Ecos: la voz de los inocentes

El terremoto.

La pesadilla del bote había desaparecido hace mucho, pero una noche fría del mes tuve un sueño diferente.

En el sueño estaba en el bosque, era una niña, caminaba por el sendero recolectando flores silvestres e iba descalza con un vestido verde agua.

–“Querida, ¿dónde has ido?”- me habló la voz de una mujer pero la escuche en mi cabeza a lo que instintivamente le respondí- “estoy jugando por el sendero del bosque abuela”.

Camine aún más lejos y encontré un árbol tan alto como ninguno otro, decidí trepar, estaba por llegar a la sima cuando mi pie resbaló y caí.

Cuando abrí los ojos todo estaba obscuro en la cabaña y Zac dormía profundamente, como era el primer sueño diferente que había tenido en semanas saque mis hojas y lo anote todo, luego lo guarde con las demás.

Ya habían pasado tres atardeceres desde la noche de la hoguera, el otoño había llegado, así que me coloqué una capa ligera sobre los hombros para protegerme del frio y partimos rumbo al taller.

Este sería nuestro último día ahí, ya que mañana debíamos iniciar con las tareas de siembra del trigo.

Antes de llegar vi a Daniel sentado en una de las rocas bajo los árboles, por un momento creí estar viendo una alucinación producto de mi desesperación, lo habíamos buscado por todos lados y nadie sabía nada, tampoco nadie se interesó en su desaparición a excepción de Zac, Abraham y yo, a pesar que ellos al principio se negaban a efectuar una búsqueda, logré persuadirlos.

-Ve, yo te cubro con el general-. Dijo Zac, evidentemente había notado mi cambio de humor.

Me senté en silencio a su lado, no sabía que decir, él estaba sentado con las palmas de las manos entrelazadas y mirando hacia abajo. Quería saber cómo estaba, dónde habían estado todos estos atardeceres, por qué nunca volvió; pero tenía miedo que no respondiera y volviera a desaparecer. Entonces mire sus manos y me asombre de lo que ví, tenía una sombra de color purpura alrededor de las muñecas, instintivamente le acaricie la mano para cerciorarme de lo que estaba mirando era cierto y Daniel me lo confirmo.

Me trasporté en un lugar obscuro y pequeño, tenía las manos atadas, no podía gritar porque estaba muy asustada y tampoco podía moverme. Estaba dentro de una caja de madera, podía estirar los pies pero todo era obscuro y de pronto la puerta se abrió, la luz entro pero esta era tan intensa que tuve que cerrar los ojos.

Retiré mi mano de las de Daniel, no podía hablar, aún sentía su miedo. Acababa de tener una visión y Daniel me la estaba dando.

-Hemos… tratado- dijo, mientras varias lágrimas rodaban en sus mejillas

En ese instante supe que era lo primero que debía hacer: ir por ayuda, pero necesitaba a Zac conmigo.

Corrí tan rápido como pude, estaba a punto de llegar al taller cuando el suelo comenzó a temblar bajo mis pies, ¡un terremoto!. Me tiré al suelo, miré hacia el taller y todos salían corriendo en pánico.

Vi a Alan, Marcos y los demás salir, el general cuatro estaba en la puerta apresurando a todos, vi sus labios mover pero no escuchaba lo que decía, Zac no salía. Intenté pararme y llegar hasta ahí pero el suelo bajo mis pies temblaba tanto que no podía avanzar. Al cabo de unos minutos el terremoto pasó y junto con él, el taller se vino abajo.




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