Ecos: la voz de los inocentes

La alianza

CAPITULO 7

La alianza

Zac me había contado poco sobre la ceremonia de alianza debido a que eran recuerdos pocos felices para él, nunca mencionó cual era la ofrenda planeada que haría con Alejandro. Nunca había visto del todo una alianza porque debido a que era un desertor y no tenía sombra debía permanecer a orillas del lago mirando los botes, lo cual era algo absurdo pero pensando en los meditadores, era otra forma de controlar todo el régimen que habían creado.

Supe, por comentarios de otros chicos, que algunos habían ofrecido figuras hechas de madera como símbolo de su alianza, flores hechas con tallos de trigo o el mismo trigo. Todos estos días no habíamos pensado en ello y ahora solo nos quedaban una cuantas horas. Después del desayuno fuimos con Tony, el cual ya nos esperaba impaciente en su pequeño taller, al llegar estaba histérico, nos apresuró a entrar y cerró la puerta.

-Suelo tener mi trabajo adelantado para prever situaciones como este pero nunca me habían hecho la grosería de solicitar trabajo elaborado con premura-, dijo muy enojado pero percibí que el enojo no era con nosotros pues hablaba más para sí mismo.

-Espero que les guste, el detalle que solicitaste fue complicado, deshice varias veces el bordado.- Dijo y me encogí en hombros.

Nos entregó pantaloncillos de tela fina color azul claro, casi el mismo azul que el lago reflejaba en sus mejores días. La camisa era de mangas largas y anchas que hacían un juego perfecto con los pantalones, el cuello era tipo Mao y el detalle que pedí era un bordado de flor pequeña de centro color amarillo y cinco pétalos pequeños en forma de u. Las había visto en mis sueños y deseaba tenerlas. Tony había hecho un trabajo excelente casi podría decir que leyó mi pensamiento. Tony elaboro el bordado en el frente del lado izquierdo, justo donde estaba el corazón y se tomó la molestia de colocar tres flores en vez de una, lo cual resaltaba el trabajo.

-Es maravilloso, me encanta-. Dijo Zac al salir del taller.

-Ahora solo nos falta la ofrenda-.

Me sentía agobiada por la ofrenda, no conocía este rito y Zac no había podido explicarme mucho, lo cual significaba que no tenía bases sólidas para pensar en algo o al menos dar ideas.

-Yo me encargo, es mi turno de sorprenderte-. Dijo, se despidió con la mano y luego se fue en dirección al recinto de los meditadores sin darme mayor explicación.  

Zac pasó todo el día fuera, como era día de labores no podía regresar al área de archivos a investigar más sobre mi pasado y como era la víspera de nuestra alianza tampoco tenía deberes pendientes, odiaba estar en ocio pues me quedaba mucho tiempo para pensar en todas las dudas inconclusas que tenía. Desee que Zac me incluyera en el trabajo de ofrenda, porque era algo de los dos y dejarme a un lado sin hacer nada era egoísta de su parte, entonces pensé en ir en busca del meditador Carlo, era algo que había estado posponiendo; primero porque estaba evitando meterme en problemas y segundo porque no había tenido oportunidad de reanudar la búsqueda.

Antes de salir le deje una nota a Zac por si las cosas terminaban mal como la última vez. Cuando llegue al recinto de los meditadores tomé el sendero principal, conforme avanzaba procure mirar a ambos lados buscando al anciano Carlo pero no había rastro de él ni de ningún otro meditador. Cuando llegue al recinto estaba cerrado y tampoco me atreví a mirar dentro, debido a mi última experiencia ahí.

Como mi búsqueda fue un fracaso me detuve en una de las bancas al lado del sendero, no sabía dónde más buscar y era difícil porque no conocía mucho sobre Galdy, hice una nota mental de recorrer todos los sitios de este lugar con Zac, con la idea de que ello me ayudara en futuros planes.

Tiempo después escuché algunas voces que venían del recinto y se aproximaban, pero era tarde para retirarme, pasaron junto a mi sin tomarme la menor importancia, se trataba de otro anciano meditador y uno de los generales, nunca había tratado con él y según Zac su trabajo era estar al pendiente de los meditadores. Su rostro se me hizo familiar, lo conocía… era el general que me pilló hablando con Carlo el día de mi llegada.

Luego que pasaron la idea vino sola, en mi primer día aquí me había encontrado al anciano cerca del lago y no en el recinto.

Corrí en busca de él y estaba en lo cierto, pues lo encontré en el mismo lugar en donde lo conocí. Me aproximé despacio, evitando hacer ruido a mi paso, no quería asustarlo o interrumpir sus pensamientos, me senté a su lado y espere a que él se comunicara conmigo pero no lo hizo. Había pensado en buscarlo pero no había ideado una forma de comunicarme con él, no poseía los dones de Zac ni Daniel, entonces debía  comunicarme de la forma tradicional deseando que diera resultado.

-Necesito ayuda y creo que usted puede brindármela-.

El anciano pareció no escuchar.

Me quedé a su lado esperando una respuesta, alguna señal, pista o algo. Tan solo quería que me dijera quien era y por qué estaba en este lugar, pero lo único que obtuve fue silencio y el silbido del viento.

Tenía los ojos cerrados y su respiración era lenta, casi podía decir que estaba dormido, parecía un sujeto tan agradable y tranquilo, no podía creer que torturaran niños en sus tiempos libres.

Me rendí pero antes de irme toque el hombro del anciano como signo de despedida, luego sentí como si me tragara un remolino, llevando lejos mi mente y alma de mi cuerpo, todo era obscuro pero poco a poco comencé a deslumbrar algunas imágenes.

Mire al anciano Carlo caminando bajo la obscuridad de una noche sin estrellas se guiaba paso a paso con su bastón, parecía más joven y bastante apurado por llegar a su lugar de destino, unos pasos después reconocí en donde estábamos… era el lago.

Al llegar se detuvo, miro esperando algo proveniente de las aguas y a cada minuto giraba la mirada a sus espaldas vigilando que nadie apareciera, pronto oímos un llanto que surgió del lago y Carlo se apresuró internándose en las frías aguas. Tan solo tuvo que dar un par de pasos para tomar en brazos al recién nacido, al salir corto una parte de su túnica con una navaja que traía en el tobillo, la tela sirvió como abrigo para la cría y antes de envolverla por completo miramos su sexo; era una niña.




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