, el accidente lo afecto bastante-. Respondió Zac y me tomo del brazo para alejarnos de ahí.

Cuando estuvimos lejos le pregunte a Zac que fue todo eso, levanto el debo índice sobre los labios indicándome que hiciera silencio y obedecí.

Cuando el sol se puso sobre el horizonte nos dirigimos a la cabaña para lavarnos e ir a la cena, Zac no me dirigió la palabra hasta que estuvimos a solas lo cual me incomodo muchísimo porque Zac parecía intrigado, quería preguntarle que había averiguado pero no me respondería, tal vez Daniel estuviera en peligro de nuevo, de seguro los meditadores ya lo tenían en castigo y de solo pensarlo me daban ganas de correr al recinto para rescatarlo.   

-No tiene idea de donde este Daniel… pero están ocultando su desaparición por todos los problemas que ha causado, pero no es todo. Creen que ha tratado de comunicarse.

-¿Comunicarse?

-Sí, pero no saben con quién.- me dijo, y por su mirada deduje que tampoco él tenía idea, eso significaba que de nuevo tendríamos que contarle Abraham para poder armar las piezas del rompecabezas.  

Esa noche, el sueño del bote volvió, igual que la primera vez que lo tuve. Me desperté a media noche con la palabra en la boca, y con la misma duda: ¿de quién era la voz?. Miré a Zac y dormía tan tranquilo, aún no me atrevía a contarle sobre mis sueños y menos decirle mis secretos, ahora tenía miedo de perderlo. 

Por la mañana, antes de entrar al comedor, Abraham nos esperaba al pie de las escaleras  y en cuanto lo vimos supimos que algo importante debía haber ocurrido, pues nuestra cita era hasta después de los deberes.  

-Buen día- lo saludamos para evitar sospechas del general que estaba en la puerta.

-Buen día chicos… ha vuelto pero está custodiado por un discípulo-. Nos dijo en voz baja.

-¿Intentaste?-. Preguntó Zac y supuse que quería saber si Abraham había intentado comunicarse con él por medio del don. Abraham negó con la cabeza e hizo una mueca de decepción.

Entramos en silencio al comedor, fuimos por los alimentos y comencé a buscar a Daniel con la mirada, estaba en una mesa en un rincón con uno de los discípulos. Observaba fijamente el plato que tenía al frente pero no comía, estaba jugando los alimentos con un cubierto y parecía muy pensativo, noté que estaba pálido y más delgado de lo que recordaba. Zac me dio un codazo para que avanzará en la fila y cuando estuvimos en la mesa me susurró: -Se más discreto.

Terminamos nuestros alimentos y en cuanto salimos del comedor el general cuatro me detuvo.

-Sígueme-. Me ordenó, mire a Zac y estaba tan sorprendido como yo.

En cuanto nos pusimos en marcha tuve un mal presentimiento, y al ver mi lugar de destino lo confirmé. El general me llevó hasta el recinto de los meditadores, por fuera era como cualquier lugar de Galdy un jardín lleno de árboles y algunas bancas distribuidas alrededor, pero si seguías el sendero principal llegabas a un gran salón de puertas grandes y amplias.

Al entrar únicamente ví a uno de los meditadores que se encontraba en el centro sentado en una silla de piedra con el respaldo alto, la cual era color perla. El lugar estaba iluminado por algunas velas y como no había ventanas le costó tiempo a mi vista acostumbrarse a la penumbra.     

-Entra, ya te esperan.- me dijo el general en cuanto cruce el umbral.

Caminé hasta donde él estaba, tenía la mirada fija en una de las velas que tenía cerca, el cabello era completamente cano y tenía arrugas en la cara. No sabía que decir así que me quede callada mirándolo, tenía una verruga en la barbilla y las manos estaban encontradas formando un triángulo. Después de unos minutos me dijo:




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